"El teatro es algo que se lleva en las venas", se oye decir a quienes viven o malviven de este arte. Una necesidad superior que justifica esa y no otra forma de vida, a pesar de las dificultades.

Desde los años setenta, en Madrid conviven en paralelo el teatro independiente y las salas alternativas con el que se expone en las grandes salas, pero hasta hace pocos años no se oye hablar del "teatro off".

En 2009 se abre el hall del Teatro Lara para representar una versión de Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, algo que hasta el momento no se había concebido y que supone el inicio de una nueva forma de hacer teatro en plena crisis. Pequeñas salas en viejas tiendas y sótanos de antiguos edificios (la mayoría no recogidos en el Anuario de la SGAE) habilitados para contener entre 20 y 70 espectadores, dependiendo del espacio disponible, componen un elenco teatral capaz de ofrecer funciones cualquier día de la semana (hasta 100 obras durante el fin de semana) por precios entre los 8 y los 20 euros.

Solo en Madrid, hoy existen más de 150 salas de teatro alternativo donde se las componen auténticos profesionales dotados de grandes dosis de optimismo, ilusión, creatividad y una enorme precariedad laboral, porque... ¿cómo se mantienen estos teatros?

En los últimos meses se han cerrado salas y otras se han abierto. Se programan funciones de distintas compañías casi cualquier día de la semana con la intención de recuperar lo invertido, pero con frecuencia no resulta suficiente. Es difícil sacar la rentabilidad a estas obras; es preciso que se llenen muchas butacas para sacar beneficios, por eso algunas compañías prefieren una única representación a la semana y así minimizar las pérdidas.

El mejor modelo de teatro off es el que se hace en el Teatro Lara: el espacio está distribuido para ofrecer obras en off en pequeñas salas y una sala principal en la que se representan funciones más mayoritarias con cierto éxito asegurado, que es lo que permite que se mantengan las otras salas y el teatro que en ellas se hace.

Las salas y las compañías se reparten los beneficios al 50 por ciento, sin embargo, a estos es preciso descontarles el 21 por cien del IVA, los seguros, las altas en la Seguridad Social. Se ha de valorar muy bien si el espectáculo es viable para que salgan los números, contando con que en un gran número de los casos los ensayos no se cobran, las funciones se cobran en B y no se da de alta a los actores.

Paradójicamente, la Administración se hace eco de la riqueza que ofrece la vida cultural de la capital, mientras que la realidad que se vive en el seno de la profesión es tan desoladora.

Se sabe de lo complicado que puede resultar vivir del arte, la literatura o la poesía (por mencionar solo algunas profesiones), por ello desde tiempos inmemoriales los artistas se han visto forzados a desempeñar otras actividades profesionales para ganarse la vida, pero es el colectivo teatral el que reivindica con más ahínco su situación. La precariedad laboral que caracteriza el momento actual hace que esta dificultad vital se extienda a otras profesiones y que aumente así la desprofesionalización del teatro.

Con la cuchara en el bolsillo es un documental dirigido por Iván Cerdán Bermúdez y Benjamín Jiménez de la Hoz en el que, a lo largo de varios años, han ido recogiendo las declaraciones de muchos profesionales que han hecho del teatro su vida. Entre bambalinas, algunos de los miembros de compañías como Snomians, Nuevenovenos, Hedonistas o Teatro de Acción Candente, entre otros, se desnudan para hablar en primera persona de cuál es la situación que en verdad se vive. En algunas ocasiones se trata de teatro de experimentación y en otras de teatro convencional hecho con poco dinero; para algunos es aquello que desean hacer y para otros la transición a los grandes teatros.

Una interesante visión que pone de actualidad un fenómeno quizás poco conocido, así como la lucha de estos profesionales por seguir adelante dando sentido a sus vidas con aquello que es su auténtica pasión, que les corre por las venas. No obstante, se respira optimismo: seguir reivindicando mejoras, que se den cambios en la legislación para facilitar la existencia de pequeñas empresas teatrales, la bajada del IVA cultural, abrir teatros públicos para estas compañías, rebajar las cuotas de los autónomos... La lucha no cesará.