Next Gen, escrita y dirigida por Kevin R. Adams y Joe Ksander, narra las aventuras de una joven psicópata que encuentra fortuitamente un robot al que manipula emocionalmente para que la defienda de los matones de clase y la ayude a destruir la propiedad privada de la ciudad.

Si al leer esa frase habéis fruncido el ceño intentando comprenderla, os encontráis en la misma situación que yo. Ya simplemente a nivel lógico el concepto manipular emocionalmente a un robot resulta contradictorio. Los robots no tienen sentimientos, son máquinas. No se puede manipular emocionalmente una minipimer, porque carece de «emociones».

¡Pero — exclama el señor que siempre viene aquí a interrumpir, — el concepto de los robots desarrollando sentimientos es un tema muy tratado en la ciencia ficción!

Cierto, me veo obligada a admitir. El tópico del robot (generalmente un androide) con sentimientos humanos se utiliza para explorar la condición del ser humano, cómo éste se relaciona con sus creaciones y qué considera merecedor de «dignidad humana». Series como Humans (Channel 4, 2015) hacen un trabajo extraordinario a la hora de presentar los diferentes matices de un acontecimiento como este. Películas como Tau (Netflix, 2018) exploran el concepto de forma un poco más torpe y Next Gen no solo fracasa en su presentación de un robot con sentimientos creíble, sino que ni siquiera es uno de sus temas.

Esta enorme máquina (Proyecto 77), creada con el único propósito de destruir al malo de la película, quien pretende aniquilar a la especie humana, tiene sentimientos. En ningún momento se explica por qué a un programador se le ocurriría darle una conciencia o sentimientos a una máquina como esta. Los sentimientos de Proyecto 77 solo son mencionados cuando se requiere que la joven protagonista (Mai) tenga algún tipo de control sobre este robot o para intentar congraciar a la audiencia con él a través de algún cliché poco efectivo. Ninguna de las miles de máquinas que pueblan este universo presenta características similares, ninguno de los personajes humanos se sorprende. Simplemente existe.

Y este punto me lleva a la siguiente crítica de la película: el mundo no tiene sentido.

Los creadores del film han llenado el universo de Next Gen de robots con lo que supongo es la intención de criticar la sociedad consumista en la que vivimos, con cosas tan innecesarias como cepillos de pelo y boles de ramen robóticos. Pero, estas máquinas son inútiles (¿de qué sirve que el ramen tenga pies y manos? A nivel lógico no tiene sentido) e ineficientes.

Trabajadores humanos son sustituidos por máquinas por tres motivos principales: son más baratos, trabajan incansablemente y son más eficientes, reduciendo el conocido como «error humano». Para las empresas es más rentable invertir en una máquina que pueda hacer el trabajo de tres personas. Las máquinas de Next Gen son prácticamente inútiles. Especialmente los robots policía que siguen los mismos trillados estereotipos que caracterizan al Jefe Wiggum de los Simpsons (Fox, 1989): torpes, tontos y poco resolutivos, con los mismos errores humanos que cualquier hijo de vecino. ¿Qué clase de programador haría algo así? ¿Qué clase de ayuntamiento mandaría a docenas de personas al paro para ser sustituidos por esta máquina?

Algo que me sorprendió en la creación del mundo de esta cinta es que las máquinas ignoran por completo las leyes de la robótica de Isaac Asimov, tan firmemente asentadas en el imaginario colectivo y en los parámetros del género:

  • Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.

  • Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley.

  • Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

No me malinterpretéis: no es extraño ver a robots alzarse en contra del ser humano, matando o dañándolo. Estas leyes se han subvertido en numerosas ocasiones. Incluso en esta película, los humanos se sorprenden cuando encuentran un robot con armas como es Proyecto 77. Una de las primeras escenas con Proyecto 77, que se supone debería congraciarnos con el personaje, es una arriesgada persecución por una autovía llena de coches conducidos por humanos, que tanto el protagonista como los «robots policía» que le persiguen, ponen en peligro, hasta el punto de hacerla volar por los aires. De este evento no se sabe nunca más nada, ni se habla en ningún momento.

Lo cual me lleva al siguiente problema: los protagonistas. O, más concretamente: Mai, la adolescente protagonista a la que en el resumen del argumento he llamado psicópata. Naturalmente yo no soy psicóloga y sé de psicópatas lo mismo que cualquier hijo de vecino, por lo que, mi calificación naturalmente poco tiene que ver con la que daría un médico. Lo que podemos decir es que, de los rasgos generales popularmente conocidos (falta de empatía, antisocial, remordimientos reducidos, carácter desinhibido), el personaje los cumple todos. Es, además, ególatra, narcisista, violento, manipulador y sádico. Y no digo yo que no se puedan tener personajes con estas características, o que el protagonista de una película no pueda ser así.

Hannibal Lecter (El Silencio de los corderos, 1991) es uno de los personajes más carismáticos de la historia del cine y en 2007 se convirtió en el protagonista de su película. Pero el problema de Mai es que, como personaje, no evoluciona, su comportamiento es excusado porque sufrió un «trauma infantil» que se supone tiene que congraciarnos con una niña carente por completo de ningún tipo de cualidad positiva.

Pero aunque ninguna película es perfecta, tampoco ninguna está libre de gracia. Ya para cerrar, hay que destacar el trabajo de los animadores de esta cinta: a nivel de diseño y animación, esta película es muy buena. Sin ser una gran productora, como Disney o Dreamworks, el trabajo de las productoras Netflix, Baozou Manhua, Tangent Animation y Alibaba Pictures es encomiable. Así como el de Charlyne Yi (Mai), Jhon Krasinki (Project 77), Jason Suderikis (JustingPin/Ares) y el resto de actores que han puesto la voz a los personajes.

Desgraciadamente, esto es lo único decente que tiene una película con un guion lleno de tópicos, clichés y elementos que otras muchas películas de animación han hecho muchísimo mejor.