Esta mañana he ido al súper... ¡Qué desastre! Qué gran variedad de papeles de colores, tamaños y ofertas diferentes. Aromas, antioxidantes, conservantes, derivados… Y yo me pregunto una cosa: ¿esto tiene comida dentro? El mostrador de la carne y el pescado estaba desértico y en las baldas del dos por uno en chuminadas había más gente que en las rebajas.

Durante el tentempié gratuito de rigor me di una vuelta por los pasillos y, pensando en el asunto, llegué a una conclusión: compramos sin necesidad, comemos por gula y hacemos lo imposible por cumplir con el estereotipo de cuerpo diez. De hecho, la gente se ha aficionado a leer las etiquetas de los envases aun sin entender de dónde provienen la mitad de los ingredientes o, craso error, pensar que algo es más saludable o simplemente engordará menos por el dibujo del cero por ciento. Alguien debería decirle a Mr McDonald que lo del payaso está pasado de moda.

Lo cierto es que las grandes cadenas de comida rápida ya se han dado prisa en ofrecer opciones variopintas. Llámame bicho raro, pero nunca podré entender el concepto de la hamburguesa con patatas baja en calorías. ¡Ah! Y la cola light, of course.

Te puedes comprar el menú de plástico a la hora que quieras y donde quieras. Además te viene con regalo incluido, ¿qué más se puede pedir? Las grandes avenidas son escaparates de la nueva-‐vieja tendencia: Centros neurálgicos que hacen las veces de servicio público y punto de referencia para quedar con los amigos y… ¡Venga bolsas con sorpresa de un lado a otro! Algunos la llevan cual bolso de Marc Jacobs. “Que poco estilo el mío”, pienso yo, “llevo el almuerzo como una cualquiera”.

Luego tenemos productos libres de grasa hasta en la sopa, pastillas para perder peso, operación bikini, trikini y propósitos de año nuevo. “¡Pasamos más hambre que los perrillos de Chonchi!”. Es una expresión típica en mi familia y lo cierto es que nunca he conocido a la tal Chonchi, pero en su casa se tiene que pasar muy mal. ¿Por qué querríamos quejarnos de hambre cuando otros no tienen que comer?

Sacarina para el café y luego clase de zumba, bodytonic, technotronic y quemapan. ¿Y eso qué es? La fiebre del cuerpo se vuelve loca de autoestima en las revistas de los ‘aarg’ o lo que a la traducción vienen a ser aquellos defectillos físicos que hacen de los famosos seres terrenales. Yo duermo tranquila desde que sé que Madonna tiene piel de naranja.

Y, como si de una balanza se tratase, ya conozco a más de uno que tiene número de socio en el gimnasio y tarjeta VIP para Don Kebab. Hay que estar a la última en todo, así que no perdáis el hilo.

Es curioso y absurdo a la vez, pero lo cierto es que el buzón lo tengo lleno de cupones descuento y llamadas de ayuda en acción, ofertas exclusivas y peticiones de firmas por causas humanitarias, dos por uno en Happy Burguer y fotos de niños con la barriga llena de malnutrición por escasez de alimentos. Nada tiene sentido.

Hablando de lo que no tiene sentido… No hace poco sino mucho que leí sobre la experiencia personal de un joven Tuareg que marchó a Francia para estudiar en la universidad. Ironías de la vida, lo que más le impresionó no fue la oferta cultural o los edificios renacentistas, sino la cantidad y magnitud de las fuentes que pueblan las ciudades. Y es que, durante generaciones, su familia había marchado de un lado a otro del desierto en búsqueda de agua. Por lo visto hay muy pocas cosas en el desierto y cada una tiene un enorme valor. Nosotros solo tenemos que abrir el grifo. Que tontería, ¿no?

Somos el norte y el sur, el día y la noche, el blanco y el negro. Miremos donde miremos las formas de hacer son diferentes, las costumbres antítesis de la lógica por comparación y la evolución cosa de Internet y la publicidad.

Nunca me ha gustado cumplir con el patrón común pues tenerlo todo masticado es muy aburrido, pero tampoco nadar contracorriente, no vaya a ser que me señalen con el dedo y me despeinen. Donde fueres… Haz lo que vieres. Aunque en este refrán el no singularizarse tiene que ver más con la educación y el respeto a lo ajeno que con el borreguismo.

Podemos gastar de más porque lo vale, es vintage y además hecho en China; ser polivalente, tener tres trabajos y que ninguno te guste; y/o, ¿por qué no?, tener un sofá en forma de L para ver lo que pasa en una isla, en casa de Luis Armando o el plató de la mesa camilla.

Lo bueno de todo esto, y es que siempre hay que pesar en positivo, es que gozamos de libertad y aquí cada loco con su historia y a apañárselas como uno puede. Al rico libre albedrío se vive mejor pero, eso sí, con las orejas bien limpias, pues desde que la enciclopedia desapareció de la estantería del salón se sabe más de todo.

Bueno, ya me callo que luego me dicen que me gusta regañar. Además, se ha hecho tarde y el olor a frito que sube por las escaleras me ha abierto el apetito. Hoy para cenar: Melón con sin jamón… Y sin tocino, que engorda.