De un evento poco grato en la historia de la humanidad como la «Noche de los Cristales Rotos», acontecido entre el 9 y 10 de noviembre de 1938 se puede aprender algunas lecciones poco agradables.

Se aprende que se puede justificar desde la legalidad actos contrarios al respeto humano, destruyendo sus instituciones, mancillando derechos, reprimiendo sociedades y todo desde el marco jurídico, ignorando la opresión contra las minorías desde el supuesto de que «cumplen con su deber», mientras, por el otro lado, se exaltan a las masas a cometer actos censurables.

También se comprende que es imperativo castigar a una población completa, basado en una excusa por burda que parezca. Tal es el caso del atentado perpetrado por el joven judío Herschel Grynzpan contra el diplomático alemán Ernst vom Rath, y sobre lo cual se llegó al momento cumbre de la persecución contra los judíos alemanes, hecho que había comenzado casi de inmediato de tomar los nazis el poder en ese país.

Solamente estaban buscando la excusa «perfecta» para justificar sus políticas destructivas.

Es posible, además, convertir en mártir a cualquier figura con el fin de utilizarlo para fines políticos, por turbios que estos sean y así llevar adelante cualquier acto; por opuesto al respeto y los valores de la vida. Ya que en la imagen martirizada se reflejará todo lo negativo del colectivo contra el cual se emprenderán los actos atroces.

Otro aspecto fundamental es que se puede usar la religión como justificación para exterminar a un pueblo. Se puede condenar por ser el «asesino de Dios», se puede quemar sus libros sagrados, sus lugares de culto y hasta a sus líderes religiosos. Con la caída de las sinagogas en Alemania, lo que estaba derrumbándose también era la fe en la humanidad.

No hay genocidio sin deshumanización, no hay deshumanización sin confinamiento, no hay confinamiento sin boicot, no hay boicot sin chivo expiatorio y no hay chivo expiatorio sin una sociedad enferma.

Gradualmente los nazis vendieron la idea de que los problemas internos en su país recaían sobre una minoría, la cual tenía «secuestrada» su economía, a quienes se les consideraban en el marco de la otroriedad ajena al nacionalismo alemán, quienes representaban el espíritu de la maldad, que eran capaces de asesinar divinidades y sin duda se atreverían a destruir una sociedad desde adentro, por lo tanto era labor obligatoria acabar con ellos para luego hacer un «memorial acerca de su maldad» para asegurar el futuro de las próximas generaciones.

Ninguna persona despierta con la intención de cometer un genocidio, por esto la gradualidad de las acciones demostrará los guiños de alerta ante los deseos de actuar con tal infamia. En el caso de la shoah, el odio iba aumentando y justificando las acciones posteriores, se realizaron boicots económicos, se les segregó por aspectos raciales (leyes de Núremberg), los confinaron en guetos, les expulsaron del país, les llamaron «plagas», «pestes», «ratas», y finalmente los intentaron exterminar.

Y en el momento cumbre del exterminio no se concentraron solo en los que vivían en su territorio, sino que conforme iban avanzando en su proyecto de conquista territorial, recogían a los judíos en el camino para enviarlos hacia el mismo destino que los que tenían en su país, esto le agrega una terrible sazón distinta al amargo caldo que la humanidad debió beber durante la shoah.

De la shoah directamente se aprende que se pueden cometer crímenes contra una población y al estudiarlo a través del tiempo, negar que esto sucediera, o disminuir el impacto de lo ocurrido.

Cuán infame es hoy querer negar los hechos que acontecieron en ese momento de la historia, basados por supuesto como acostumbra la narrativa de los académicos posmodernos. Cómo desgasta responder una y otra vez las majaderías de los revisionistas y negacionistas, que sencillamente no aceptarán por una obsesión basada en prejuicios contra las víctimas del genocidio.

«¿Qué particularidad tuvo la shoah con respecto a otros genocidios?» se preguntarán las generaciones actuales. La respuesta, aunque compleja, no es definitiva. Lo que marca este genocidio de otros es que, a partir de este, se logró el marco legal internacional para poder condenar y combatir los genocidios, lo cual no ha evitado por supuesto que se repitan actos de barbarie contra pueblos en diferentes países del mundo, todavía hoy en un mundo que se supone más «interconectado» y «desarrollado».

Pero es en ese elemento diferenciador de la shoah, que además de convertirla en un parámetro para medir otros crímenes de lesa humanidad, se transforma también en uno de los hechos más rebatidos y sobre expuestos de la historia del último siglo.

La shoah ha sido utilizada para justificar odios modernos contra el Estado de Israel; por su carácter judío, la usan para desacreditar su existencia o por el contrario se vende la idea errónea que fue la «excusa» para crear las condiciones de este Estado, negando la labor realizada desde finales del siglo XIX por los movimientos sionistas, y quizás aceptar que la shoah en su momento aceleró el proceso hacia esa autodeterminación.

En el mismo marco de los conflictos en el Medio Oriente existen enfrentamientos entre quienes se han transformado en negacionistas de la shoah, tal es el caso de Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, quien hizo su tesis doctoral negando los hechos ocurridos contra los judíos durante la II Guerra Mundial. Mientras que, por el otro lado, hay quienes acusan al Estado de Israel de hacer con las poblaciones árabes palestinas lo mismo que hicieron contra los judíos los nazis, en una contradicción que no debe sorprender ya que es parte de la narrativa de los discursos actuales.

Sin embargo, y a pesar del uso político que le dan ciertos actores del sistema internacional, el tema de la shoah tiene una funcionalidad para destacar los elementos claves que señalarían la posibilidad de estar frente a un nuevo caso de genocidio.

a. Asesinar a miembros del grupo.
b. Provocar serias lesiones físicas o mentales a miembros del grupo.
c. Imponer deliberadamente en el grupo condiciones de vida calculadas para causar su destrucción física total o parcial.
d. Imponer medidas destinadas a prevenir nacimientos dentro del grupo.
e. Transferir a niños del grupo a otro grupo por la fuerza.

En línea con estos principios establecidos desde el 9 de diciembre de 1948 en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, más que justificado por los hechos acontecidos contra los judíos durante la II Guerra Mundial, resulta obligatorio hacer un análisis de los principales hechos bélicos de la última década para estar atentos ante la posibilidad de que se esté delante nuevamente de esta clase de crímenes contra la humanidad.

• Exterminio y desplazamiento obligatorio de cristianos en el Medio Oriente.
• Violaciones y asesinato sistemático contra la minoría yazidí en Irak.
• Acusación de genocidio y desplazamiento contra la población Rohyngia en Birmania.
• Conflicto de los países del Golfo contra el grupo paramilitar Hutí, en Yemen, donde se bloquea el acceso a la ayuda humanitaria para la población civil.

Resulta imperioso estudiar cada caso para que se puedan dar juicios utilizando también como antecedente otro hecho que marca la realidad inmediata a la Segunda Guerra Mundial; los juicios de Núremberg que el pasado 20 de noviembre cumplieron 72 años de haberse efectuado. De una forma irónica se debe citar que los juicios se dieron en la misma ciudad donde 10 años antes se habían establecido las leyes con el nombre de dicha ciudad que comenzaba a deshumanizar a los judíos para luego justificar su exterminio.

En definitiva, el conocimiento que se alcanza de algo como la «Noche de los Cristales rotos» demuestra la progresividad de los hechos que se pueden extender a varias décadas posteriores.

Un levantamiento popular, que podría ser marcado de «inocente»; aunque es evidente que no hay inocencia en ningún acto de vandalismo o violencia contra una minoría, mucho menos si la intervención del Estado no es la adecuada para mitigar el impacto, sino que se transforma en un hecho casi «institucionalizado» o justificado desde el aparato burocrático.

Lo que arrastraría esa trágica noche hasta hoy sigue enseñando que la humanidad no aprende de sus errores, sino que por el contrario los reitera con distintos actores, con diferentes justificaciones y con variados niveles de ensañamiento y destrucción.

Por supuesto que el daño ocasionado trajo consigo cambios «positivos» que alcanzaron a todas las sociedades, en el marco jurídico y de la defensa a los derechos humanos. Pero el precio a pagar fue uno de los más grandes, y no ha sido para nada barato, ni suficiente, porque aún hoy, quienes niegan que la shoah ocurriera, son también quienes justifican los actos barbáricos contra minorías en diferentes lugares del mundo.