Hace unos días una joven de 16 años fue violada en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, por treinta y tres hombres. Y no sólo cometieron este terrible crimen sino que además grabaron su fechoría y la publicaron en las redes sociales. Ante el estupor de lo causado los agresores se jactaron de lo que habían hecho y en poco tiempo ese contenido se convirtió en viral.

El caso llegó a las autoridades brasileñas gracias a las denuncias anónimas (más de 800) en las que se incluía el contenido virtual que circulaba por las redes y los autores del vídeo fueron identificados y detenidos, aunque se continua buscando a los agresores.

La joven brasileña fue violada el pasado 20 de mayo, y la encontraron cinco días después, cuando el contenido del vídeo se hizo viral. Actualmente se encuentra estable y con su familia que solicita que la identidad de la joven no sea revelada para garantizar su seguridad y su salud.

En un país como Brasil, en el que se comete una violación cada once minutos, esta barbarie ha conmocionado a la sociedad de todo el planeta no sólo por el acto perpetuado, sino por su repercusión en las redes. Entre los mensajes de apoyo y de denuncia se incluyen también algunos comentarios machistas en los que no solo se justifica la agresión sino que se pretende culpar a la víctima, alegando que ella misma se lo había buscado por haber consumido alcohol y drogas.

Por triste que sea, no es la primera vez que ocurre semejante cosa. Es lo que se conoce como “cultura de la violación”, término utilizado por primera vez en la década de los setenta, que se basa en la idea de que las violaciones son un problema social y cultural que es aceptado y normalizado. Esta cultura de la violación acoge comportamientos en los que se cosifica a la mujer, culpándola de agresión sexual y trivializando la violación o incluso se niega a reconocer el daño de ciertas formas de violencia sexual que no se ajustan a los estereotipos de violación violenta. Entre los países descritos por tener "culturas de la violación" se incluyen India, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia y Sudáfrica.

Esta cultura viene a postular que las violaciones no son casos aislados, sino que es algo bastante común en la sociedad y que no se están tomando las medidas necesarias para ponerles fin. El hecho de que muchas de las agresiones sexuales no sean denunciadas pone de manifiesto esta situación. Muchas de las víctimas no cuentan con el apoyo suficiente ni en su entorno ni en la sociedad para denunciar. Hay que tener en cuenta que en un 73% de las violaciones la víctima ya conocía a su agresor. Las víctimas no denuncias en la mayoría de las ocasiones por vergüenza o porque piensan que las autoridades no las van a creer. En muchas ocasiones las violaciones no se investigan muy bien si el agresor mantenía una relación con la víctima.

La cultura de la violación afecta también al género masculino, no olvidemos que los hombres también pueden ser víctimas de este tipo de agresiones. Sin embargo, se ven más afectados porque ellos forman parte de esta cultura y en muchas ocasiones la fomentan aun sin ser conscientes de ello y, sin embargo, no son ellos los que tienen que vigilar por qué calles caminan y a qué hora vuelven a casa por miedo a ser violados, cosa que todas las mujeres se ven obligadas a hacer. Muchos comportamientos que forman parte de esta cultura consisten en definir la «masculinidad» como dominante y sexualmente agresiva, definir la «feminidad» como sumisa y sexualmente pasiva o presuponer que no hay hombres violados y que los que hay son «débiles», no tomarse en serio las acusaciones de violación o incluso enseñar a las mujeres cómo no ser violadas en vez de enseñar a los hombres a no violar.

En Brasil se han sucedido manifestaciones en contra de lo ocurrido el pasado 20 de mayo y para que se tomen medidas para acabar con la cultura de la violación, una lacra no solo en el país suramericano sino en todo el mundo