Una publicación de la ONG británica Monitor de Medio Oriente (MEMO en sus siglas en inglés), sacó un artículo el 16 de octubre cuyo titular indicaba: Cuatro presos palestinos han muerto en cárceles israelíes en lo que va de año. Al leerlo se cae en razón de un fenómeno muy particular sobre lo turbio de la nota y es que al menos 218 palestinos encarcelados han muerto en más de 51 años (desde la fecha que analiza el artículo), eso quiere decir que son un promedio de 4 muertos al año, en una región donde se le acusa a regímenes como el iraní, el saudita o el iraquí de haber asesinado con pena capital al menos 800 personas en tan solo un año. En una situación de conflicto como la que viven israelíes y palestinos, destacar la cifra pareciera absurda por sí misma.

Por supuesto que desde el ámbito de los derechos humanos hay una serie de debates con respecto a algunas muertes que menciona el artículo donde se escribe, por ejemplo, el caso de Muhammad Zaghloul Al-Khatib Al-Rimawi, quien habría muerto en Bayt Rima, cerca de Ramala, producto de la violencia de miembros de las IDF según unas fuentes y otras desmintiendo cualquier uso desproporcionado de fuerza. Lo que traslada el debate al área de la información y desinformación.

También se coloca en la mesa de discusión las condiciones en las que son arrestados algunos de estos palestinos, los cuales en muchos casos están asociados con actos de violencia y terrorismo contra ciudadanos israelíes; inclusive niños palestinos que son enviados a violar la ley a través de ataques con piedras contra civiles israelíes, en actos que por supuesto son penados en cualquier país a través de una «ley penal juvenil».

Lo anterior no debe sacar dos elementos que sí deben ser reprochables de lo que ocurre. Primero que nada, lo que pueda considerarse detenciones arbitrarias sin una sentencia en firme por falta de pruebas y que extiende la detención administrativa por largo período, y esto se convierte en un elemento de crítica contra cualquier Estado; en particular cuando están involucrados menores de edad. El segundo punto sería que haya pagos a prisioneros por parte del Gobierno que debería defenderles para evitar que caigan presos o que estén involucrados en delitos; el Gobierno de Abbas ha dejado en claro que mantendrá su pago a prisioneros y familias de “mártires” que continúan su proceso de «resistencia».

De lo que sí es destacable y es que pese a la lucha mediática que siempre se enfrasca ante cualquier situación en esta región, si se equipara la información con la cantidad de muertos que se dan en otras cárceles del mundo en circunstancias mucho peores para los prisioneros, la situación es caótica en otras latitudes, en especial cuando se menciona los niveles de hacinamiento que viven los presos que llevan a otros actos de violación contra los DD.HH por parte de las autoridades y por medio de los propios reclusos. Tal y como ocurre comúnmente en América Latina, se refleja en este informe de cárceles latinoamericanas donde los índices que se manejan son terribles.

Volviendo al centro de la discusión entre israelíes y palestinos, también es adecuado hacer un análisis sobre informes de torturas en cárceles palestinas contra opositores políticos citado por el propio Centro de Información Palestina en enero de 2017, donde tal parece que a los analistas, incluyendo MEMO, les importa poco los reportes de torturas en cárceles palestinas, incluyendo detenciones arbitrarias, como informaba claramente el rotativo Al Quds en ese mismo período.

No se le resta algún valor a lo escrito por MEMO, las críticas y el análisis que se pueda desprender, pero lástima que por un sesgo ideológico magnifiquen solo las acciones del Gobierno israelí, pero resten la crítica interna generalmente en sus publicaciones. Poco hablan de la tortura contra civiles por parte de las autoridades palestinas, la desaparición y/o asesinato de opositores políticos o el reclutamiento de niños para acciones bélicas debidamente prohibido en el Derecho Internacional Humanitario entre otros.

Desde el uso del Sharp Power de MEMO el que uno de sus asesores sea Tariq Ramadán, nieto de Hassan Al – Banna, fundador del grupo islamista Hermanos musulmanes egipcio, podría responder al comportamiento dogmático anti-israelí de sus publicaciones y la falta de autocrítica contra las acciones de los líderes palestinos; principalmente del Hamas, grupo que debe su origen a la hermandad fundada por Banna y quienes no en vano a través de uno de sus líderes, Ismail Haniye, se dejaba decir descaradamente que «el pueblo palestino amaba la muerte igual que sus enemigos aman la vida», donde demuestra que la vida de los jóvenes palestinos está empeñada en la desesperanza de no tener posibilidades de un futuro mejor.