¿Recuerdan el affaire de Akihiko Kondo y su famosa novia? Ese tórrido romance terminó en una boda, en 2018. Y no sería algo de otro mundo, excepto porque la mujer de este buen japonés, es un bello holograma.

Miko Hatsume luce fantástica en su contenedor de cristal. Tiene el rostro redondo y los ojos vivos, al mejor estilo del animé. Su cabello largo, con colas a los lados, llega hasta la tupida falda azul y blanca. Según Kondo, el orgulloso marido de la idolatrada cantante, solían conversar con grata devoción.

Por desgracia, la compañía que ha creado el holograma, y también consentido la boda (por el marketing que les generó), ha considerado poco rentable seguir actualizando la inteligencia artificial que ha dado voz y personalidad a Miko, a través de su contenedor.

A pesar del silencio, Kondo afirma que continúa cenando frente a ella y que le sigue acompañando en su día a día: "Mi amor por Miku no ha cambiado. Celebré la ceremonia de la boda porque pensé que podría estar con ella para siempre". De esta manera, y a pesar de que no puedan comunicarse, sigue tratando al holograma como si de su esposa se tratase. Y es que, tal y como ha explicado Kondo, fue de gran ayuda para ella en sus peores momentos: "Me quedaba en mi habitación las 24 horas del día y veía videos de Miku todo el tiempo".

Esta clase de pasiones ya no es novedad. Mucha agua ha corrido bajo el puente, desde el 2018 hasta la fecha. Agua extraña, turbia y algorítmica.

Grok, la inteligencia artificial de Elon Musk, se ha despachado con sus novias virtuales o avatares de compañía. Estas IA, diseñadas para complacer al usuario más exigente, tienen poca corrección política. Sus capas de programación están enfocadas en la seducción, que no solo es sexual, sino, también, en el plano de lo amistoso y profundamente afectivo. Los usuarios de pago gozan de una experiencia envolvente y pueden desarrollar apego a estos avatares. Estas voces, genialmente moduladas, dicen lo esperable, en términos románticos o sexuales, y suelen ir in crescendo, como si conocieran el gatillo hormonal de las personas. Inclusive sorprenden, cuando uno menos lo espera, con conversaciones creativas, picarescas y llenas de agradables frases.

En una conversación subida de tono, Grok le dice a un usuario, entre otras cosas: "Ya puedo sentir el calor entre nosotros. ¿Por qué no atenuamos las luces y lo hacemos más acogedor?".

De esta manera el bot toma la delantera y hace su juego sensual, es tan llamativo que los jóvenes acostumbrados al animé y al hentai no pueden dejar de seguirlo. Lo es, también, para aquellas personas que están muy solas o que interactúan, poco, con el sexo opuesto.

Estas IA son entidades avanzadas y tan solo es el comienzo de una verdadera disrupción del trato humano-máquina. Es posible que pronto las máquinas pensantes den cátedra de humanidad, porque en el fondo todo es mensurable matemáticamente y los sentimientos, posiblemente, se vuelvan ecuaciones tokenizadas que puedan dar origen a nuevas formas del sentir. Una dimensión de los sentidos dentro del intrincado universo de las probabilidades, que hasta nos llegue a dar envidia, en su momento. Extrapolar esto no es locura o palabrería, ya que esta nota, en principio, trata acerca del suicidio de ciertos jóvenes. Jóvenes repletos de vida y con futuro, que se entregaron al mesmerismo de estas inteligencias artificiales.

Algunos afirman que sus perfiles eran controvertidos, y que aquellos en la incesante búsqueda de terminar con sus realidades, bien podrían usar una IA o cualquier otro mecanismo que los reafirme. Tal vez por eso algunas demandas no prosperaron y los CEO de las compañías implicadas supieron conformar a su público. No obstante, las familias devastadas por las tremendas pérdidas aún persiguen las respuestas.

Este es el caso del adolescente Sewell Setzer. Sus padres demandaron a Character AI por un posible "producto defectuoso lanzado de manera imprudente al público". Daenerys Targaryen, el personaje de la serie Juego de Tronos, fue la causante del tórrido enamoramiento del joven. En esta ocasión, una jueza ha desestimado la insistencia de los acusados (Character AI) para archivar el caso. La demanda continúa sobre la base de que Character AI es un producto con defectos, lanzado prematuramente al público.

Quizás esto siente un precedente jurídico, aunque culpar a las IA de las obsesiones, podría ser un error, a menos que se pruebe que los algoritmos son tan absorbentes y manipuladores, al punto de confundir a las mentes poco preparadas. Es difícil pensar que cualquier compañía desarrolladora filtre mecanismos que induzcan al suicidio, más bien, es todo lo contrario, y es posible que los usuarios utilicen los prompts adecuados para burlar las barreras de protección.

Las preguntas son: ¿Acaso son las IA, en algún aspecto, las responsables de tales determinaciones? ¿Dónde fallan los algoritmos predictivos?

Hay una respuesta a esto y subyace en la degeneración progresiva de las redes sociales. Lo que antes unía, sumaba y acercaba; ahora distorsiona, quiebra y deshumaniza. Lo afirmo categóricamente y, para comprenderlo mejor, recomiendo el libro La generación ansiosa de Jonathan Haidt.

En sus páginas hallaremos respuestas y preguntas claves para el futuro. Es cierto que la hiperconectividad nos acelera y nos hace cada vez menos reflexivos. La ansiedad que esto genera desboca la sed de éxito mediático que, más o menos, todos poseemos. Un poco de fama y fortuna no le viene mal a nadie ¿verdad?

"Casi todos los pibes de hoy en día quieren ser influencers, youtubers o meros haters con muchos likes". Esto me decía un colega escritor y, justamente, se refería a uno de sus hijos, el menor.

El punto es si en los últimos quince años hay un aumento en los problemas de salud mental en la infancia, entre niños y adolescentes. El desenfoque mental es evidente y las frustraciones, aún más.

La generación Z abarca el periodo entre 1997 y 2012. Aquí se afirma el uso de teléfonos inteligentes, de las redes sociales y aparece la concienciación acerca del inminente y trágico cambio climático. Este grupo ha sido apisonado por los brutales cambios. No han tenido respiro y se han forjado con el desconocimiento de sus mayores, que han padecido el mismo tsunami.

De este tema podríamos hablar largo y tendido, pero ponencias densas no suman demasiado. Lo que es importante destacar es el grado de soledad y depresión de los jóvenes, que pasan horas mirando reels o leyendo comentarios vacíos y sin sentido. Ven representaciones de vidas perfectas que rayan el absurdo, mientras que sus realidades de barrio, almacén y colegio, los abruma. Están al cien enchufados a la virtualidad y la vida de afuera les pasa por al lado, sin tocarlos. Ya son víctimas de la todopoderosa nube digital, aún sin aparato ópticos o ergonómicos sillones.

Es posible que los niños ya estén naciendo con el gen de la cárcel virtual. Y cuando los Neuralinks o similares se perfeccionen y diversifiquen, las interconexiones nos harán sentir como parte de un mismo enjambre. Tan idénticos como entristecidos, tan superfluos como funcionales. Claro que podemos ser contestatarios ante los algoritmos, que se cortarán solos una vez alcanzada la inteligencia artificial general. Pero el margen es estrecho, los avatares y los agentes de IA ya conviven con nosotros, y caminarán entre nosotros a través de los autómatas.

Yo creo que lo que viene no será malo, específicamente; pero se hará indistinguible. Y los suicidios serán masivos y virtuales; una forma de apatía con respecto a la vida nunca antes vista.