Mi yo de hace algunos meses atrás hubiera esperado mucho tiempo para empezar a hacer algo, o por lo menos esperar a terminar a la perfección cualquier proyecto antes de lanzarlo al mundo. Necesitaba sentirme completamente lista, preparada y creí que ser “perfeccionista” me iba a llevar al éxito, a dar reconocimiento y hasta tranquilidad conmigo. Le daba vueltas a mis ideas antes de llevarlas a cabo buscando mitigar cualquier error que pudiera presentarse, e incluso, varias veces dejé a un lado proyectos y sueños por no estar completamente lista y a la “altura” de mis expectativas y a la de los demás. ¿Qué dirían las personas si me equivocara frente a todo el mundo?

Por muchos años, tuve la idea de que antes de hacer algo, debía tenerlo todo definido, bajo control, milimétricamente organizado, con cronograma, acciones estratégicas, etc. Pero la verdad era que, aunque tuviera todo en su punto, de alguna u otra forma me inventaba la idea de que debía esperar el momento ideal para materializarlo. En pocas palabras, creaba mil y un excusas para no hacerlo con tal de no arriesgarme, por miedo a salir lastimada o decepcionada de mi misma e incluso verme como “un fracaso” ante los demás.

Ahora, entiendo que esperar a ese momento perfecto, a que los planetas se alineen, a que los guías espirituales me hablen en sueños y los mares estén en calma para ponerme en acción, en definitiva me quedaré esperando toda la eternidad. Ya no se trata de satisfacer a los demás, ya no quiero vivir para los demás, quiero vivir para mí.

La vida me ha enseñado que las oportunidades se deben aprovechar en el momento que se presentan, porque no siempre se repiten dos veces. El tiempo perfecto para hacer algo, para materializar una idea, para lo que sea, es “ahora”. He entendido que hacerlo de esta forma trae más ventajas que desventajas, pues he conocido un mundo nuevo y maravilloso al permitirme lanzarme sin tanto adorno, sin tanta perfección, porque la “perfección” (si es que existe), irá llegando en el camino. Si no me lanzo, no sabré nunca qué es lo que debo ir ajustando y transformando. Solo así, en la práctica y andando el camino es donde está el verdadero progreso.

Tampoco es cuestión de lanzarme con los ojos vendados o adivinar la ruta que debo seguir, pues dicen por ahí que “el que no sabe para dónde va, cualquier (o ningún) bus le sirve”, y con seguridad puedo terminar más perdida de lo que estaba. Por eso, para mí significó mucho empezar a ser más consciente de lo que pasaba en mi día a día, qué era lo que estaba haciendo y si eso tenía coherencia con lo que de verdad quería para mi vida.

En este camino de la consciencia me di cuenta que mi terquedad no me dejaba avanzar, empeñarme a seguir el mismo camino en piloto automático me estaba llevando a un acantilado. Ya no podía permitirme improvisar más. Era necesario por lo menos, tener claro hacia dónde quería ir y “qué” quería hacer con mi vida realmente. Pero la verdad, era que no tenía ni la más mínima idea del “cómo” hacerlo, no sabía de dónde sacarlo ni cómo inventarlo. Pero de algo estaba segura: si empezaba a dar un paso hacia ese “qué”, el “cómo” lo iría descubriendo en el camino a través de personas, oportunidades, experiencias y hasta “errores”. Solo debía prestar atención. Dicho y hecho, así fue. La vida misma me fue mostrando por dónde ir. Muchas veces ha sido así.

¿Suena muy bonito todo lo que digo, cierto? Tener claro qué es lo que quiero y seguir adelante parece ser muy inspirador. Pero, detrás de bambalinas, hay días oscuros y muy complejos. Todo esto en teoría suena muy fácil, pero ve a hacerlo realidad. Qué complejo se hace. No todo es color de rosa y aunque así lo quisiera, no todo el tiempo lo es. Para darte un ejemplo muy “sencillo”: normalmente, mi proceso de escritura de estos artículos duran varios días, no todos los finalizo en una sola sentada, y este no fue la excepción. La inspiración y la motivación no me acompañan todos los días y, justamente, mientras estaba en el proceso de terminar este artículo, me invadieron las ganas de tirar la toalla, no solo con este escrito, sino con todo lo que he tratado de construir desde que comencé mi nueva vida. Aunque, ahora más que nunca tengo claras mis metas y la vida se ha encargado de mostrarme el camino, es un poco frustrante y a veces desalentador no ver los resultados a corto plazo.

Llevo varios meses trabajando, planeado, organizado e incluso exponiéndome al mundo sin tanto adorno como te lo comenté anteriormente, pero a veces mi paciencia toca límites que me hacen perder las fuerzas y siento que ya no puedo más. Y esto también está bien. No todos los días debo ser fuerte (recordatorio para mí –y para ti también). Hace poco tuve una de mis crisis de ansiedad y debí pedir ayuda a un gran amigo quien me recordó todo lo que había avanzado en este tiempo (rodéate de personas así, todos necesitamos un Darío en nuestras vidas). Recordar esto, frenar un momento, bajarme del carro por el tiempo que sea necesario y simplemente ver las cosas desde afuera, me regresó nuevamente al momento presente, a que lo único cierto y real era el “hoy”. Esta mentecita mía me pone en unos aprietos que ni te imaginas: ella trata de ir mil kilómetros más adelante sin dejar que me concentre en el camino que estoy recorriendo ahora mismo.

Acá es cuando llegan las verdaderas pruebas de resiliencia, fe, paciencia, perseverancia y confianza en uno mismo. A veces me pregunto “¿en qué me metí?”, pero luego recuerdo que estoy siendo leal a mí, que esto es lo que me llena y apasiona, en lo que creo y luego se me pasa (como dice el meme, ja ja ja).

Pero, así como no todo es color de rosa, tampoco todo es color negro; esto es de contrastes, de colores, sabores y olores diversos que te vas encontrando día a día. Algo muy bonito sucedió justo cuando estaba “sacando la toalla para tirarla”: me escribió una persona con quien hace muchos años habíamos perdido el contacto, y quien tiene una trayectoria bastante reconocida en el mundo de los medios de comunicación del país. Ella venía siguiéndome el paso en mis redes sociales y ese día me escribió con la intención de invitarme a colaborar en una iniciativa que estaba desarrollando, en donde le gustaría incluir mis proyectos. ¿No es esto muy maravilloso? Gracias al mensaje de esta gran mujer, la vida se encargó de darme nuevamente una señal de “esperanza”, para recordarme que voy por el camino indicado, solo debo seguir adelante, sin rendirme. ¿Que puedo descansar? Sí, claro, ¿por qué no?; pero no rendirme, porque esto apenas está comenzando y se va poniendo muy bueno...tal vez no todos los días, pero se hace el esfuerzo de seguir adelante pese a... y gracias a...

Entonces, me pongo a pensar que no es solo la falta de planeación; en varias ocasiones simplemente es necesario y recomendable practicar el bello arte de empezar. Esto es lo más difícil. Incluso, aunque a veces (la mayoría de las veces), no estamos del todo listos (muy pocas veces lo estamos) en el fondo sabemos que lo queremos pero da miedo. Mi consejo aquí,(si me lo permites) es escuchar eso que nos dice “el fondo”, nuestro interior, porque ahí es de donde nace la libertad. Esto aplica para todo: para el trabajo, proyectos personales, para el amor y para la vida en sí. Nos hace falta reconocer-nos, tener confianza en nosotros y sobre todo en el proceso. Ir lento pero seguro. Sí, lo sé y lo repito nuevamente: es fácil decirlo, difícil hacerlo. Pero si no empiezas a hacerlo, nunca llegarás a donde quieres llegar, ni tampoco sabrás qué necesitas ajustar, cambiar, transformar o construir para estar donde quieres estar o quien quieres estar.

Esto me recuerda a una frase que solía decir una amiga: “Fake it, till make it” (finge hasta lograrlo). Aunque de alguna forma no te sientas con la seguridad, con las habilidades, destrezas, etc., en algún momento lograrás interiorizarlas y alcanzar los resultados deseados, si empiezas a practicarlas. Créetela aunque no estés ahí... todavía.

No siempre debo entenderlo todo, solo debo empezar a actuar. Muchas veces no sé cómo hacer las cosas, pero igual las empiezo a hacer. Y si voy acompañada, mucho mejor. En algún momento llegaré a donde necesito llegar, con muchos miedos, pero al menos lo estoy haciendo. Lo único que requiero es empezar a caminar hacia mi destino definido. Sé que no será fácil pero es el viaje que decidí emprender con convicción y me estoy arriesgando por mí, por nadie más. Muchas personas, incluso las más cercanas, me han cuestionado, me han hecho dudar; pero otras, me han recordado quién soy y qué estoy haciendo para alcanzar ese sueño. Yo solo me dedico a escuchar y a decidir a quién hacerle caso.

¿Cuántas ideas has dejado en pausa o descartado por miedo a no saber cómo materializarlas? ¿Qué harías si dejaras de esperar el momento perfecto y simplemente lo intentaras ahora mismo? Tal vez, como yo, descubras que en realidad no necesitas tener todo claro para comenzar y que no es requisito estar todo el tiempo bien… solo necesitas tener claro que mereces empezarlo a hacer… por ti.