Estaba inmersa en elegir qué película de Disney ver una tarde cuando, de pronto, me asaltó una inquietud. Un momento: ¿no había empezado yo ya un artículo de esta misma forma hace unos meses?
¡Ah, sí!
Es que este mes, ¡he decidido reaparecer en Meer de la mano de mi amigo Walt Disney! Te confieso que esta decisión se debe enteramente a lo divertido que me resultó trabajar la imaginación a través de los personajes que tanto me acompañaron en mi infancia (y ahora), sin ningún tipo de límite. Como decía en los artículos anteriores de esta saga, considero esencial realizar este tipo de vuelos de vez en cuando para sentirnos libres y casi que niños de nuevo. ¡Es fantástico (no, no he ingerido ningún polvo de hadas extraño, soy así)!
Así pues, te invito de nuevo a recordar que: El mundo es un lugar para soñar…
Alicia en el país de las maravillas (1951)
Honestamente, consideré analizar esta película cuando comencé con estos artículos, pero se quedó en un mero pensamiento porque, francamente, esta cinta siempre me ha perturbado un poco (no creo ser la única a la que le ocurra esto). Sin embargo, pensándolo ahora más concienzudamente… Definitivamente tenía que repasar esta película.
Alicia sería una artista abstracta muy excéntrica que consume opiáceos y setas alucinógenas por amor al arte, siempre con el delantalito de su vestido (¿por qué Alicia llevaba un delantal, a todo esto?) lleno de manchas de pintura cual Jackson Pollock. Esta niña sería un personaje, en todos los sentidos. Y precisamente por eso y por su arte delirante, lleno de perturbadoras imágenes de gemelos medio cubistas y barajas de cartas como fondo ilusionista, estaría bajo el ojo público todo el tiempo. Le harían entrevistas donde la verosimilitud brillaría por su ausencia y se dedicaría a hacer declaraciones que absolutamente nadie entendería.
Por supuesto, harían un inquietante documental sobre Ali con ella como voz en off narrando episodios de su vida que, francamente, la harían parecer víctima de sueños febriles. Pero ¿qué podemos esperar de alguien que frecuenta el país de las maravillas?
La Reina de Corazones entraría en política por la puerta grande (literal y figuradamente, teniendo en cuenta sus atuendos). Se metería en semejante jardín (para nada he usado esa palabra adrede), para tratar de instaurar su sistema personalizado de guillotina con corazones ya no en su Maravilloso país sino, más bien, en todo el mundo.
Iría de congreso en congreso explicando por qué debería rescatarse este castigo afrancesado, seguramente con algún discurso extremista sobre recobrar la gloria de los reinos o alguna perogrullada similar. A mí, desde luego, no me gustaría nada ser su contrincante; ¡con los gritos que da cuando se le lleva la contraria! Sálvese quien pueda. ¡Ah! Y dentro de su programa electoral incluiría hacer del croquet EL deporte por antonomasia. Ahora; qué configurarían la bola y el mazo en su versión de este deporte… Pues no sabemos. Y casi mejor no ponernos a imaginar.
El Conejo Blanco sería, sinceramente, cualquier urbanita con un mínimo de responsabilidades cosmopolitas o, de forma más general, cualquier ser humano con un mínimo de ansiedad, estrés y/o impuntualidad crónica. Y ya. Así de triste es el asunto. Eso sí: tendría que ir al médico urgentemente, porque esas taquicardias sudoríparas que sufre el pobre no son nada normales. Seguro que, en la vida real, sería el estereotípico corredor de bolsa estresado, sudado y desquiciado. Y, claro, de tanto chillar y estresarse, al final tendría que pedir una baja en su trabajo para sustituir las carreras financieras por las carreras a sus citas psiquiátricas. Pobrecito, de verdad.
Aladdín (1992)
Aladdín pondría en boga la moda «sucia rata callejera»; básicamente, vestirse harapiento y con remiendos caseros. ¡Estupendo, Aladdín! Siempre y cuando se asee, claro. Por mucha fama y fortuna que obtuviera con sus conjuntos alternativo-perezosos, nadie aceptaría su falta de higiene ahora que es un hombre pudiente. Lo de «sucia» tendría, definitivamente, que terminar por quedarse en una anécdota de su complicado pasado.
En esa línea, entre evento de Corte y de marca, Aladdín dedicaría su tiempo a influir positivamente en la sociedad como en la peli. Sería Embajador de UNICEF y se volcaría en ayudar a niños en situación de pobreza. Al lo ilustraría todo en sus redes sociales, las cuales serían una miscelánea de fotos de sus conjuntos casual-callejeros y publicaciones sobre los niños a los que ayudaría con todo lo que tuviera (y que no ha robado). Puede seguir siendo callejero si quiere, pero, ya, ¡ni sucio, ni rata!
Jasmín, tal y como dijéramos de Mulán, estaría involucrada de lleno en la causa feminista. Seguramente sería la vicepresidenta, a las órdenes de Mulán, en la asociación que la guerrera de China fundaría en un segundito. Aparte de ser una clara defensora del feminismo, creo que también sería una estupenda psicóloga y coach motivacional.
Piénsalo: ¿no te parecería inspirador a la par que motivador escuchar charlas sobre varios aspectos de la psicología, extraídos directamente de experiencias personales? «Cómo detectar a un mentiroso», «cómo detectar a un manipulador y a su víctima», «cómo hacer de tu atractivo femenino un arma de autodefensa» … ¡Jasmín tendría charlas para todo! Y, al contrario que Bella, la princesa de Arabia resultaría convincente porque, como sabemos, ¡ella sí que ya no pasa ni una más!
A Jafar, por desgracia, tendríamos que soportarlo por todas partes. Aparecería en cincuenta vídeos comerciales distintos para marcas de cuchillas y cremas de afeitar, por supuesto mostrándonos todos los ángulos y recovecos de su perturbadora barba de chivo. En cuanto compete a las redes sociales, tendría el terrorífico impulso de crearse un perfil bien público mostrando más de lo que debería o de lo que cualquiera de nosotros querríamos ver, creyéndose muy seductor. Encima tendría todas las aplicaciones de citas disponibles y sería un auténtico baboso con todo el mundo, independientemente de la edad o género. Puaj, en serio. ¿Por qué tuvo que crearse semejante personaje?
El Genio, por absoluta desgracia, no tendría cabida en nuestro mundo de realidad porque… ¡no hay un genio tan genial! (Lo siento, tenía que hacer la broma). En realidad, yo creo que podríamos encontrar al Genio en cada persona de nuestra vida, figura perenne o pasajera, que nos aporte paz, nos haga reír y siempre esté dispuesto a ayudarnos cuando más lo necesitamos. Puede que parezca que haya pocos Genios hoy en día, pero recuerda cómo lo encontró Aladdín: de la forma más inesperada, sabiendo distinguir entre lo que solo brilla por fuera y lo que también lo hace por dentro. Como decía, ¡no hay un Genio tan genial!
Enredados (Tangled) (2010)
Rapunzel sería, sin duda, la figura pública preferida por todo el mundo (junto con Flynn, evidentemente). Se convertiría en una artista increíblemente entusiasta y polifacética (de algo le tuvo que servir el tedio absoluto que le dio su existencia en la torre). Igual aquí difieres, pero yo creo que le diagnosticarían de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) en cuanto saliera al mundo, literal y figuradamente.
No hay más que ver sus talleres monotemáticos de horas y horas y sus eternidades mirando ensimismada las lucecitas del pueblo… El caso es que todo el mundo la adoraría, aunque más de uno la tildaría de intensa. Por supuesto, parte de esta popularidad estaría íntimamente relacionada con la cuestión capilar, con su archiconocida melena icónica. Terminaría en el libro Guinness de los Récords por su clara eternidad capilar, pero… Igual terminarían por tener que cortárselo por contraer piojos y lo que no son piojos, por aquello de ir arrastrándolo por la calle… Puaj. ¡Lo siento, Rapunzel!
Por supuesto, nuestra princesa entusiasta favorita abriría una cuenta en Instagram y TiktTok supuestamente a nombre de Pascal, su camaleón-mascota, como si él hubiera querido llevar un perfil público. En la descripción de dichas cuentas Pascal nos dejaría claro que la cuenta la gestiona su mamá Rapunzel, quien para nada está verdaderamente detrás de toda la iniciativa.
El caso es que subiría vídeos de un Pascal hastiado con todo tipo de conjuntos y, seguramente, siendo forzado a bailar todo tipo de cosas como si fuera una marioneta, con esa cara de tedio y resignación tan característica suya. Yo, desde luego, seguiría esta cuenta. #PascalEsLoMás.
Madre Gothel sería la mejor amiga de Yzma (analizada en capítulos anteriores), tanto por la obsesión por la edad y las arrugas como por su complejo de víctimas del sistema, la sociedad y las personas que las rodean. Se pasaría todo el día subiendo contenido y/o haciendo entrevistas soltando más embustes que parpadeando y respirando.
Escribiría una autobiografía del todo dramática y, animada por sus amigas villanas, terminaría siendo autora de libros sobre psicología oscura y profesora de clases magistrales sobre cómo manipular, engañar, controlar y cualquier tipo de actividad inmoral y psicopática que se le ocurriera. Terrorífico, de verdad. Eso, si no le da por la lectura oscura del Tarot, el «horóscopo negro» o lo que es peor: eso, si no la detienen y termina compartiendo celda con Peter Pan por secuestro infantil…
Flynn pasaría de delincuente a modelo, ya que su foto policial se haría viral gracias a su famosa pose. Por supuesto, también se haría más que famosa su encantadora e icónica personalidad. Sería entonces cuando dejaría su fase fechoría para embarcarse en su fase glamourería (sí, me he inventado esta palabra).
Empezaría con anuncios de colonias y ropa (me perturba estar tan segura de que sería modelo de ropa interior). Y, muy seguramente, acabaría metido en películas y series. No creo que fuera muy buen actor teniendo en cuenta su película, pero siempre lo dejarían como parte del reparto solo porque es guapo y famoso (sabemos que es algo que puede hacerse). Tendría, desde luego, el club de fans más intenso y dedicado del mundo.
Terminaría haciéndose amigo de Cuzco, siempre compitiendo por ver quién es más idolatrado por el público. Lo mejor de todo es que se dedicaría a hacer gala pública de su devoción por Rapunzel la artista/princesa allá donde fuera, lo que haría que su club de fans perdiera aún más la cabeza (sin intervención alguna de la Reina de Corazones). La princesa convertida en artista y el ladrón convertido en actor. ¡Qué pareja tan formidable, de verdad!
Quisiera terminar este artículo haciendo mención especial a otras películas cuyos personajes, a mi parecer, merecen ser analizados brevemente en nuestro contexto.
Hades («Hércules»), (1997) sería un personaje polémico por absoluta afición. Se quejaría de lo idiota que es todo el mundo, de lo mucho que trabaja y de lo poco que se reconoce su maravillosa persona. Por supuesto, trabajaría de tertuliano en algún programa de televisión de cotilleos, acabaría chillándole a todo el mundo y siempre tendría algo malo que decir de todos. Aun así, sería amado por muchos… precisamente por todo lo anterior.
Coco («Coco»), (2017) tendría un programa de experiencias paranormales que se haría famosísimo por el Médium Cantarín que lo protagonizaría y por el icónico hilo musical latino que acompañaría los episodios.
La familia Madrigal («Encanto»), (2021) terminaría siendo apodada «la Familia Disfuncional», teniendo en cuenta que las tribulaciones y poderes Disney de cada miembro podrían perfectamente traducirse en trastornos mentales en el plano real. Cada uno tendría un problema emocional y/o mental independiente: baja autoestima (Mirabel), ansiedad (Luisa), narcisismo (Isabela), estrés postraumático (abuela Alma), paranoia (Bruno)… Ya solo con aquello de creer que su vivienda está viva, tiene sentimientos y se llama Casita, daría para hacer un documental de la “Familia Disfuncional”. Pobre familia, de verdad.
Terminando por uno de los personajes más recientes, Asha («Wish», 2023) sería una persona sumamente idealista que iría por el mundo cantando y predicando lo importante que es que les demos a nuestros sueños su poder; lo cual, en mi opinión, representa la esencia de Disney, pero, sobre todo, nuestra esencia humana.
Y es que, tal y como concluía en los dos artículos anteriores, los sueños, la imaginación, los deseos… tienen mucha más importancia de la que a menudo les damos, inmersos en nuestro día a día y cotidianas tribulaciones como estamos. Es por eso que, y ya para concluir, me repito: ojalá que nunca olvidemos darnos tiempo para soñar, imaginar y así ser libres, independientemente de lo que suceda fuera del mundo de fantasía.
Tal como imaginamos a los personajes de Disney en el mundo real, quizá sería un buen ejercicio imaginarnos a nosotros, de carne y hueso, como habitantes de reinos y lugares mágicos y permitirnos imaginar qué haríamos allí. ¿Quién sabe? Quizá en unos años, de alguna forma, nos sea posible irnos de intercambio al universo Disney…