Atractivo, encantador, interesante, motivador, brillante, espectacular, emocionante: son muchos los calificativos que levanta el vals en tantas tierras. Cómo deleita escucharlo, y cómo se disfruta su ejecución cuando se dispone de una pista.

Viena, y en general la región del Tirol, lo consagraron; una pieza musical breve, muy apreciada, de gran fama. Se encuentran sus orígenes en danzas de pequeñas comunidades, de ahí hasta la capital de Austria, que aporta, además, la maternidad del baile de salón.

Dando un gran salto geográfico, hacia México, aquí el vals es una aspiración: ¿por qué?, ¿para quién? Para las quinceañeras que viven (¿será que aún hoy?) con la ilusión de bailarlo en su fiesta. Dije México, mas por supuesto que no solo aquí.

Por cierto que (como veremos en otra entrega), de este lado del mundo se ha desarrollado bonito el vals. Perú, Venezuela, México y una lista de países lo tienen bien fincado en sus tradiciones.

El vals tiene al menos dos características: es muy melodioso y los giros que se describen al bailarlo son notables y, en su larga historia, entrañables; generan un arrebato en quienes lo ejecutan y fascinación en los espectadores. Por sus característicos giros, la palabra vals viene de otra, alemana, que significa justamente, girar.

Vals Minuto de Chopin

Chopin fue un innovador del piano. Se menciona mucho que fue niño prodigio, pero no solo como intérprete: fue un compositor temprano.

El reconocimiento y la huella de Chopin contrastan fuertemente con la salud física del propio compositor (no alcanzó los 50 años de edad, y vivió una existencia presa de un cuerpo vulnerable). En cambio, la importancia de su música lo fortalece sobremanera.

El nombre de la pieza nos lleva a pensar que dura un minuto, mas no es así. Como cualquier otra, según quien la interprete, varía su extensión, que llega más bien a los dos minutos, aproximadamente.

El autor creó esta obra durante una temporada en que contó con la compañía de la escritora francesa George Sand. De entonces proviene la leyenda de que el compositor buscó plasmar en la partitura los graciosos esfuerzos de una mascota de la narradora por morderse la cola.

Vals de la Sinfonía Fantástica de Berlioz

Si nos ponemos a ver que en 2030 la Sinfonía Fantástica de Berlioz cumple 200 años, nos resulta asombrosa su actualidad y hasta su contemporaneidad. No sé si nuestro presente por lo poblado de drogas lo explique un poco, en cuanto a que —si se me permite un desliz—, además de que el autor se basa en una obra cuyo título menciona al opio y el propio músico era consumidor, el desarrollo de la música contiene pasajes (no así el vals) donde el personaje está bajo los efectos del enervante. (Volviendo a mi desliz, por supuesto que esos estados bajo el opioide son juego de niños comparados con los efectos de los compuestos con que hoy en día se drogan los que se drogan).

Uno de los varios rasgos innovadores de esta (no olvidemos que es una sinfonía, muy extensa, dentro de la que el vals es una breve parte), es que conlleva un relato escrito que el compositor desarrolla musicalmente, y en sus primeros tiempos se leía –así debía serlo— antes de escuchar su ejecución musical. Esto se conoce como una sinfonía programática. Aquí no se trata –aunque ocurra siempre— de que a mí las notas me digan equis cosa, sino que el autor ya establece lo que dice el trabajo que nos presenta.

Romántico puro, el buen Héctor compuso y dedicó la sinfonía Fantástica a una actriz de la que se prendó por completo. Como llega a suceder a algunos sentimentales con la obra que ofrecen ilusionados a su musa, esta, al escucharla, la tachó de excesivamente apasionada. El autor no cejó en sus pretensiones: tan tenaz fue que llegaron al matrimonio, solo que la unión fue un fracaso.

Así pues, escuchemos:

Valses de Johann Strauss hijo

Con Johann Strauss hijo entramos en los dominios de quien se dedicó principalmente (aunque no solamente) a la clase de música que nos ocupa, lo que lo diferencia de los otros dos compositores abordados.

Con cierto parecido a los Bach, los Strauss fueron una dinastía y destacaron como autores musicales. Eso haría pensar en que la armonía familiar primaba en sus relaciones, pero no. Johann Strauss hijo tuvo que luchar, pues su padre (del mismo nombre) no le fomentó la carrera de las notas. Hubo, incluso, rivalidad entre ellos. Para bien de todo mundo, el hijo produjo (en el campo vetado una y otra veces por el padre). Y ¡de qué manera! En abundancia y con belleza.

Decir vals es decir Strauss.

Finalicemos con el vals que no requiere presentación, en una escena que tampoco la necesita, de 2001, Odisea del espacio de Stanley Kubrick.