La única verdad que sabemos desde el mismo momento en el que llegamos a este mundo es que estamos destinados a desaparecer. Hay quien vive de espaldas a esta realidad y otros, como los grandes filósofos de la humanidad, se han preguntado de dónde venimos y qué sucede cuando el cuerpo físico muere.

Cuando alguien vive la muerte de cerca se hace millones de preguntas. De hecho, la mente humana es incapaz de comprender esta realidad. ¿Por qué hoy podía compartir mi vida con esta persona y de golpe ya no está? Esto provoca una profunda tristeza en los humanos. Por esta razón se inventan miles de fórmulas, se elaboran teorías filosóficas acerca de la vida y la muerte.

Cuando alguien pierde a un ser querido, piensa que este puede ir a un lugar donde estará mejor, y que en unos años se encontrarán en ese paraíso imaginado. Pero, ¿quién sabe realmente?

Edward deBono en su libro Lateral Thinking argumenta que en el mundo occidental no se ha avanzado. Desde la época de los filósofos griegos, seguimos utilizando un método de justicia basado en silogismos como planteó Aristóteles, creyendo en la inmortalidad del alma, como describió Platón en el Fedón, que no deja de ser un libro que reflejaba las ideas del maestro de Platón, Sócrates, que pregonaba que no le importaba morir.

“Si yo no creyera encontrar en la otra vida dioses tan buenos y tan sabios y hombres mejores que los de aquí abajo, sería muy injusto que no me afligiera tener que morir. Pero sabed que espero reunirme con hombres justos (...). He aquí por qué no me aflige tanto la perspectiva de la muerte, confiando en que después de esta vida existe todavía algo para los hombres y que, según la antigua máxima, los buenos serán allí mejor tratados que los malvados”.

Pero es que de alguna manera filosofar es aprender a morir. Por eso, los grandes filósofos siempre se han planteado estos temas sobre la inmortalidad del alma, la trascendencia de la vida, porque de alguna manera se están preparando para lo inevitable, beber la cicuta que todos estamos abocados a probar tarde o temprano, a pesar de las fórmulas antiaging y los remedios que retardan la vejez.

Pasa una vida, luego otra… y nos quedan sus ideas, lo que hemos aprendido con esas personas, las vivencias comunes, pero al final sólo queda la no existencia. Por eso, como escribe Platón en el Fedón, “nuestra ciencia no es más que reminiscencia”. De hecho una reminiscencia que se repite año tras año, siglo tras siglo… El querer entender eso que nos provoca a los que quedamos en la existencia y se lleva a los que ya no podemos explicarles qué carajo nos pasa.