Las caminatas de Neruda con el cartero, en Salina, la pasión desencadenada en Stromboli entre Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, mientras en “Vulcano” Anna Magnani se inmola por amor y Monica Vitti en “La Aventura” de Antonioni busca incansablemente a su amiga Lea Massari, desaparecida en un islote cerca de Panarea: visitar las islas Eolias, ya aclamadas por Homero en el X Canto de “La Odisea”, puede convertirse en un peregrinaje al más real de los mundos irreales, el cine.

“Pero si me parece que estoy viendo a Massimo aquí mismo caminando en la playa con Don Pablo. El pobre ya estaba bastante enfermo, a veces hasta en camilla lo traían, pero igual siempre amable, bromista y hasta echando tallas”: Santino Rosello gesticula y se pone la mano como visera para tratar de esquivar el sol de mediodía que azota sin piedad mientras caminamos por la playa de “Pollara de Santa Marina”, en la isla Salina, donde se filmó la mayor parte de la película “El Cartero de Neruda”.

El “Massimo” al que se refiere Santino es Massimo Troisi, el actor italiano que interpretaba al joven cartero y que falleció por un problema cardiaco congénito inmediatamente después de la última toma, mientras “Don Pablo” es el francés Phillipe Noiret, inolvidable Pablo Neruda en la película. Cuando le pregunto a Santino, por qué se refiere a Noiret como a “Don Pablo”, su rostro surcado de arrugas y cincelado por el sol isleño se distiende en una sonrisa y cuenta: “Yo no sabía nada de Neruda, entonces cuando trabajé como extra y veía a este señor caminando con Massimo y explicándole cosas de poesía y eso, desde ahí para mí él, Noiret, es Pablo Neruda. Después me entró curiosidad y vi algunas fotos y es casi igualito”.

En Salina, una de las islas que componen el archipiélago de las Eolias, al norte de Sicilia, con playas pequeñas de finas arenas amarillas y promontorios que caen abruptamente al mar, no hay habitante de más de 30 años que no se acuerde de la filmación de “El Cartero de Neruda”, que se realizó en 1994. Fue todo un acontecimiento, porque a pesar que ya desde los años 50 algunas islas del archipiélago habían sido escenario de películas, para Salina fue algo especial.

Así lo recuerda la señora Clara Rametta, propietaria del Hotel “Signum”, donde durante un mes, en abril de 1994, (primavera en el hemisferio norte, un estupendo período para visitar las Eolias) alojó la trouppe de la película: “Como Massimo ya estaba muy débil, se lo pasaba casi siempre en el hotel. La producción lo protegía mucho, organizaban el trabajo de tal manera que Massimo ni siquiera trabajaba todos los días e iba al set solamente cuando era imprescindible”.

“A menudo Massimo se sentaba en la terraza a leer, y como los domingos no se trabajaba, cada uno hacía lo que quería. El señor Noiret, por ejemplo, toda la vida andaba elegantísimo, impecable y siempre con un puro en la boca. Los domingos no salía casi nunca: se sentaba en la terraza, se llevaba varios pares de los zapatos que usaba cuando no filmaba y los lustraba. Decía que eso lo relajaba”, concluye la señora Clara.

En “La Pollara”, el lugar de filmación, a pesar de los 18 años transcurridos, el paisaje es casi el mismo, asegura Santino mientras el auto sube por una carretera sinuosa y muy estrecha, la misma que recorría el cartero para llevarle la correspondencia a “Don Pablo”. “Hay, eso sí, menos playa, porque el mar se ha comido casi todo, pero el paisaje es casi igual, con pocas casas, cada una con su huerta”.

“Y fíjese que aunque después se han hecho otras películas acá en la isla, para nosotros la filmación de ‘El Cartero’ fue inolvidable”, confiesa antes de despedirnos, mientras tomamos una “granita” de almendras (sorbete con hielo y almendras molidas) y comemos “Pane Cunzato”, un pan típico de la isla, casi sin miga y relleno con una montaña de exquisiteces, entre ellas tomate, mozzarella, y alcaparras, que en estas, sus tierras originarias, son grandes, verdes, fragantes y muy carnosas.

Ingrid y Anna: guerra entre volcanes

“Estimado señor Rossellini, he visto sus películas “Roma Cittá Aperta” y “Paisá” y me gustaron muchísimo. Si tiene necesidad de una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, a la que casi no se le entiende en francés y que en italiano sabe decir solamente ‘te amo’, estoy lista para viajar a Italia a trabajar con usted”. Firmado: Ingrid Bergman.

Era imposible resistir a una propuesta de ese tipo y el director Roberto Rossellini, que en 1949 era uno de los representantes más importantes del neorrealismo italiano no lo hizo. No podía desperdiciar la ocasión de trabajar con quien en ese momento era una de las estrella más famosas del mundo. Tenía ya un guión listo, y no obstante que lo había escrito pensando en otro “monstruo” del cine italiano, la explosiva Anna Magnani, en ese momento su compañera de vida, no lo pensó dos veces: Ingrid Bergman sería la protagonista de “Stromboli, Terra di Dio” y la isla homónima, donde se giró la película se convirtió en su primer refugio de su amor.

Aunque hace más de 60 años que Ingrid Bergman desembarcó en Stromboli, y a pesar de que la isla ha cambiado bastante, la casa que arrendó Rossellini para su protagonista, en la calle principal, sigue tal como era, según cuenta Roberto Scarcia, cuñado de Marcella Russo, nieta de don Giuseppe, el dueño: el frontis es rojo óxido, mientras las puertas y ventanas siguen teniendo el mismo color amarillo ocre.

Hace un par de años, Marcella con su hermana Cristina decidieron, crear la Asociación Cultural “Ingrid” y la casa es hoy un museo dedicado a Ingrid Bergman: se ha reconstruido el dormitorio de la actriz con la cama matrimonial, una cómoda, un tocador con su respectivo espejo y su butaquita más un armario de tres cuerpos medio abierto donde se divisan algunos vestidos que se usaron en la película. También hay afiches y fotografías de la filmación.

“Don Giuseppe contaba que Rossellini arrendó esta casa porque era la única de la isla que tenía baño dentro, porque en ese momento, el periodo inmediatamente después de la guerra, la luz eléctrica llegaba a intervalos, ni siquiera había hoteles y la mayor parte de las casas eran muy modestas”, explica Roberto. Y a propósito de luz eléctrica, aunque por supuesto que ahora hay luz en todas las casas, por decisión unánime de la población, las calles, que son muy estrechas, no están iluminadas. Este hecho tiene su explicación: en la oscuridad total se aprecia mucho mejor la cima del volcán Stromboli que con sus erupciones casi ininterrumpidas, aunque muy leves, impide olvidar que la isla le debe su nombre y su razón de existir.

En las últimas décadas, la isla se ha convertido en refugio de famosos, que prefieren pasar desapercibidos, como los estilistas milaneses Domenico Dolce y Stefano Gabbana que tienen una residencia de veraneo acá en la isla. Aunque los isleños ni siquiera los ven: “Nos damos cuenta que han llegado solamente porque se ve el yate frente al atracadero propio, y por las fiestas” cuenta la señora Antonella, vecina de los modistos. A la isla le dedicaron un perfume masculino: “Light blue living Stromboli”.

Si Stromboli en la posguerra era una aldea con pocos habitantes y menos comodidades, la isla Vulcano (bautizada así por los romanos que estaban convencidos que en uno de los cuatro volcanes de la isla, se encontraba la fragua del dios del fuego) era todavía más agreste. Por una parte la erupción de la última década del siglo XIX, había diezmado la población, y por la otra las secuelas de la derrota en la guerra tampoco permitía el desarrollo. Justamente por eso fue Vulcano el escenario que eligió la temperamental italiana Anna Magnani para su guerra personal contra la nórdica Bergman que le había quitado el rol…y la pareja.

En tiempos donde no solamente no existía Internet, sino que hasta la televisión daba sus primeros pasos en Italia, ( y ni siquiera llegaba todavía al sur), y aunque la película “Vulcano” (que también se giró en parte en Panarea y Salina), dirigida por el alemán naturalizado estadounidense Wilhelm Dieterle no alcanzó la perfección del filme de Rossellini, de todas maneras el furor mediático fue tan fuerte que a partir de ese momento Vulcano, la más meridional de las Eolias, con sus playas de arenas negras y sus aguas cristalinas, empezó a renacer.

Y también al cine le debe su renacimiento Panarea, hasta 1959 prácticamente desconocida. Ese año Michelangelo Antonioni escogió dos de los islotes adyacentes a la isla, Basiluzzo y Lisca Bianca para las escenas más importantes de la película que lo consagraría a nivel internacional, “L’Avventura”, con Monica Vitti. Y aunque en 1960 la Palma de Oro en el Festival de cannes sería para “La Dolce Vita”, de Federico Fellini, “La Aventura” ganó el “Premio del Jurado” en el prestigioso certamen.

Desde entonces Panarea, la más pequeña de las Eolias con solamente 3,3 kilómetros se convirtió en meta imperdible del jet set italiano, y lo es hasta el día de hoy: ricos industriales del norte de Italia y famosos del cine empezaron a comprar y restaurar las casas que los viejos habitantes de isla, pescadores y campesinos, habían comenzado a abandonar tras la crisis económica da la posguerra que los obligaría a buscar suerte en Australia y Estados Unidos.

Edda Musssolini y su amor comunista

Lipari es la más grande de las islas Eolias y la primera que se pobló hace más de cinco mil años (V milenio A.C), aunque Panarea es la más antigua desde un punto de vista geológico. Según numerosos vestigios, los primeros habitantes de Lipari provenían de la cercana Sicilia y se atrevieron a desafiar la furia de los vientos del Tirreno atraídos por la oxidiana y la piedra pómez, durante milenios la riqueza principal de la isla.

Para el episodio “Coloquio con la madre” de la película “Kaos”, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani ubican al dramaturgo Luigi Pirandello de regreso a su tierra natal, en el sur de Italia. Deambulando por las habitaciones vacías de la casa, Pirandello recuerda una historia que le contaba la madre: un viaje hecho con sus hermanos desde Sicilia a la isla de Malta y el desembarco en un lugar irreal: la “Isla de la Piedra Pómez”.

Y aunque tal isla no existe el lugar donde los niños se bañan sí existe: es una de las playas de Lipari, “la Playa Blanca”, con arenas blancas e impalpables, creadas por la piedra pómez que cae en abundancia sobre la arena y el mar, formando figuras increíbles y sugestivas. A la playa se llega por una tortuosa carretera circundada de montañas rojas y negras (de piedra pómez y oxidiana).

Uno de los monumentos históricos más importantes de la isla es “El Castillo”, construcción que data del medioevo y donde se advierte, sobre todo en los diferentes tipos de muros que lo rodean el paso de todos los invasores. Hasta hoy “El Castillo” constituye el punto fundamental del centro histórico y es aquí donde se filmaron las escenas de la película para televisión “Edda y el comunista”, basada en una historia verdadera: la pasión entre Edda Mussolini, hija del Duce Benito, desterrada a Lipari en 1944, y Leonida Bongiorno un joven militante comunista de la isla.

Aunque había sido condenada a dos años de destierro, Edda cumplió solamente uno, porque luego llegó la amnistía. Muchos años después, en 1971 se encontró de nuevo con su amante en Lipari, según el libro “Edda Ciano Mussolini y el comunista. La Pasión inconfesable de la hija del Duce”, del escritor y periodista Marcello Sorgi (ex director del diario “La Stampa”), elaborado a partir de la correspondencia entre ambos amantes.

En esa oportunidad, Bongiorno llevó a Edda ante una pared en la que 30 años antes había copiado de “La Odisea” una frase de la maga Circe a Ulises: “Aconséjate solamente con tu corazón: te dirá cual es la ruta”, Sería la última vez que se vieran, aunque según Sorgi la pasión nunca se aplacó. La hija de Mussolini, que murió en Roma en 1995, nunca más volvió a Lipari.

Para mayor información sobre las islas Eolias, remitimos a: www.wsimagazine.com