A la edad de 103 años falleció en Chile Nicanor Parra. En el país se decretó duelo nacional y la prensa mundial se ha hecho eco de su muerte. Sobre su ataúd fue escrito lo que el anti poeta escribió alguna vez sobre un crucifijo: Voy y vuelvo. En su caso tal vez sea también que ni siquiera se vaya. Porque escribió asimismo:

«Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera...»

pero su obra repercutió en toda la poesía de lengua castellana y se proyectó a distintos otros idiomas.

El mismo año

Parra nació el año que se inició la primera guerra mundial.

Ese mismo año, Gabriela Mistral ganó en Chile su primer concurso literario; publicó después en EE.UU., México, España y Argentina; y en 1945 le fue otorgado el premio Nobel, por «su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano»; y es, hasta ahora, la única mujer escritora en castellano que lo ha obtenido (en Chile, el Premio Nacional de Literatura se le concedió tan sólo en 1951...).

También el mismo año que nació Parra, Vicente Huidobro publicó los que se consideran sus primeros manifiestos, Arte del sugerimiento y Non serviam; y dos años después su obra El Espejo del Agua, que expresa definidamente la vanguardia literaria que fundó, el creacionismo:

«El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse, en absoluto, de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización».

Huidobro se radicó después en París en plena primera guerra mundial, y publicó asiduamente en España y Francia; y su planteamiento del creacionismo fue crítico del surrealismo, con el que tuvo tanto discrepancias como coincidencias, al punto que numerosos poemas de Huidobro son considerados surrealistas.

Pablo Neruda, nacido diez años antes que Parra, obtuvo su primer premio en un concurso literario en 1921; dos años después publicó su primer libro, Crepusculario, y en 1924 su famoso Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada; se distanció luego progresivamente del modernismo; recorrió parte del mundo como cónsul de Chile y, radicado en España, se vinculó en especial a los poetas de la llamada Generación del 27 (Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Rafael Alberti); calibró el surrealismo y definió su propia obra, en contraste con el modernismo, como «poesía impura»; y no cesaría de publicar con creciente repercusión y traducciones, alcanzando el Nobel de Literatura en 1971.

A diferencia de Huidobro, que nació en Santiago de una familia acomodada, Mistral y Neruda, nacieron y se educaron en provincias del norte y el sur del país, en medios de modestas condiciones. La vida y obra de los tres muestra sin embargo por igual hasta qué punto la poesía y la cultura han estado en Chile relacionadas con la política y el avance democrático, en forma que el progreso del país permitió su surgimiento y proyección como autores, así como su poesía se relaciona con distintos aspectos y tendencias del desarrollo nacional.

Cuatro grandes poetas

La poesía es el género que le ha valido mayor reconocimiento internacional a la literatura de Chile, tanto que en ocasiones se le ha llamado país de poetas. Sus antecedentes se remontan a la conquista española y, en particular, a La Araucana, poema épico de Alonso de Ercilla, que en la literatura española suele parangonarse con el Cantar de Mio Cid. Y en Chile residieron después distintos poetas extranjeros, principalmente latinoamericanos, que dejaron su huella en el país; fue en particular el caso de Rubén Darío, que hacia fines del siglo XIX publicó en Chile su obra Azul, generalmente considerada entre las más relevantes del modernismo hispánico.

Parra creció pues teniendo como referencia la obra de todos ellos; en especial la de sus coetáneos, Mistral, Huidobro y Neruda; sus distintos estilos o tendencias; las relaciones de Mistral con Huidobro y con Neruda, o las coincidencias y controversias entre Neruda y Huidobro. Los tres han sido generalmente incluidos en la respuesta a una pregunta que surgió hace tiempo en el país: ¿Quiénes son los cuatro grandes poetas de Chile?

Nicanor Parra resolvió el interrogante con un sarcasmo de alcances sucesivos y característico de su obra:

«Los cuatro grandes poetas de Chile
son tres
Alonso de Ercilla y Rubén Darío».

Una familia notable

Parra nació en un suburbio de una ciudad de provincia, en una familia modesta, hijo mayor de un matrimonio con varios hijos, hombres y mujeres. Pudo cursar sus estudios secundarios en lo que ha sido una de las glorias de la educación pública en Chile, el Internado Nacional Barros Arana, gracias a una beca obtenida de la Liga de Estudiantes Pobres, y permaneció en el Internado desempeñándose como inspector mientras hizo sus estudios universitarios de Matemáticas y Física, graduándose de profesor en 1937.

Ya para entonces, de conjunto con otros compañeros de inquietudes en el Barros Arana, que llegarían todos a destacar en la cultura nacional (Jorge Millas, Luis Oyarzún, Carlos Pedraza), había sido cofundador de una revista literaria, publicado un cuento en verso libre, iniciado lecturas sobre la poesía chilena, los poetas españoles de la época, los surrealistas franceses y el dadaísmo. Ese mismo año publicó su primer poemario, Cancionero sin Nombre, muy influido por la obra de Federico García Lorca, conoció después a Pablo Neruda, recibió elogios de Gabriela Mistral, leía a Walt Whitman, obtuvo en Santiago el Premio Municipal de Poesía, fue incluido en antologías de poesía chilena. En los años siguientes hizo un postgrado en mecánica avanzada en los EE.UU., fue director de la Escuela de Ingeniería en la Universidad de Chile, residió tres años en Inglaterra, donde estudió cosmología en Oxford, a la vez que leyó concienzudamente a Shakespeare y otros autores clásicos europeos, y estudió el psicoanálisis...

Como hermano mayor en una notable familia, Parra prácticamente los remolcó a todos: varios de sus hermanas y hermanos fueron o han sido artistas y creadores reconocidos por sus propios méritos, destacando muy en especial su hermana Violeta Parra, folklorista, artista plástica y cantautora cuyas canciones pueden considerarse, a justo título, de la mejor poesía.

Diecisiete años después

No fue sino diecisiete años después de su primer poemario que, en 1954, Parra volvió a publicar poesía: Poemas y Antipoemas, la obra con que dio inicio a una nueva tendencia poética, que pasó a llamarse antipoesía, a la que se abocó prolíficamente en adelante y la que adquirió resonancia en toda la literatura contemporánea, suscitando multitud de estudios analíticos, caracterizaciones y adjetivos explicativos. El propio Parra señaló que la antipoesía resultó de su búsqueda retroactiva, desde las tendencias imperantes en su época hasta el Renacimiento, cuando le pareció que se había producido lo que llamó «la arteriosclerosis de la poesía», transformándose en «poesía de cuello y corbata, o poesía cortesana», mientras la poesía medioeval era «una poesía de feria, inmediata, directa», en breve, «una poesía popular», cuyo sustrato en el Medioevo subsiste hasta nuestros días

«aquí, a un metro de mi propia nariz, (en la) subcultura, que en realidad es la cultura propiamente tal, la gran cultura: (...) la vida popular (...) mucho más auténtica, una vida mucho más real (...). Desde luego había un problema de lenguaje que estaba resuelto en la poesía popular: el poeta no habla un idioma de su propiedad, sino que habla la lengua de la tribu».

La antipoesía de Parra, que desacraliza todos los componentes tradicionales de la poesía, tiene sin embargo antecedentes que pueden rastrearse en especial en la obra de Neruda, quien ya en 1936 había escrito por ejemplo:

«Preguntareis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
(...) Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa con perros y chiquillos.
(...) Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra.
(...) Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!».

Hay también coincidencias, como las que pueden observarse con Odas Elementales (publicada el mismo año que Poemas y Antipoemas), donde Neruda de inicio escribe: «Yo me río,/ me sonrío/ de los viejos poetas (...) siempre dicen "yo"/a cada paso/ les sucede algo/ es siempre "yo",/ por las calles/ sólo ellos andan/ o la dulce que aman/ nadie más,/ no pasan pescadores,/ ni libreros,/ no pasan albañiles/ nadie se cae de un andamio/ nadie sufre,/ nadie ama/ sólo mi pobre hermano,/ el poeta,/ a él le pasan/ todas las cosas/ y a su dulce querida...». O puede advertirse que, a su vez, la obra de Parra no dejó de influir en la de Neruda, en particular en Estravagario, donde por ejemplo un poema empieza diciendo: De cuando en cuando y a lo lejos/ hay que darse un baño de tumba./ Sin duda todo está muy bien/ y todo está muy mal, sin duda; y se concluye: Si quieren no me crean nada./ Sólo quise enseñarles algo./ Yo soy profesor de la vida,/ vago estudiante de la muerte/ y si lo que sé no les sirve/ no he dicho nada, sino todo.

Fronteras del ser humano

En 1967 Parra obtuvo en Chile el Premio Nacional de Literatura, en tres ocasiones fue postulado después para el Nobel y recibió distintos premios internacionales, incluido el más importante del idioma castellano, el Premio Cervantes («... reconoce esta vez no solo la valía de un creador universal, sino también la necesidad de la búsqueda de nuevas formas de expresión y la exploración de las fronteras comunicativas del ser humano»).

En 1962 la Universidad de Chile otorgó a Neruda la calidad de miembro académico, y el discurso de recepción se le encargó a Parra, quien distinguió en la obra de Neruda «tres etapas fundamentales», coincidentes con las edades de su autor: «poesía adolescente (...) poesía juvenil (y) poesía madura», las que definió así: «La primera etapa es la del dolor: Ah mi dolor, amigos, ya no es dolor de humano (El Hondero Entusiasta). La segunda corresponde al ensimismamiento producido por el dolor reiterado e ininteligible: El corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro (de Sólo la muerte, Residencia en la Tierra). Y la tercera es la etapa de la curación por el método marxista: Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría (A mi partido, Canto General)»; las que caracterizó después con «las siguientes formulaciones equivalentes: Conflicto, Ruptura, Reconciliación / Crepúsculo, Noche, Amanecer / Choque, Repliegue, Avance victorioso / Otoño, Invierno, Primavera-Verano / Tesis, Antítesis, Síntesis».

Para ilustrarlas citó luego in extenso distintos poemas de Neruda. Al cabo de lo cual concluyó: de Neruda «pareciera surgir la enseñanza de que la plenitud del individuo es la resultante natural de su integración correcta a la lucha social. Fuera de ella, fuera de la lucha social, todo es dolor, todo es tiniebla; todos los caminos conducen a la locura».

El enunciado conclusivo de Parra sobre Neruda, permite a la vez apreciar, al margen de disimilitudes de forma o de lenguaje, la diferencia esencial con el predicamento de Parra, que es distinto y puede considerarse especialmente expuesto en «Soliloquio del individuo», el poema que cierra Poemas y Antipoemas: para Parra, la condición humana se representa en la del individuo, en la búsqueda de sentido, sus progresivas interrogantes y su recurrente perplejidad. No es por cierto que Parra se haya desentendido de la vida social; no muchos años antes de su muerte estuvo incluso en huelga de hambre por una causa mapuche. Pero difícilmente se le pueda atribuir otra identidad política que no sea la subversión irrestricta del lenguaje, disparada sin concesiones contra todos los ámbitos ideológicos por igual, y sin sujeción alguna a los influjos del poder. A partir de Poemas y Antipoemas, su obra fue prolífica, incluyendo variantes, tales como sus artefactos (La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas), y también artefactos visuales o instalaciones. Vivió al fin de cuentas en un país que, al menos restablecida la democracia, le permitió exhibir, en el centro cultural del propio palacio presidencial de La Moneda, una instalación llamada El Pago de Chile, consistente en la figura de todos los presidentes que ha habido en su historia, incluyendo al que estaba en ejercicio, colgando ahorcados...

En la costa central

Entre Neruda y Parra hubo divergencias y aprecio mutuo. Durante algún tiempo vivieron ambos en Isla Negra. Le preguntaron a Parra si le gustaría ser el mejor poeta de Hispanoamérica. «Me bastaría con ser el mejor de Isla Negra», respondió. En otra ocasión se le comentó a Neruda: «Inteligente Parra, ¿ah?». «Sí, pero se le nota demasiado, contestó Neruda. Lo que se le trasmitió a Parra, a quién a su vez se le preguntó: «Inteligente Neruda, ¿no?».«Sí, respondió Parra, pero no se le nota».

Parra fue ahora sepultado en Las Cruces, en la costa central de Chile, en la casa donde vivía, a corta distancia entre Cartagena, donde yace Huidobro, e Isla Negra, donde reposa Neruda.