Se les llama narcos o buchones a aquellas personas que en México ostentan y muchas veces se enorgullecen de ser parte de una de las organizaciones delictivas más grandes, peligrosas y violentas del mundo: la venta de narcóticos.

El narcotráfico sí, básicamente es la venta ilegal de droga, pero el business es mucho más complejo de lo que parece. La droga debe de recorrer un largo camino desde los sembradíos o los laboratorios donde se procesan las sustancias químicas, pasando por una intrincada red de almacenamiento, transporte y distribución, para finalmente llegar a las manos del consumidor.

Todo esto funciona con una impecable organización jerárquica para que, a expensas de lo que conlleva hacer negocios fuera de la legalidad, nunca se corte la cadena de suministro y que lo más importante, el dinero, llegue de regreso a manos de los dueños del negocio.

En esta empresa, si se pierde un sólo gramo de droga o billete de a dólar, el responsable pagará con su vida.

Lamentablemente el narcotráfico también acarrea otras actividades delictivas, como el lavado de dinero, la violencia para controlar los territorios y el mercado, la posesión y uso de armas de alto calibre, la prostitución, la venta de alcohol, la privación de la libertad, asesinatos, desaparición forzada, corrupción, colusión policial y gubernamental, entre otras acciones criminales de cohecho.

El narcotráfico existe en todo el mundo, pero en las últimas décadas, los carteles y la mafia mexicana de narcóticos se han hecho particularmente populares.

Tal vez por su importancia geográfica o por su estrategia y violencia con la que dominan sus territorios, o tal vez porque ciertas características de algunos personajes del hampa mexicana resultan muy atractivos para la narrativa novelística del antihéroe Hollywoodense.

Series de televisión, películas, documentales, novelas; pareciera como si los protagonistas de la mafia también estuvieran al mando de los medios de comunicación masiva, para así contarnos su historia de vida y de paso, hacer un poco de propaganda para su negocio. La mala publicidad, es publicidad, a fin de cuentas.

De estos medios de difusión, uno de los favoritos de los narcotraficantes, es la música.

El narcocorrido es un género musical mexicano en el que se canta y glorifica a líderes y personajes destacados de esta organización criminal. La lírica de estas obras, narran sucesos y acontecimientos —algunos reales, aunque la mayoría totalmente ficticios— donde se exaltan de forma aduladora las “hazañas” de algún buchón en particular.

Palabras más, palabras menos, las letras de los narcocorridos siempre girarán en torno al dinero proveniente de la venta de la droga, a los lujos y las mujeres amantes del narco, asesinatos, violencia, y en cómo un narco logra pasar de su situación de pobreza a ser el capo de la mafia, etcétera.

Los corridos que hablan de narcos son relativamente recientes, surgen en la década de los 70's con el auge y dominio de los carteles mexicanos por encima de las otras organizaciones criminales internacionales, como la mafia italiana o colombiana.

Ciertamente existen corridos que no hablan de narcos. En efecto, el corrido mexicano es un género musical que nació mucho antes que el narcotráfico. Este estilo de música es herencia de las manifestaciones poéticas épico-líricas del romance y la balada española.

Etimológicamente, el término corrido se remonta al Diccionario de Autoridades (1729), en el cual se le define como:

El tañido que se toca en la guitarra a cuyo son se cantan los romances y jácaras de algún personaje. Se le da este nombre por la presteza y ligereza con el que se debe tocar la guitarra.

(González, Aurelio. 2015. El corrido: construcción poética)

El corrido no suele relatar una historia, más bien, como lo escribe Samuel Armistead (2001), alude a una serie de detalles, que a lo más pueden sugerir el trasfondo de un relato. El corrido tiene menos interés en la acción que en los comentarios verbales o en lo que el protagonista tiene que decir acerca de la acción. El corrido no es narrativo, sino alusivo.

El ritmo al cual se tocan los corridos es un elemento secundario. No hay distinción entre el uso de un compás métrico binario o ternario. Indistintamente encontramos corridos en ritmo de vals, balada, huapango, mazurca, polka o incluso, tarantela.

Los corridos han desempeñado un papel importante en la historia de México, pues desde la Guerra de Independencia (1810-1821) hasta la Revolución Mexicana (1910-1917), los corridos tuvieron la función de ser un medio de comunicación noticiario, informativo y educativo.

A modo de los juglares, trovadores o de los meistersinger de la Edad Media, los antiguos cantores de corridos en México se inspiraban en noticias escandalosas, como historias de delincuentes, crímenes, catástrofes, aventuras amorosas, desdichas, desgracias, hechos milagrosos y toda toda clase de historias de bandoleros, héroes, heroínas y bandidos.

La instrumentación básica para un grupo musical que toca corridos (de narcos o no) es de un acordeón, tololoche, bajosexto, y por supuesto, un cantante que haga la narrativa.

El acordeón es por lo general el instrumento melódico del ensamble. Es un instrumento de viento que consta de un fuelle, dos cajas armónicas de madera y un diapasón del lado derecho que en su mayoría suele ser de tecla redonda, llamado coloquialmente acordeón de botones.

El tololoche es un tipo de contrabajo, que en vez de tocarse con arco, se puntea con los dedos, o dicho en palabras académicas, se toca con técnica de pizzicato.

El bajosexto es muy parecido a una guitarra, pero este es de 10 o 12 cuerdas, distribuidas por pares. Su aspecto es grande y robusto, hecho de forma artesanal, descendiente de las bandurrias y laudes españoles que llegaron a México en la época colonial.

El nombre de este trío musical —acordeón, tololoche y bajosexto—, es regionalmente conocido como chirrines o grupo norteño.

Es común ver a los chirrines en el norte de México tocando corridos en las fiestas familiares, en festejos populares, en el malecón de las cálidas playas de Sinaloa, o acompañando el desayuno de los desvelados en el tradicional mercadito de Culiacán.

A pesar de que el gremio académico considera a los narcocorridos como la etapa decadente del género —ya que tiende a descuidar las características estilísticas y estructurales del corrido tradicional— la realidad es que el corrido y la música regional mexicana nunca había estado en tan altos niveles de popularidad y difusión mundial como hoy en día.

Algunos grupos de narcocorridos encabezan, desde hace años, las listas de los más escuchados en plataformas digitales como Tik Tok, YouTube y Spotify. Inclusive, llegan a posicionarse constantemente en los Billboard Hot 100.

Cierto es, que no todos los grupos norteños ni todos los chirrines tocan solamente narcocorridos. Por lo general el repertorio de estos grupos es de música tradicional sinaloense o norteña y solo algunas de las obras que interpretan están dedicadas a algún buchón.

Sin embargo, son particularmente más atractivos y solicitados aquellos corridos que en su narrativa exaltan las características del personaje y lo describen como el rebelde que no tuvo otra opción para salir de la pobreza más que dedicarse a la vida mafiosa. Y naturalmente, son estos los que generan mayor derrama económica.

Un grupo de narcocorridos con reconocimiento internacional puede llegar a cotizar sus eventos privados entre los cien mil y el millón de dólares estadounidenses, dependiendo de la fama que el grupo tenga en ese momento y, sobretodo de que el cartel al que le canta tenga asegurada la plaza donde se presentará el evento.

Los grupos norteños o chirrines locales, esos que tocan en la plazuela de Culiacán y que aún no tienen fama internacional, suelen cobrar entre 100 y 200 dólares la hora de música en los eventos donde son contratados.

Este negocio, de la venta de la música de narcocorridos, es completamente legal y paga impuestos de igual forma que cualquier otro ciudadano o cualquier otra empresa.

Ganancias millonarias sin vender un sólo gramo de droga ilegal. No obstante, sí que hacen clara alusión al consumo de estupefacientes y muchos de ellos promueven la violencia.

Han sido varios los gobernantes en México que dicen hacer un esfuerzo para erradicar o prohibir los narcocorridos, tratando que estos no sean fuente de inspiración para la población juvenil. Pero nadie ha logrado llevar a cabo esta prohibición.

La realidad es que, mediante la ley, hoy no es posible restringir el contenido de este género musical, pues la línea entre censura y libertad de expresión suele ser muy ambigua.

Verdaderamente, ni las autoridades ni los empresarios de la música se han esforzado lo suficiente para lograr esta prohibición, pues no hay que perder de vista que prohibir la presentación de esta música sería abandonar las grandes cantidades de dinero que ingresan por el pago de impuestos que les generan estos espectáculos.

Lo mismo sucede con las plataformas digitales. Cualquier persona, sin límite de edad, puede consumir o vender narcocorridos desde cualquier red social.

Impedir que se escuche esta música parece ser igual de complejo que combatir la delincuencia, erradicar la venta de armas o frenar el abuso de sustancias narcóticas.

Respecto a la composición musical de los narcocorridos, naturalmente las piezas no son escritas y compuestas por los mismos narcos, sino que contratan, ordenan y pagan para que se haga esta música para ellos.

Es interesante cómo los compositores de narcocorridos logran hacer una música tan atractiva y vendible, con elementos narrativos que muchas veces se pensarían como crueles y repulsivos, pero que a la vez generan morbosidad y obsesión.

Estas composiciones están llenas de estimulantes y adictivos, que basta con una sola vez que las escuchemos, para ser atrapados por su musicalidad.

Desde el punto de vista técnico, son buenas composiciones que con destreza ensamblan los elementos del lenguaje musical. Sencillos en la estructura armónica, pero con un dramatismo rítmico-melódico casi hipnótico, que pueden llegar a modificar el estado de ánimo de las personas que lo escuchan.

El virtuosismo de los instrumentistas es sobresaliente. Escalas, arpegios, acordes, contrapunto, polifonía, síncopas; los elementos misceláneos de los narcocorridos buscan siempre estar llenos de vitalidad explosiva y energía chispeante para que de la inmoralidad pasemos directamente al deleite musical.

Por supuesto no estoy comparando la estética de los narcocorridos con las óperas de Wagner, pero no deja de llamar la atención que esta música sea tan popular y consumida en todo el mundo. Incluso en lugares fuera de México.

En el marco de la realidad mexicana, la cual atraviesa por una crítica situación de salud y de seguridad, no hay que ignorar que el narcocorrido es solamente el reflejo del panorama que vive la sociedad. La música no es la responsable de la violencia y del narcotráfico, si no al revés. La música es solo el mensajero.

Intencionalmente he decidido no mencionar por nombre a ningún compositor o cantante de narcocorridos, porque, más allá de posturas ideológicas, juicios morales o gustos personales, pienso que no hay que darle difusión a un material que hace apología del delito.

Sin embargo, para poder mostrarle algún ejemplo, le pedí a la inteligencia artificial Chat GPT que escribiera un narcocorrido para nosotros.

Conozco muchos narcocorridos, pero al día de hoy no tengo conocimiento de otro que haya sido compuesto por un robot. Chat GTP tituló a su narcocorrido “El Camino del Jefe”.

Le dejo un fragmento de la letra, y como dicen en los corridos, con estas coplas me despido:

En la sierra de Sinaloa, donde el águila vuela alto
Nació un hombre de leyenda, con un destino marcado
Se llamaba El Jefe, con un corazón de oro y acero
Su nombre resonaba en el norte, con respeto y con temor

El camino del Jefe, es un camino de sangre y fuego
Donde la muerte es la compañera, y la vida es un juego
Con una pistola en la mano, y un corazón de guerrero
El Jefe camina solo, con su destino verdadero

Con sus hombres de confianza, forjó un imperio de poder
La frontera era su reino, y el dinero su objetivo
Pero la ley lo perseguía, con una sed de justicia
Y El Jefe sabía que tarde o temprano, su hora llegaría

El camino del Jefe, es un camino de sangre y fuego
Donde la muerte es la compañera, y la vida es un juego
Con una pistola en la mano, y un corazón de guerrero
El Jefe camina solo, con su destino verdadero...

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