Creo que es una de esas ambiguas enfermedades mentales, pero no lo tengo claro. Algo así como una sensación de dulce malestar, un sentimiento semi prohibido que se cuela entre las células, invadiéndome entera. Es algo más allá del puro dolor físico, aunque también duele. Siento que voy muriendo poco a poco, por su culpa. Siento que voy cayendo poco a poco, por su causa. Sé que no me levantaría sin ella.

Se empeña en disfrazarse de normalidad y, de tan real que parece su atuendo, nadie se ha preocupado de buscarle vacuna ni cura alguna. Es un mal irremediable de la humanidad, ¿qué se puede hacer? Hay quien vive ignorándola. Yo soy demasiado… no sé, demasiado lo que sea para ignorarla.

Hay momentos en que la presión que ejerce sobre mí es tan fuerte que no puedo contener las lágrimas. Por más que lo intento, soy incapaz de evitar la tormenta de agua que derraman mis ojos, inútil tratar de ahogar los sollozos que me dificultan la ya bastante ardua tarea que supone respirar. Hay veces que, aunque no quiera, el agua es más fuerte que yo, y me exige libertad… libertad para explotar en mis ojos, libertad para deslizarse por mi rostro, para empapar mis folios, a veces llenos de palabras, otras veces blancos de silencio.

Orgullosa, imprime amargura y rabia en mi mirada.

Maldita ****, no me quiere dejar vivir en paz.

Y, sin embargo, no sé qué haría yo sin ella. ¿Quién sería yo sin ella? Probablemente, ni siquiera sería yo, o al menos la versión de mí que conozco. Es tan… ¿importante?, ¿necesaria?, no sé ni cómo definirla. La sociedad sí que le ha inventado un nombre, pero para mí es un poco incompleto. Quizás no soy la mejor persona nombrando las cosas, por eso prefiero describirlas vagamente… Para mí es algo más que una palabra. Es una patología a la vez que un rasgo esencial de personalidad. Vital para aquellos que la padecen con intensidad, algo tan insoportable como insustituible. ¿Qué hacer sin ella? Sin sus momentos de inspiración, sin sus preguntas impertinentes y perversas, sin su desconfianza… ¿Cómo tratar de abandonar la ignorancia sin ella? Imposible, al menos es la conclusión a la que ha llegado mi desquiciado cerebro.

Hace que me pierda entre aparentes alternativas distintas que terminan siendo las mismas con el paso del tiempo. Maldita indecisión, hace que acabe extraviándome en mis palabras, como se pierde un sueño entre muchas pesadillas. Mi eterno problema: el presente. Y el pasado, que lo amarra. Y el futuro, que lo asfixia.

Pero qué completa me siento al saberme incompleta, incomprendida, sola. Qué dicha me embarga al dejar de ser un cuerpo para empezar a ser etérea… qué sensación cuando me transformo en palabras. Y silencios. Y más palabras. Y más silencios. Todo y nada a la vez. Amo y odio a la vez. Soy sólo una incoherencia del mundo, pero ¿es que el mundo no está conformado a base de incoherencias? Sólo soy una paradoja de los pensamientos, una idea que vuela a contracorriente, polvo de estrellas que vaga buscando la luz.