La obra de Gege Akutami ha cosechado un gran éxito en Japón y en el resto del mundo, tal y como respaldan los ejemplares de manga vendidos y la audiencia televisiva en Netflix o Crunchyroll. Esta reseña versa sobre las dos primeras temporadas del anime, las cuales se encuentran disponibles en las plataformas mencionadas. No habrá, por tanto, destripe u spoilers del manga.
Jujutsu Kaisen comienza mostrándonos la anodina vida de Juji Itadori, un chico aparentemente normal y mohíno que tiene buenas aptitudes físicas y participa en un club de espiritismo junto a otros amigos raritos. Hasta aquí, bien, el típico comienzo de un shonen. Término que para los neófitos podría definirse como: obra dirigida a un público masculino joven en el que predomina la acción y la búsqueda de la consecución de los sueños del protagonista. Además, normalmente sigue un esquema narrativo calcado al del “viaje del héroe”. Shonens, por tanto, serían series como Dragon Ball, Naruto, Bleach…
Cualquier espectador se percata de que Jujutsu Kaisen dialoga de forma muy evidente con sus predecesores. Akutami no esconde que creció leyendo a Masashi Kishimoto (autor de Naruto) y Tite Kubo (autor de Bleach). La huella de ambos es más que notable en la obra de hechicería.
Con Naruto, los paralelismos son llamativos. Itadori es portador de un ser demoníaco (Ryomen Sukuna), del mismo modo en que Naruto cargaba con el zorro de nueve colas. Gojo Satoru, su mentor, recuerda a Kakashi: ambos son maestros carismáticos, de cabello blanco, despreocupados en apariencia, pero con una fuerza y un conocimiento extraordinarios. La estructura del trío protagonista también remite al Equipo 7 de Konoha: Itadori como el héroe entusiasta, Megumi como el taciturno heredero de un clan poderoso, y Nobara como la figura femenina con personalidad fuerte y habilidades únicas. A esto se añade un sistema de energía espiritual (la energía maldita en Jujutsu Kaisen y el chakra en Naruto) que sostiene gran parte de la construcción del mundo.
De Bleach se percibe otra deuda. La transformación del protagonista tras entrar en contacto con lo sobrenatural es casi un calco del arranque de Ichigo Kurosaki como shinigami sustituto. Las maldiciones que atacan a los humanos tienen un aire inconfundible a los hollows, criaturas invisibles y alimentadas por sentimientos negativos. Incluso el diseño estilizado de personajes y la atmósfera oscura parecen beber de la estética que Tite Kubo consolidó en los años dos mil.
No obstante, Jujutsu Kaisen no se limita a copiar, también construye a partir de la herencia previa. También se nutre de otras fuentes, como Hunter × Hunter, en el complejo sistema de habilidades y en la lógica casi matemática que gobierna el uso de técnicas. Su “expansión de dominio” recuerda, salvando las distancias, a los “territorios” del Nen y, también, al bankai de Bleach. Akutami logra así ensamblar influencias diversas en una propuesta que, si bien no es enteramente original, sí resulta fresca y vigorosa.
Algo que sorprende a los que somos avezados espectadores del género, es el ritmo narrativo. MAPPA, el estudio encargado de la adaptación, ha conseguido condensar los arcos argumentales sin que se sientan excesivamente dilatados, algo que sí ocurre en muchos shōnen clásicos como Naruto y su interminable e infumable relleno. Aún recuerdo a mi yo de 15 años esperando Shippuden.
El segundo punto fuerte es la animación. MAPPA despliega un virtuosismo técnico evidente en las coreografías de lucha: cámaras imposibles, fluidez en los movimientos, juegos de luces y sombras que potencian la tensión. El clímax del arco de Shibuya (presente en la segunda temporada) se convierte en una demostración de fuerza audiovisual que difícilmente deja indiferente.
En cuanto a los personajes, Jujutsu Kaisen ofrece un elenco carismático. Yuji, a pesar de ser un protagonista construido sobre el molde clásico, aporta una frescura que lo aleja de la ingenuidad de otros héroes shōnen. Nobara rompe con el arquetipo de la chica secundaria: es mordaz, orgullosa y brutal en combate. Gojo, por su parte, se ha convertido en un icono cultural inmediato, en buena medida gracias a su mezcla de humor ligero y poder abrumador. El villano principal, Sukuna, tampoco desmerece: cruel, inteligente y siempre un paso por delante, aporta un contrapunto fascinante al héroe. Bien es cierto, que el gran debe de la serie es la pésima construcción de Suguru Geto, personaje con muchísimo potencial que acaba teniendo un desarrollo cuanto menos, pobre.
Otro gran acierto es la profunda reflexión sobre el deber, la muerte, el miedo y la soledad. La energía maldita, producto de las emociones negativas humanas, se convierte en metáfora de los demonios internos que todos cargamos y en una crítica velada al dolor inherente a la sociedad. Esto otorga al anime un trasfondo psicológico más denso del habitual en el género.
Ahora bien, no todo es impecable. El primer problema radica en la dependencia excesiva de tropos conocidos. El espectador ducho en la materia puede anticipar gran parte de las dinámicas: el trío protagonista, el maestro invencible, los clanes enfrentados, la criatura interior del héroe. Aunque Akutami reinterpreta estos elementos, la sensación de déjà vu es inevitable.
Otro punto débil es la desigualdad en el desarrollo de personajes secundarios. Mientras que Nobara y Maki logran brillar, otros como Yuki Tsukumo quedan diluidos o apenas esbozados. El anime presenta un abanico amplio de hechiceros, pero no siempre logra dotarlos de la profundidad necesaria para que el espectador se implique emocionalmente.
Asimismo, hay quien ha señalado cierta inconsistencia en el tono. Jujutsu Kaisen oscila entre momentos de humor ligero y escenas de una crudeza inusitada. Si bien esta tensión puede interpretarse como una seña de identidad, en ocasiones rompe la inmersión y debilita el impacto dramático.
Por último, aunque los combates son espectaculares, algunos críticos consideran que la exposición sobre el sistema de poderes puede resultar farragosa. La obsesión por explicar al detalle cómo funciona la energía maldita ralentiza la narrativa en algunos pasajes.
Entonces, ¿es Jujutsu Kaisen un buen shōnen o un simple pastiche? La respuesta se sitúa en un punto intermedio. Sí, Akutami bebe sin disimulo de Naruto, Bleach y otros referentes del género. Sí, los paralelismos son tan obvios que invitan a hablar de homenaje o incluso de plagio creativo. Pero al mismo tiempo, el autor logra insuflar energía propia a su obra, dotándola de un pulso narrativo ágil, un trasfondo temático oscuro y unos personajes memorables.
Más que un pastiche, Jujutsu Kaisen es una serie conservadora y continuista que sabe perfectamente lo que funciona en la industria. En un panorama saturado de propuestas, ha conseguido convertirse en uno de los animes de referencia de la última década, capaz de seducir tanto a los veteranos del género como a quienes se acercan por primera vez al mundo del anime.