Una sala de Las Armas en Zaragoza que se va llenando poco a poco. Una noche perfecta, cálida y de cielo despejado. El grifo está ardiendo sirviendo cervezas. Se respira el buen rollo. Y entonces, sale un cuarentón de muy buen ver con un sombrero, mirando al suelo y caminando arrastrando los pies. ‘Hola’, le dice a la audiencia tímidamente, y sin más, coge su guitarra y mira a los músicos que le acompañan para comenzar: un guitarrista, un bajista y un batería. Nada más. La sala empieza a llenarse con los sonidos de The Embers Of Time, el último trabajo del cantautor de Nebraska afincado en Valencia.

Hijo de militar, su vida ha estado siempre marcada por los traslados alrededor del mundo. Estudió en la Universidad de Austin Peay, en Texas, y después se mudó a Tenesse, donde arrancó su aventura musical. Empezó a ser conocido a partir del año 2000 y en 2007 comenzó a coquetear con nuestro país, lanzando al mercado un disco junto a Paz Suay llamado She’s Spanish, I’m American.

The Embers Of Time es el resultado de una profunda crisis vital, quizás la famosa crisis de los 40. ‘Tenía muchas cosas en la cabeza’, dice, y por eso decidió embarcarse en la búsqueda de una terapeuta angloparlante en la ciudad de Valencia. Su vida, como he dicho, ha estado siempre acompañada de traslados, al principio por la condición de militar de su padre y más tarde por su continuo e insaciable deseo de inspiración. Sin embargo, este ha sido el motivo principal del malestar mental del artista. Está cansado. Cansado de vivir en muchas partes y no tener un hogar en ninguna de ellas. Cansado de sentirse culpable por dejar a sus hijos en casa para hacer giras por el mundo y preguntándose si ellos sentían lo mismo que sentía él cuando era un niño.

Con una apertura sorprendente teniendo en cuenta su evidente timidez, Rouse cuenta cómo comenzó una terapia llamada Gestalt, que se centra en experimentar el presente. En vivir el presente. Esa frase tan dicha, tan escuchada y con un fondo tan deseable, pero tan difícil a la vez. Carpe Diem. ‘Coged las flores mientras podáis, veloz el tiempo vuela…’. Sin embargo, el presente está también lleno, o puede estarlo, de profundo malestar; ‘Está bien sentirse como una mierda’, dice el cantante.

Rouse comenzó un viaje hacia su infancia y descubrió que había muchas cosas inconclusas. The Embers Of Time es un disco maravilloso, pero también es la terapia compartida de un gran artista con su público. Quizás el trabajo más íntimo y más personal de un artista cada vez más conocido en nuestro país gracias al Goya que ganó el año pasado a mejor canción original por Do you really want to be in love?, tema principal de toda una banda sonora para la película La Gran Familia de Sánchez Arévalo. Probablemente la banda sonora sea lo mejor de la cinta, sin querer ser mala.

Un artista polifacético que es capaz de mezclar a la perfección el pop británico, el soul, el folk y el rock de los setenta. ¿El resultado? Un sonido propio meloso, perfecto para encontrarse con uno mismo. Un artista que ha tenido que reinventarse en varias ocasiones e incluso volver al sonido de sus orígenes, tras el batacazo que supuso El Turista.

Canción tras canción, Rouse agacha la mirada con los aplausos y agradece en un susurro ‘Thank you’. Se va animando y va incluso contando algún chiste. Sonríe. Interactúa con los que siempre gustan de colocarse en la primera fila. Guiña el ojo a una chica que baila a ritmo de rock clásico. Vacila a sus músicos. Y nos regala un delicioso momento cargado de un silencio dulce interpretando The Ocean, solamente armado con una guitarra, una armónica y so voz. Solo, en mitad del escenario, con su timidez y un público emocionado.

Al acabar el concierto, el ambiente familiar llega a su punto más álgido cuando Rouse y sus músicos se asoman por la tienda que vende sus discos y sus vinilos. Saludan a todo el que se acerca. Incluso firman autógrafos sobre las carátulas de los discos. Aquí, una servidora, se hizo con una púa salida directamente del bolsillo del pantalón vaquero, que me miraba con ojos asustados, grises. Creo que todos nos fuimos de allí con la sensación de haber estado con un artista cantando en el salón de casa. Como el que se arranca a cantar por bulerías en los cafés. Si no le conoces, prueba a sumergirte en su universo. Pero cuidado, que engancha.

Si quieres saber más sobre Josh Rouse: http://joshrouse.com/wp/bio/