Al momento en que redactamos, no hay ninguna certeza de si Estados Unidos actuará sobre Venezuela, ni cómo lo hará. Está en suspenso. No obstante, todo lo hace presumir. Por tanto, sólo tendremos en consideración los hechos producidos hasta ahora, como también algunos de los variados efectos ocurridos y comprobables, desde que la flota norteamericana se desplegó hace algo más de tres meses. Toda otra situación a futuro resulta imposible de ser anticipada con rigurosidad.
Hasta antes de que se posicionara la flota frente a sus costas en el Caribe, sin traspasar todavía las aguas internacionales, el caso venezolano no era prioritario. Las críticas y condenas al fraude electoral del régimen en 2024 habían quedado superadas por otras situaciones mundiales más urgentes, sin que fuera olvidado, pero en un segundo plano. Maduro y sus seguidores, tal vez pensaron que lo peor había pasado y continuaron afianzándose en el poder. Hasta que la administración de Trump decidió actuar, en primer término, contra los narcotraficantes del “cártel de los soles” y sus lanchas, en número creciente, y luego calificarlos de terroristas. Calificación muy significativa para la seguridad de los Estados Unidos, que autoriza otro nivel de operaciones externas e internas. Colombia igualmente está advertida como país productor de estupefacientes que utiliza el territorio venezolano.
De esta manera, se estableció un círculo de diferentes acciones progresivas para presionar a Maduro que se han ido intensificando. No sólo ha sido el acceso marítimo el controlado, con la más alta tecnología y presencia naval, sino que ahora se ha extendido al espacio aéreo, virtualmente cerrado a los vuelos internacionales. Ha sido acompañado de declaraciones amenazantes del propio Trump, que anuncia operaciones terrestres. Maduro y sus representantes han contestado, con declaraciones cada vez más estridentes y a veces risibles, propias de la retórica acostumbrada, más las alertas y movilizaciones internas frente a un enemigo desproporcionadamente superior y dispuesto a demostrarlo. Ambos utilizan todos los elementos propagandísticos disponibles y cunden las delaciones interesadas.
Mientras tanto, paralelamente, han existido contactos de enviados y hasta uno directo, telefónico, entre Trump y Maduro. Para Trump fue sólo eso. Para Maduro, fue “cordial y respetuoso”. No hubo acuerdo, pues Maduro condicionó su salida en términos inaceptables, seguramente forzado por su cúpula política, u otros países. Lo que ha dejado abiertas las posibilidades de pasar a una etapa terrestre, sobre la cual hay todo tipo de elucubraciones, como sucedió en otras operaciones similares norteamericanas, en Granada (1983), Panamá (1989) o bombardeos a Irán (2025).
Del objetivo narcoterrorista se ha pasado al otro, que es el verdaderamente buscado: el derrocamiento del régimen chavista de hace 20 años, con los últimos 13 de Maduro. Las presiones indicadas se espera que puedan producir divisiones internas y que, a su vez, debiliten o empujen a Maduro a buscar su salida a algún país donde goce de los millones que posee. Como ha ocurrido con otros dictadores. Algunos recuerdan, con razón, que Maduro está procesado por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, lo que restringe su capacidad de movimiento. No ha materializado su fuga, y todo indica que el enorme control que ejerce no se ha debilitado hasta este punto todavía. Al contrario, habría más y mayores represiones, precisamente para evitarlo. No tiene el apoyo mayoritario, pero tiene seguidores dispuestos a todo, por conveniencia o temor a rendir cuentas.
Entre los países de la región, no sólo se ha tolerado la presencia y las presiones norteamericanas, que al comienzo eran rechazadas, sino que aumentan los que ahora las apoyan, o directamente las facilitan para operar. Inclusive entre quienes se mostraron decididamente en contra al inicio, hoy no se oponen. Es un régimen que ya no se acepta internacionalmente, salvo por incondicionales, como Cuba o Nicaragua, que temen que puedan ser los próximos en caer. La flota norteamericana ha redoblado su presencia activa en las bases que posee en algunos países caribeños, y no ha habido reclamos. El cerco sobre Maduro se ha estrechado. El Premio Nóbel de la Paz a Corina Machado y su aventurada asistencia a Oslo se suma a los factores existentes y adquiere mayor significado, como presión moral, no militar, al régimen totalitario. Algunos presidentes regionales asistieron y apoyaron. La presión norteamericana ahora se extiende a la confiscación de los buques petroleros y asfixia los ingresos del régimen. Sus reacciones burlonas y groseras sólo confirman su aislamiento y repudio generalizado.
Asimismo, dicha flota igualmente envía un claro mensaje a las potencias foráneas que han declarado el respaldo a Maduro, como Rusia, China, Irán o algunos movimientos islámicos extremistas que operan en Venezuela, o los alienta. Están advertidos. Su presencia impediría toda acción eventual que pudieran intentar.
En Estados Unidos, está el debate sobre la eliminación de las lanchas en el Caribe. Se ha generalizado periodísticamente el término “presuntos narcotraficantes”, sembrando la duda, como si aquellas lanchas de alta velocidad fueran de pescadores o paseantes, desafiando una de las flotas más sofisticadas del mundo. La duda no se sostiene. En el Parlamento, se discute sobre la eliminación de los tripulantes sobrevivientes, acorde a la permanente oposición política a todo lo que haga Trump, como es habitual.
El otro punto cuestionado ha sido la legalidad de estas acciones, según las normas internacionales. Desde este punto de vista, se entra en consideraciones sumamente amplias y negativas, donde entran en juego numerosas normas del derecho actual, y donde tampoco hay consenso respecto de aquellas aplicables. Sería entrar en un debate interminable, debiendo considerarse aquellas sobre el terrorismo internacional, lucha contra el narcotráfico y crimen organizado, financiamientos ilegales, legitimidad del régimen de Maduro, migración descontrolada y justificación jurídica de las acciones de los Estados Unidos. Caben muchas interpretaciones, según otros tantos puntos de vista. No resulta posible abordarlas ahora.
Cómo actuará la flota norteamericana y dónde, posiblemente, sea uno de los temas más difíciles de anticipar. No corresponde adivinarlos, ni siquiera especular al respecto. Las opciones son muchas, y anticiparlas sólo distrae y confunde. Seguramente hay una gran variedad de posibilidades estudiadas, pero todavía no decididas, así como uno de los aspectos más importantes: la oportunidad. No se conoce por el momento, ni se anunciará. Sólo lo que suceda se podrá evaluar oportunamente.















