La trashumancia es una práctica de pastoreo milenaria que aún en nuestros días tiene algunos reductos dentro del territorio español. Diferenciada del nomadismo por contar con asentamientos estacionales fijos, la trashumancia es un testimonio vivo, aunque en decadencia, de una forma de vida en torno a la que desarrollaron multitud de generaciones y, por tanto, gran parte de nuestra cultura.

Navalonguilla, una pequeña aldea abulense situada en la comarca del Alto Tormes, acoge desde 2013 el Museo de la Trashumancia, una galería que consta de unas 200 piezas y 40 fotografías repartidas en tres salas en las que se pretende rendir homenaje a esta práctica tan arraigada en la región. La primera sala está dedicada al ganado vacuno, en especial a la raza avileña negra ibérica. La segunda sala se centra en los ganados ovino y caprino, menos extendidos pero también muy presentes en la comarca. Y la tercera y última sala ofrece diversos materiales y juegos para el entretenimiento de los más pequeños, así como la proyección de un vídeo en el que se muestra la trashumancia de un rebaño de 400 vacas desde Mérida hasta Gredos en junio de 2013.

Cabe destacar que Navalonguilla, un pueblo que ronda los 250 habitantes, está ubicado en el corazón de Gredos, al sur del macizo occidental del Parque Regional Sierra de Gredos. Su término municipal comprende todo el curso alto de la Garganta de los Caballeros y posee una diferencia altitudinal desde los 1.100 hasta los 2.400 metros (pico de La Covacha), por lo que está situado en una zona con gran diversidad de fauna y flora. Además, las cañadas que antaño servían como vías pecuarias a los ganaderos son actualmente rutas de senderismo que convierten a Navalonguilla en un destino de gran atractivo para los amantes de la naturaleza y del turismo rural.

La trashumancia consiste en el traslado del ganado de las dehesas de invierno a las de verano y viceversa. Su origen fue provocado por la crudeza climática de algunas zonas de Castilla y León, donde los pastores celtas decidieron desplazar sus rebaños a los pastos de la actual Extremadura a través de cañadas, coladas, veredas y cordeles. En el periodo romano se asentó esta costumbre gracias al acondicionamiento de los caminos, cuyo máximo exponente lo constituye la Vía de la Plata (una calzada que unía Augusta Emerita con Asturica Augusta, las actuales Mérida y Astorga, respectivamente); y en la Edad Media la trashumancia vivió su época de máximo apogeo, llegando a contar con beneficios reales en detrimento de la agricultura.

El paso de pastores de unas dehesas a otras sirvió para que estos cultivasen y, a la vez, difundieran la cultura pastoril, cristalizada en diferentes manifestaciones: gastronomía (gachas, calderetas, migas), artesanía (enseres, morrales), arquitectura (chozos, corrales, apriscos), folklore (cantares), etc. Esta herencia cultural aún es patente en los pobladores de la zona, por lo que el Museo de la Trashumancia pretende rendirle homenaje y, además de fomentar el turismo, tratar de evitar el olvido de una forma de vida hoy marchita aunque presente en el imaginario colectivo de la comarca.