El gobierno de Javier Milei, iniciado en diciembre de 2023, con la promesa de acabar con la casta política, reducir el Estado y hacer funcionar la motosierra, que convirtió en símbolo y llevó de regalo en su primera visita a Estados Unidos, venció en las elecciones legislativas del pasado 26 de octubre. Ahora sueña con un futuro de esplendor para su país mirando al pasado, a las primeras décadas del siglo XX, cuando Argentina se encontraba entre los países más ricos del mundo.

La inestabilidad política y las promesas no cumplidas han construido la actual realidad de Argentina, uno de los países más importantes de América Latina en recursos naturales y humanos. Las recientes elecciones dieron un inesperado triunfo al gobierno del presidente Milei y a su partido formado en 2022, La Libertad Avanza, que venía de sufrir una dolorosa derrota en la provincia de Buenos Aires, el pasado 7 de septiembre que dio ganador al gobernador Axel Kicillof, representante del justicialismo o peronismo, por amplia mayoría. Entonces, no es fácil explicar que pocas semanas después el presidente Milei celebrara un triunfo que calificó de “histórico” y que dará inicio a lo que ha llamado la etapa de las “reformas de segunda generación”, enfocadas en el mercado laboral y tributario.

Sin embargo, la victoria alcanzada no le da la mayoría absoluta de votos por lo que estará obligado a sentarse a negociar las nuevas reformas que pretende llevar adelante y que se traducen en una reducción significativa del tamaño del Estado y la eliminación de muchas garantías sociales que forman parte de la cultura argentina, donde cada ciudadano ha crecido bajo los principios peronistas de justicia social e independencia económica. Por ello fue muy fuerte la reacción a las palabras del presidente Trump en Washington dos semanas antes de las elecciones, donde Milei fue desesperadamente a pedir un salvavidas económico de 20 mil millones de dólares.

Tuvo que escuchar las ofensivas palabras del mandatario quien se refirió a que “en Argentina se están muriendo de hambre” o condicionar la ayuda a que ganara las elecciones, porque si perdía “no seremos generosos”, señaló Trump. Estados Unidos será entonces el buen amigo, con la billetera abierta, que ya comenzó a girar el préstamo en forma de swap o intercambio por moneda argentina entre el Departamento del Tesoro estadounidense y el Banco Central. La línea de crédito funcionó para los votantes que respaldaron a Milei y con ello la deuda argentina continuará aumentando, superando ya los 300 mil millones de dólares.

Lo que no se conoce es qué ofreció el presidente Milei a Trump, pero sí está claro que ha revivido la vieja doctrina Monroe de “América para los americanos”. Alejar a China es prioritario y Milei deberá mantener un delicado equilibrio por las deudas contraídas con Beijing, mientras que Washington comenzó a aplicar sin pudor alguno y sin respeto por el derecho internacional la política de no detener ni preguntar, si no disparar y destruir las embarcaciones que supuestamente transportan drogas en el Mar Caribe y el Pacífico, frente a las costas de Venezuela y Colombia. A la fecha 14 embarcaciones han sido destruidas y 61 personas asesinadas.

¿Qué explica el apoyo de los argentinos al programa de reformas del presidente Milei? Sin duda el cansancio con la clase política tradicional, marcada por la ineficiencia, corrupción y crisis económica caracterizada por la volatilidad del dólar y una alta inflación que golpea a todos, pero especialmente a los sectores populares, cuya tasa al iniciarse el actual gobierno llegaba al 211,4%. En 2024 bajó al 117,8% y a septiembre del presente año llegaba a 22% o 31,8% para los últimos 12 meses. A su vez, los indicadores de pobreza cayeron a 31,6% en el primer semestre de 2025, siendo la cifra más baja desde el 2018. Es decir, las políticas aplicadas, con duros sacrificios para sectores vulnerables, han tenido éxito. La informalidad en el trabajo alcanza hoy a cerca de 9 millones de trabajadores equivalente al 43,2% de la fuerza laboral y es lo que Milei ha prometido disminuir y crear empleos estables.

Se ha abierto un amplio campo de investigación para los sociólogos ya que solo votaron en estas elecciones el 68% de los votantes, registrando la más baja participación desde el retorno de la democracia en 1983. Ello significa que 12 millones de personas no asistieron a las urnas. También ha influido en la victoria de Milei una nueva generación de electores, diferente de aquella que apoyó al expresidente Néstor Kirchner en la primera década del presente siglo. Una encuesta publicada por el diario Clarín, el 1 de julio de 2025, mostraba que el 41% de jóvenes entre 16 y 35 años votaría al partido de Milei. Su atractivo parece estar en que no hace promesas, dice lo que piensa sin filtros, se viste de manera desordenada, ama el rock, la música, lo dice y lo demuestra. Desde una mirada cultural, los jóvenes hoy, en la mayoría de los países de la región, están desprovistos de referentes ideológicos, salvo los youtubers e influencers que los alimentan por las redes sociales. Además, cargan las promesas incumplidas heredadas de sus padres y abuelos.

Por su parte, la derecha tradicional, representada por el partido del expresidente Mauricio Macri, y otros menores, han sido quienes han alimentado el crecimiento electoral de La Libertad Avanza. La sombra de la ultraderecha parece extenderse desde Europa y los Estados Unidos hasta Argentina. Probablemente llegará a Chile, que enfrenta elecciones con ocho candidatos en noviembre, de los cuales dos disputarán la presidencia el 14 de diciembre.

Argentina, al igual que la mayoría de los países de la Unión Europea, decidió acatar las imposiciones de Estados Unidos y transformarse en un aliado incondicional. La brújula estratégica de Washington para la región tiene un objetivo central: junto con buscar la caída de los regímenes venezolano, nicaragüense y cubano, pretende anular o disminuir la presencia china en áreas consideradas estratégicas en cuanto a recursos naturales, infraestructura crítica, comunicaciones y sobre todo la Antártica. La aplicación de medidas económicas y sociales restrictivas, que producen buenos indicadores macroeconómicos, pero castigan a los de menos ingresos, será la prueba que deberá sortear el gobierno del presidente Milei, quien buscará en dos años más su reelección.