En los últimos años se está poniendo en la mesa la necesidad de una ley de prevención del suicidio, aspecto que parecía casi olvidado por los medios de comunicación y la sociedad en general.

Hablar de suicidio es hacerlo de un acto contra la propia persona y la sociedad, si entendemos a la persona como un ente social.

Aunque las causas que pueden estar detrás del mismo son variadas, existen algunos indicadores que pueden ayudar a detectar el suicidio y con ello tratar de prevenirlo.

Son diversas las aproximaciones que se pueden hacer a la prevención en esta área, ya sea desde la propia escuela, la educación de adultos, o la creación de un teléfono de suicidio, una iniciativa que ya funciona en otros países, donde se atiende de las personas en crisis que están teniendo ideaciones suicidas, o a los familiares de personas que sospechan que pueda suicidarse.

Los resultados positivos de estas iniciativas en otros países avalan la creación de un teléfono del suicidio donde responder todas las dudas, a la vez que ofrecer orientación y apoyo profesional por parte de especialistas capaces de detectar los síntomas asociados al suicidio y actuar al respecto.

Mucho se habla en los últimos tiempos sobre la migración, las carencias y necesidades que tienen, pero poco se habla que es este colectivo uno de los más vulnerables al suicidio tal y como lo indica un estudio realizado desde el Departamento de Psiquiatría, junto con el Centro de Investigación Étnica, Cultural y de la Salud, y el Departamento de Hábitos y Educación Saludable, de la Universidad de Michigan (EE.UU.) cuyos resultados han sido publicados en Octubre del 2017 en la revista científica Behaviour Science.

En el estudio participaron 1.170 jóvenes, con edades comprendidas entre los 13 a 17 años, de los cuales el 52% eran mujeres, todos ellos provenientes del National Survey of American Life-Adolescent Supplement (NSAL-A).

De entre los entrevistados 810 eran afroamericanos y 360 negro-caribeños. Todo ellos tuvieron que contestar sobre su sentimiento de discriminación percibida a través de la escala estandarizada denominada Everyday Discrimination Scale (EDS), además de responder a una entrevista donde se recogían datos socio-demográficos y aspectos como la ideación suicida.

Se realizó el análisis comparando entre ambos grupos equiparándolos en edad, género y nivel socio-económico.

Los resultados muestran que no hay diferencias significativas en cuanto a la ideación suicida entre ambos grupos poblacionales.

Con respecto al género, los hombres se sienten significativamente más discriminados que las mujeres; en cambio, las mujeres tienen significativamente mayor porcentaje de ideación suicida que los hombres independientemente del grupo de pertenencia.

Y eso en un país formado eminentemente por migrantes, donde las diferencias raciales, en principio, no tendrían que suponer ningún tipo de discriminación y a pesar de ello, lo sufren y se refleja en las tasas de suicidio.

Es, por tanto, que los programas de prevención de suicidio de las políticas que se quieren incorporar, deberían también incluir a estos colectivos más vulnerables, y a la vez los que más expuestos a la ideación suicida tienen.

Igualmente, y sin necesidad de ser migrantes, los grupos minoritarios suelen ser colectivos vulnerables ante este tipo de problema, y por tanto deberían de ser objetivo de los programas de prevención del suicidio.

Por tanto, estos programas deberían abarcar no sólo aspectos relativos a la educación, sino también la intervención para ser más eficaces a la hora de detectar el suicido y tratarlo adecuadamente.

Hay problemas en la vida
Que nos pueden agobiar
Suicidarse no es la salida
Es mucho mejor luchar.

Si solos no lo logramos
Busquemos la solución
Una mano que nos echen
Todo nos ira mejor.