La rabia es una emoción conocida por todos, aunque no siempre es reconocida ni aceptada o bien expresada. Además de ser una enfermedad de los animales, el diccionario define la rabia como ira, furia, cólera, enojo, irritación e indignación. A su vez la ira se considera un sentimiento de indignación que causa enojo y, como si se tratara de un bucle, las definiciones nos llevan a distintos nombres para una misma emoción que poco sabemos gestionar.

Podría decirse que la rabia es una emoción primaria que surge como mecanismo de defensa y reacción ante una acción percibida como amenaza. No solo los humanos podemos tener rabia, de hecho, los animales la tienen como una enfermedad contagiosa de la que nos hemos de cuidar.

Se considera que la rabia puede ser una respuesta ante situaciones molestas, incómodas o injustas, razón por la que se le asocia con la indignación. También es un mecanismo de defensa que produce efectos físicos en quien la padece, tales como el aumento de la presión sanguínea, aceleración del ritmo cardíaco y tensión muscular (por ejemplo, los puños apretados). Además, puede generar reacciones explosivas, con subidas de tono de voz y acciones que pueden lesionar física o emocionalmente a quienes reciben el impacto de la ira desatada sin ningún control.

La rabia tiene manifestaciones en el cuerpo, que suelen llamarse somáticas, y que reconocemos porque las hemos incorporado en el lenguaje cotidiano con frases como: “se me sube la sangre a la cabeza”, “me hierve la sangre”, “se me cierra la garganta” o “me patea el hígado”. Todas son expresiones asociadas a la rabia que nos hace “perder la razón”, que a veces explican actos y hechos irracionales cometidos bajo el efecto de la ira que nubla el entendimiento.

Es una emoción tan potente, compleja e incluso tóxica cuando no se sabe gestionar, por lo que la sabiduría popular dice que “la rabia es un veneno que te oxida por dentro”. ¡Tal cual! Se trata de una emoción que puede dañar cuando no la sabemos expresar y por eso hemos de aprender a gestionarla, porque cuando se guarda o acumula, se enquista sin que la podamos sanar.

Cuando los humanos tenemos rabia exagerada y continuada, está debería ser tratada pues cuando se convierte en una única y constante forma de respuesta al entorno hay que discernir cuáles son las causas o su origen; por ejemplo, el abandono, rechazo o traumas del pasado que explotan en el presente para ser resueltos.

Gestionar la rabia es dejar de aferrarse al enojo o guardarla para evitar expresarlo, todo lo contrario, es aprender a soltarla y liberarla porque como dijo Buda, nos puede hacer daño:

Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien, pero eres tú quien te quemas.

(Buda — Siddhartha Gautama, '563 – 483' a.C.—)

Sabemos que cuando la rabia surge incontrolada puede llevarnos a perder la razón, la memoria y la capacidad de acción respecto a lo que somos y sentimos. De hecho, es una emoción que se utiliza para tratar de explicar la pérdida de control en acciones violentas o delitos asociados a agresiones.

Por eso es necesario hablar de la rabia, pues, aunque es normal sentirla como humanos que somos, es posible aprender a gestionarla e incluso usarla a nuestro favor puesto que es una fuerza que puede impulsar la transformación del ser.

Así la rabia puede convertirse en una fuerza que puede ser bien utilizada, como cuando aumenta la adrenalina para actuar con más potencia de lo normal.

Es que esta emoción mueve tanta energía que se considera explosiva. Quizás por eso se caracteriza con el color rojo o colores similares a los de la lava que sale abruptamente de los volcanes cuando explotan. También se identifica con el fuego que lanzan los dragones por la boca, igual que nos pasa cuando decimos barbaridades cuando expresamos la rabia sin pensar en los daños que podemos causar en los demás.

En biodescodificación se dice que tras la halitosis o el mal aliento hay un conflicto territorial, es decir es una expresión de la necesidad de marcar el territorio, y también puede ser una manifestación de furia contenida. Asociando la emoción con el olor, sería como rabia guardada que huele mal, pues lo que no se gestiona se pudre. Aunque suene fuerte, así de inteligente es nuestro cuerpo físico que nos muestra lo que sentimos y guardamos, aunque no seamos capaces de verlo o percibirlo para curarlo.

Es genial saber que existen visiones tradicionales y ancestrales que reconocen la integralidad del ser humano y abordan la relación entre las emociones y el cuerpo físico, como vía para la curación de lo que llamamos síntoma o enfermedad. Así cada órgano se asocia a emociones que se tratan en la sanación del paciente teniendo en cuenta su historia vital y personal, además del momento existencial, aplicando un enfoque holístico que comprende las funciones orgánicas más allá de lo meramente biológico.

En este contexto se considera que la rabia no expresada se almacena en el hígado, siendo una emoción del fuego que quema, por eso la mencionada frase de Buda dice: “eres tú quien te quemas”.

Esto lo sé porque en un momento muy intenso de mi vida tuve una fuerte parálisis facial, cuyo diagnóstico respecto a los efectos y duración fue tremendo desde el enfoque de la medicina ortodoxa o alopática. Cuando me dijeron que tendría huellas para siempre en mi rostro y limitaciones en la expresión evidentes, inicié una búsqueda de tratamientos para recuperarme superando el abismo del miedo, el dolor y la frustración para convertirlas en acción transformadora de mi cuerpo, emociones y espíritu.

Por fortuna conté con enfoques “complementarios” que, desde otra visión de la emoción y su relación con el cuerpo, me sacó del pozo de la incomprensión de la situación para hacerme consciente que era el fuego de la ira almacenado en mi cuerpo el que había salido para ser visto y tratado. Gracias a ello emprendí un camino de sanación que, además del neurólogo incluyó la bioenergética con homeopatía y acupuntura, puntos de luz tibetanos, constelaciones familiares y por supuesto, la amorosa curación de los taitas (chamanes) del Amazonas que tanto me han enseñado de lo que existe más allá de la materia (o la biología).

Han pasado veinte años desde que esa experiencia, que pudo ser terrible, se convirtió en un hito en mi vida porque me permitió conocer otros saberes y así tener un proceso de profunda sanación, desde la integralidad del ser humano que aborda lo físico, emocional, espiritual, energético y mental que somos.

Ampliar el entendimiento de que complejos y maravillosos que somos, nos abre mundos de posibilidades para dejar de ser receptores pasivos de información y tratamientos, convirtiéndonos en reales protagonistas de la sana-acción de nuestras vidas.

La transformación pasa por aceptar que todos sentimos rabia en algunos momentos de nuestras vidas o quizás en muchos instantes de cada día. Esa emoción no tiene por qué ser mala o negativa; al contrario, es positiva si vemos y aceptamos lo que expresa, mueve o indigna para darle salida transformándola en fuerza que motiva el cambio en nosotros.

De esta forma, los humanos tenemos la capacidad de gestionar lo que sentimos y vibramos para transformarnos. Al aceptar la humanidad expresada en emociones como la rabia, podemos crear alertas para la acción consciente, en vez de la reacción inconsciente.

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Charles Le Brun (1619-1690) "La Ira (de Personajes de las Pasiones, grabados según los Diseños del Ilustre Monsieur Le Brun)". Grabados entre 1695 y 1720. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, EE. UU.

Es tan importante la rabia que no sólo es una emoción individual o personal, sino que puede ser una fuerza colectiva que impulsa acciones positivas de cambio y transformación de lo que nos indigna como sociedad.

Un buen ejemplo de que la rabia puede ser una manifestación de la dignidad colectiva y fuerza transformadora, fue el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia convocado por el Ejército zapatista de liberación nacional EZLN para celebrar 25 años del inicio del movimiento en México entre diciembre 2008 y enero del 2009.

Con música, teatro, danza, cuentos, poesías, pinturas, fotografías, cine y vídeos se ambientó la celebración y reflexión sobre la situación de los pueblos del mundo con luchas similares en tiempos del incremento de la voracidad del capitalismo, justo cuando la burbuja inmobiliaria explotó y se dio la crisis económica del 2008.

La rabia digna que honra el derecho (o los derechos) a expresar la indignación, el enojo, la irritación y hasta la ira que generan las desigualdades e injusticia. En un mundo que a veces parece perdido en la desidia y el olvido de la justicia, es posible y necesario reivindicar la dignidad como vía para expresar alternativas de cambio.

Es tiempo de empezar a ponerle poesía, arte, alegría y hasta sonrisas a la digna rabia para usarla pacíficamente ejerciendo el derecho a actuar para transformar la realidad.