Hace unos 60.000 o más años el hombre prehistórico hacía frente a un hecho trascendental para la raza humana: la necesidad de «sobrevivir» en un mundo hostil y violento, para lo cual dependía en mucho de sus instintos innatos y sus reflejos condicionados al igual que otros animales. Pero felizmente contaba además con el inicio del desarrollo de su inteligencia producto de un cerebro superior en su función al de los restantes animales. Alimentarse, protegerse de los animales feroces o guarecerse de la lluvia y los rayos, procrear hijos y cazar eran sus actividades cotidianas.

En el principio de la humanidad predominaban la «ignorancia» y el «temor»; y como el ser humano no conocía el origen de las cosas tenía «miedo» de todo lo que le rodeaba y se preguntaba ¿quién produce los truenos, los rayos y la lluvia? ¿Por qué hay noche y día? ¿Quién provoca los terremotos y las inundaciones? La respuesta siempre estaba en relación con que «algo desconocido o sobrenatural» era lo que ocasionaba eso y entonces con el transcurso del tiempo «eso» llegó a ser calificado como «los espíritus» o «los dioses».

El primer reformador religioso de la historia

Surgieron así infinidad de dioses diferentes en todos los pueblos y les dieron poderes en algunos aspectos a cada uno, estas creencias prevalecieron por miles de años, hasta que surgió la mente privilegiada (siempre las hay en todas las épocas y para diferentes hechos), de un rey en Egipto, que tuvo la idea de que era imposible que existieran tantos dioses y menos que muchos fueran animales, o mitad animal y persona o que tuvieran carácter antropomórfico. Él, en contra de la opinión de sus sacerdotes, tuvo la idea (aceptada en la actualidad por miles de millones de personas), de un Dios único, creador y causa de todas las cosas existentes. Este fue Amenhotep IV, quien se hizo llamar Akenatón, faraón de la XVIII dinastía de Egipto, país donde sus antecesores y el pueblo creían en cientos o miles de dioses.

Este faraón de Egipto es considerado el primer reformador religioso del mundo antiguo, de hecho, este rey simplificó la religión de los egipcios de manera radical, ya que este país tenía cientos de dioses al igual que los otros pueblos de su tiempo, y él en forma radical y revolucionaria remplazó a todos los dioses por uno solo, e incluso prohibió los de carácter antropomórfico y al famoso dios Ra, un dios con cuerpo de persona y cabeza de halcón, coronado por un disco solar, que era el dios de los faraones, pero había muchos otros, de animales (el cocodrilo, el carnero, el león, el halcón, etc.), y la mezcla de animales y personas en un solo cuerpo.

Como señalamos, Amenhotep IV los eliminó y sustituyó por un solo dios, Atón, el creador de todo lo existente en la Tierra y ese dios abstracto a partir de ese momento guiaría los destinos del pueblo egipcio. Este concepto monoteísta, para los egipcios no solo fue inesperado sino inconcebible ya que estaban acostumbrados por una tradición religiosa de siglos a adorar diferentes dioses según lugares y costumbres, como Osiris para la muerte, Min para las cosechas y dioses para la fertilidad, el nacimiento, los matrimonios, la lluvia, la guerra, etc. Para los sacerdotes sucedió igual o peor, ya que por generaciones habían dedicado su vida a la adoración de dioses y deidades que protegían facetas diferentes de la vida del pueblo, esa decisión no solo fue desconcertante, sino que los rebaja en todo sentido ya que dejaron de ser los intermediarios entre los dioses y las personas y este solamente lo sería el faraón.

Reinado y nueva capital

Este faraón reinó en Egipto a partir del año 1352 a.C. y hasta 1335 a.C. y en forma sorprendente y después de ser el rey por cinco años de Egipto y de vivir en la ciudad de Tebas (esta y Menfis habían sido los sitios habituales de residencia de los faraones), decidió fundar una nueva ciudad con el nombre de Ajetatón en el desierto, en un sitio conocido posteriormente como Amarna; y una vez construido las casas, palacios y templos, se fue a vivir ahí con la Gran Esposa Real Nefertiti y sus hijas, los cortesanos y aproximadamente 30.000 personas más.

Al trasladarse a ese lugar estaba dando a entender que existía un rompimiento total religioso e ideológico en Egipto. La ciudad se convirtió en el centro político religioso del país y en el lugar del nuevo culto. Las únicas imágenes permitidas en dibujos o monumentos era la de él, la familia real (como realmente eran sus figuras y no diferentes muy fuertes y poderosos como era costumbre dibujarlas o hacer esculturas), o la de Atón, simbolizado por el disco solar, del que salían brazos en forma radial y que terminaban en manos. Atón representaba al dios del sol y personificaba la fuente de toda la vida.

Aunque el faraón era considerado el representante de dios en la Tierra, sin embargo, antes de este suceso, los sacerdotes administraban los templos y tenían gran poder político y económico pues recaudaban los impuestos y su jefe o sumo sacerdote, era la cabeza en el campo religioso y un intermediario entre los dioses y el pueblo; hay que considerar que, en la Antigüedad, la religión era una parte muy importante del proceso no solo espiritual, sino político y social de los pueblos incluyendo Egipto. Por otro lado, la construcción de la nueva ciudad se hizo a expensas del dinero que poseían los sacerdotes (obtenido como impuestos y rentas pagados por al pueblo), además, les quitó ese privilegio y todas las inmensas riquezas que poseían fueron a dar a sus nuevos templos. Y Akenatón como sumo sacerdote de Atón, despojó de toda autoridad al sumo sacerdote de Amón-Ra, y se la dio a sí mismo y eliminó así la casta sacerdotal.

Hay que recordar que en la época de Amenhotep III, padre de Akenatón, este ya había insistido para que se aceptara la triada de dioses formada por Atón, Shu, Tefnut, para ser venerada en Egipto, y que fue aceptada por los sacerdotes en Tebas. Este cambio de culto ordenado por su padre debe haber influenciado a Akenatón para realizar su radical reforma religiosa.

Cambio de nombre y culto a Atón

Amenhotep IV cambió su nombre por el de Akenatón, y declaró ser el verdadero intermediario «hijo» entre su pueblo y el único dios existente Atón, creador del cielo y la Tierra, dueño del universo, auto creado, eterno, omnipotente y protector de Egipto. El pueblo debía adorar al faraón, y este, a Atón. Incluso le dio a su esposa Nefertiti y a sus hijas el rango de divinidades.

Ordenó que se le venerara a Atón en templos abiertos (sin techo) al aire libre, pues el dios era el sol representado como disco solar. Su esposa le acompañaba en las ceremonias de todo tipo y todo el tiempo y era una mujer de gran belleza según se aprecia en sus bustos de los museos. Como a las personas se les hacía difícil entender a los dioses sin una imagen, ya fuera un dios antropomórfico o un animal de los que simbolizaban algún dios, él señaló al pueblo que podían tener figuras de él su esposa y de la familia real en sus casas, y en los templos se pusieron los mismos en los altares para ser adorados, pero siempre acompañados por la figura del disco solar que representaba al Dios Atón. Aceptaba la inmortalidad del alma, por eso preservaban el cuerpo momificándolo, para que se pudiera unir al alma luego de su muerte terrenal.

Como para los egipcios era muy difícil eliminar de un golpe a sus dioses, en especial a Amón-Ra y otros, él ordenó a su ejército la búsqueda y destrucción en los templos y casas de todas las imágenes de los antiguos dioses con el fin de borrar la memoria de ellos en todo Egipto, por esa razón y por su modo autoritario y personal de tomar muchas decisiones que antes tomaban los ayudantes de los faraones, fue calificado como hereje, dictador, incestuoso, etc.

Por su tiempo, Egipto gozaba de un periodo de paz y riqueza e incluso de poderío militar, pues hacía pocos años había sido liberado del yugo de los gobernantes extranjeros conocidos como los hicsos. El rey, aparte del territorio egipcio, dominaba a Nubia, Siria, Canaán, Gaza y Fenicia que pagaban con impuestos en oro, marfil, maderas, telas, e incluso esclavos.

Muerte y destrucción de su legado

Al morir, su hijo Tutankamón, que no era hijo de él y de su esposa Nefertiti, pues esta solo tres hijas le dio, (este hijo lo tuvo con otra esposa «secundaria» Kiya), para poder gobernar, accedió al regreso de los sacerdotes y les devolvió su poder y se fue a reinar en Tebas y él mismo ordenó desaparecer todo lo realizado por su padre, incluyendo la ciudad y sus templos y el culto a Atón y reinstaló al panteón de mil dioses que tenía antes el pueblo egipcio. Resultó una paradoja que siglos después se descubriese que Tutankamón (mediante pruebas del ADN) era hijo del faraón y de una de sus hermanas y que Kiya, considerada su madre, era sólo de crianza.

Así pues, a la muerte de Tutankamón, el culto a un solo dios cayo en el olvido e incluso siglos después los egipcios, los persas, los griegos y los romanos hasta la llegada del papado, y del islam posteriormente, siguieron teniendo diversos dioses en su culto religioso. Un hecho muy interesante es que los funcionarios del Estado durante el reinado de este faraón, algunos familiares y parte del pueblo que creía en él huyeron de la ciudad de Ajenatón, para no ser asesinadas por las turbas sacerdotales hacia el desierto. Esto probablemente inspiró la leyenda de la huida de los israelitas de Egipto como veremos.

Se aprecia que este monoteísmo fue anterior al de los hebreos y posiblemente fue inspirador del mismo para ese pueblo y para el relato de Moises en la Biblia, para los creyentes, Moises, quien vivió un siglo después y recibió de Dios las tablas con los mandamientos para el pueblo hebreo con el compromiso de adorarlo solo a Él, como único Dios. Sin embargo, en la historia egipcia no hay datos sobre este personaje judío ni sobre su huida con el pueblo en masa hacia el desierto del Sinaí, como señala el Antiguo Testamento.

Por otro lado, para los creyentes, según la Biblia, Abraham (anterior a Akenatón) fue monoteísta, debemos señalar que no existen datos históricos, arqueológicos, antropológicos, incluso de eruditos judíos serios que confirmen la existencia de esta figura religiosa, padre de las tres grandes religiones monoteístas; la judía, la cristiana y la del islam. Además, el compromiso inicial para con un único dios era con su familia y un grupo de israelitas, quienes fueron considerados sus seguidores. Abraham aceptaba y respetaba la existencia de otros dioses de los pueblos que visitaba e que incluso le ayudaban.

Está muy claro que Akenatón se adelantó a su época debido a ser un hombre con un gran talento religioso y un visionario en este campo, había nacido antes de tiempo.