Fue gratificante, pero a su vez complejo. Fue emocionante, pero a su vez incierto. Fue divertido, pero a su vez romántico. En primera persona declaro lo que fue y significó más de un año descubriendo y descubriéndome al otro lado del Atlántico, literalmente.

Declaro también que puede resultar arrogante escribir sobre una experiencia propia y tal vez no sea de interés para la mayoría, pero solo con que alguien más se sienta identificado, valdrá la pena. Esta vez no quiero analizar, contrastar o argumentar, simplemente plasmar, de una manera ligera y simple. Lo imaginé muchas veces. Sin embargo, es difícil dimensionar las experiencias que se pueden llegar a tener, en un lugar distinto al tuyo. Y más cuando alguien hace parte de esta, de una manera intensa e insospechada. Hablo del amor.

He conocido varias historias, e incluyo la mía, en las que una aventura se enlaza con otra que no se avizoraba, sin planearlo o ni siquiera contemplarlo. Me gusta escribir sobre aventurarse, porque de ahí también surgen oportunidades. Para mí está terminando una que decidí emprender con el propósito de estudiar y que al final me ha dejado una lección: si se trata de aprender, la academia representa cuando menos la mitad del porcentaje total de las ganancias que se pueden obtener. Es una sensación ambivalente: quiero volver, pero al mismo tiempo no es fácil dejar atrás lo construido. Por cierto, cuando hablaba de amor, me refería a un verdadero amor.

Volver a comenzar es otro reto. En una escala, de 0 a 10, el 5 es mi número elegido, mitad aquí y mitad allá, mitad de ilusiones que se han cumplido y mitad de ilusiones que aún quedan por cumplir. Aún recuerdo cuando pensaba, antes de viajar a España desde Colombia, acerca del futuro, pues al parecer resulta inevitable no hacerlo. Suponía en aquel entonces que lo mejor estaría por venir, y puede que así sea, pero también hay otra posibilidad: lo mejor ya está sucediendo. De hecho, puedo decir ahora que sobre ese verdadero amor hay muchas cosas por contar.

Mi idea con estas palabras es solo una, retratar, sin imágenes, el tiempo que me enseñó a valorar aún más la ilusión de alcanzar un objetivo. No puedo mentir, hubo instantes en los que, por algún motivo u otro, no quería seguir. Y es así, solemos mostrar y demostrar lo que cada uno considera que es lo mejor de sí mismo, ocultando apartes, en esa realidad que construimos, generalmente, en espacios virtuales. Fueron meses de aprendizaje, aunque también de cuestionamientos sobre lo que hubiese implicado no arriesgarme. Sin embargo, sobre una cuestión no hay marcha atrás, me refiero a lo que pueden suscitar las emociones reveladas por la magia de sentir. Ese amor sí que la tiene.

Llegué, aterricé, conocí, reí, lloré, estudié, leí, escribí, hablé y hasta olvidé. Tantas cosas en tan relativamente poco tiempo, que aún me cuesta pensar que falta tan poco para retornar. Así es, otra apuesta que culmina, y que también la puedo escribir y describir como un pasado con marcha atrás, pues me deja caminos por descubrir. Si se trata de resumirlo en dos palabras, estas serían: está hecho. Lo más difícil cuando nos enfrentamos a los cambios es el miedo, y yo sí que lo he tenido, pero lo mejor de sentirlo es cuando aparece alguien para apaciguarlo. En este punto, debo mencionar que aquel amor con magia tiene nombre.

Cuando tuve la oportunidad de escribir mi primer artículo aquí, lo titulé: Quiero lo que me haga feliz , y sostengo esa afirmación, debo decir mejor, esa convicción. Me falta mucho por vivir, lo sé, pero me gustaría pensar que, a mi ya no tan corta edad, he aprendido que aquello que no se vive puede ser lo que más genere zozobra e intriga. Ahora mi ilusión está en regresar y en decir a las personas que he extrañado lo siguiente: valió la pena, y sin saber con exactitud en este momento lo que viene, no dudo en que otras aventuras y retos arribarán.

Tengo la sensación, también, que esta vez no he dicho nada novedoso o incluso interesante, pero ha sido lo que quería expresar. En otras palabras: gracias y hasta pronto, Madrid, gracias y hasta pronto, amigos y familia, gracias y hasta muy pronto, Rodrigo. He aquí el nombre.