Con la inauguración de la 63ª Edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que como cada año tiene lugar los meses de julio y agosto, hemos echado en falta en su programación una de las principales obras, si no la más importante, presente desde sus inicios. En 1933 se estrenaba el hoy aclamado festival con la Medea de Séneca, obra que ha llegado a ser la más representada del citado festival, con actrices de la talla de Margarita Xirgu, Núria Espert y Ana Belén, que han dotado al complejo personaje de la fuerza y profundidad que merece.

Medea pertenece a un mundo primitivo en donde el ser humano se debate entre sus instintos y sus pasiones. Procede de lo oscuro y esotérico. Es el arquetipo de bruja, sobrina de la maga Circe, de quien aprendió sus principios de hechicería, ambas mujeres de características inusuales, muy diferentes al prototipo de la época. Aparece el mundo de Jason, viril y racional, y Medea, movida por la violencia de sus emociones, es capaz de renunciar a sus raíces, a su familia y a ella misma, de modo tal que el propio Séneca se atrevió a compararla con los monstruos marinos.

La llegada de Jasón y los argonautas a la Cólquide en busca del vellocino de oro desencadena la tragedia, con la intervención de Afrodita y Eros. Ayudado por la magia de Medea, Jasón conseguirá superar las pruebas que el padre de esta exige para tal empresa. Sin embargo, esto habrá supuesto traicionar a su padre y sacrificar a su hermano. Y aunque una vez conseguido el vellocino Jasón se casa con Medea, años más tarde la abandonará al pactar con el rey de Corinto la boda con su hija y la expulsión de esta de la ciudad. Traicionada la que antes había traicionado, encuentra su venganza dando muerte a los hijos que ambos habían concebido.

Aunque las versiones del mito son dispares, aportando así detalles variados a la historia, no con ello se alcanza a modificar la esencia. Medea es un personaje fascinante, movido por lo bárbaro y las fuerzas maléficas de la naturaleza; es el caos enfrentado al orden del mundo racional. Es superioridad y poder; dueña de la inmortalidad, que resucita y rejuvenece, capaz de salvar y destruir con su magia, exenta de principios éticos.

Con todo ello, ha conseguido crear gran expectación a lo largo de los siglos y ser protagonista en las obras de autores clásicos, como de continuar generando repercusión en la de autores contemporáneos.

Píndaro la retrata con el don de la profecía, cuyo dominio de las drogas la lleva a conseguir el ansiado tesoro.

No es de este modo como la ve Eurípides, que opta por resaltar los aspectos más conmovedores: una mujer desequilibrada por la infidelidad de su marido y desquiciada por los celos, hasta el punto de matar a sus hijos en un ataque de desesperación.

Apolonio de Rodas prefiere ejecutar un análisis psicológico de los tormentos de una heroína víctima inocente de un amor funesto.

Séneca la dota de la voluntad destructiva que hasta el momento no se la había dado. Persona engañosa, traidora e infanticida.

Y Ovidio recurre a ella tanto en las Metamorfosis, con su faceta de hechicera, como en las Heroidas, con la de esposa abandonada.

Pero está también presente, en mayor o menor medida, en Hesíodo, Sófocles, Esquilo, Dante, Boccaccio, Lope, Calderón, Rousseau e incluso en el propio Unamuno. Y a través de todos estos autores y de muchos otros que han querido hacer suyo el mito, podemos apreciar los modos diversos en que ha evolucionado a través de los tiempos, cómo se ha visto representada y cómo ha influido en el público.

Se trata de una de las figuras más cautivadoras de la mitología griega. Representada como hechicera, como fiel esposa, como mujer despechada, como cruel asesina... Un ser que rompe el equilibrio entre el mundo masculino y el femenino, establecido por los valores que ha impuesto Occidente. Una mujer dolida y enamorada.

No hay mayor dolor que el amor...