El repliegue estratégico de EE. UU. sobre el continente americano expresa dos objetivos: 1) redefinir su “zona de seguridad estratégica” y 2) ampliarla desde Groenlandia hasta el Atlántico sur y proyectarla hacia la Antártida.
Tradicionalmente sus intereses de seguridad estratégica en América abarcaban México, Centroamérica y Caribe, teniendo como límite el Canal de Panamá. Mas recientemente, con el Plan Colombia, sus bases militares se extendieron a ese país sudamericano, bajo el pretexto de combatir y erradicar los carteles del narcotráfico. Con lo que logró el desplazamiento de estos a Ecuador, su fusión con los grandes carteles mexicanos y su asentamiento en la extendida frontera que lo separa de la República Mexicana.
Actualmente, la zona de seguridad estratégica se redefine en función de limitar e impedir la expansión de los acuerdos comerciales de China con la casi totalidad de los países latinoamericanos, que la cuentan como su primer o segundo socio comercial.
Ello explica que toda América del Sur y, en particular, Argentina un país “tan lejos de Dios y de los Estados Unidos”, un país poco afecto al panamericanismo, neutralista y “mal vecino”, de pronto sea objeto de un generoso salvataje financiero, a través de un swap de monedas de hasta 20.000 millones de dólares ofrecidos al presidente Milei y condicionado a su triunfo en las elecciones parlamentarias de medio término. “Si el pueblo argentino no apoya a los candidatos de Milei, no vamos a perder más tiempo, nos retiraremos de Argentina” expresó en términos de amenaza el presidente estadounidense.
Curiosamente, esa amenaza que otros pueblos hubieran considerado una inadmisible intromisión en los asuntos internos y un ultraje a la soberanía resultó exitosa. Los argentinos votaron mayoritariamente a los candidatos del partido de Milei y le aseguraron una representación parlamentaria que, si bien no le asegura la mayoría absoluta, le permitirá seguir gobernando en base a decretos de necesidad y urgencia (DNU), lo que nos lleva de una democracia condicionada a una autocracia eficaz para terminar la demolición de los restos del “estado del bienestar” que aún perduran, impulsando las reformas laboral, previsional e impositiva. En suma, ganar la batalla cultural que despierte a los argentinos del ilusorio sueño de la justicia social y la soberanía.
¿Filantropía o Geopolítica?
El salvataje financiero se realizó a través del Fondo de Estabilización Cambiaria, que depende exclusivamente del presidente y administra la Secretaría del Tesoro. Resultó un hecho histórico, el estado norteamericano hizo sólo dos rescates históricos en la región, a México en la crisis del tequila de 1994 y a Uruguay en 2003. El secretario del Tesoro Scott Bessens anunció que otorgará a la Argentina un swap por 20.000 millones de dólares, por el cual el Tesoro estadounidense y el Banco Central argentino, realizarán un acuerdo de intercambio de monedas –dólares por pesos y viceversa– para reforzar las reservas internacionales y tratar de estabilizar el tipo de cambio. En la práctica, este mecanismo actúa como una línea de liquidez que el gobierno argentino puede usar para intervenir en el mercado para contener la volatilidad cambiaria.
Pero todo tiene su precio, o mejor dicho su condicionamiento. Trump fue categórico al vincular la ayuda financiera a dos condiciones ineludible: que Milei gane los comicios y se comprometa a “sacar a China de Argentina”.
Estas declaraciones desataron una inmediata reacción de la Embajada China en Argentina, que calificó los dichos de Trump como una “mentalidad de la Guerra Fría”. En respuesta Trump escribió: “No queremos otro estado fallido o liderado por China en América Latina”.
Según publicó el pasado 22 de octubre The Wall Street Journal, la administración Trump ha afirmado que Milei deberá limitar los vínculos con China al mínimo posible. El interés de Estados Unidos se extiende a sectores vinculados con la minería: litio, uranio, tierras raras y otros recursos energéticos y naturales de la Argentina. Asimismo, sus intereses se extienden a sectores como telecomunicaciones y el acceso a internet. Según el TWSJ, funcionarios del Tesoro han transmitido a los altos cargos argentinos, su deseo de que empresas estadounidenses sean el principal proveedor de estos servicios, desplazando a las compañías chinas. La nota menciona que Telecom Argentina recibió recientemente un préstamo de 74 millones del Bank of China y que Huawei brinda infraestructura 5G a los principales operadores del país.
El interés por el Uranio
El trasfondo político es aún más delicado. TWSJ sostiene que Washington busca limitar el acceso de Beijing a recursos naturales y tecnológicos clave, entre ellos el uranio. Este ha adquirido una nueva relevancia global. En un mundo donde la Inteligencia Artificial (IA) demanda una capacidad energética sin precedentes, la energía nuclear se posiciona como una fuente limpia, escalable y sustentable para alimentar los grandes Centros de Datos.
En este contexto el “mileismo” ha creado su propia estrategia nuclear para adaptarse a su “nueva metrópolis”. Se trata de abandonar los grandes Reactores Nucleares como Atucha 1 y 2, paralizar la construcción de Atucha 3, mientras busca desarrollar reactores pequeños (SMR) fabricados por Elon Musk, capaces de abastecer con energía nuclear los Centros de Datos que demandará la Inteligencia Artificial. Según el presidente de Nucleoeléctrica Demian Reidel, Argentina podría encender sus primeros reactores en cinco años y ya cuenta con contactos en Estados Unidos, para liderar este nuevo paradigma energético.
Existe una coincidencia temporal entre este avance nuclear y el anuncio de Stargate Argentina del proyecto presentado por OpenAI (Elon Musk) junto a Sur Energy, para instalar un Centro de Datos de 500 MV. Aunque Elon Musk no aclaró si hará una inversión directa, el gobierno argentino celebró la iniciativa como un paso clave para posicionar al país como un hub tecnológico regional.
Visto el resultado de las elecciones legislativas, lo que se jugó en el tablero de Argentina es la dirección geopolítica de las próximas décadas. Es decir, se abandonará el delicado equilibrio entre China y EE.UU., que ven en el territorio argentino una pieza clave para el futuro energético y digital del planeta, para consolidar el vínculo con Estados Unidos y el sector privado norteamericano en un esquema de sumisión unilateral que compromete el resto del comercio exterior y las inversiones provenientes de China, Rusia, Brasil, India y el resto de los países emergentes que integran los BRICS.
El mal ejemplo argentino
El resultado de esta “luna de miel” entre Trump y Milei será trágico para la “novia” que es Argentina. Trump podrá sentirse satisfecho con el rediseño imperial de la región que “su prometida” le facilita a cambio de nada. Se trata de una ingeniería política que apunta a recuperar el predominio absoluto de Estados Unidos en la región, desplazando a cualquier competidor que atente contra la obtención de los preciados recursos naturales vitales para el transporte y la comunicación, pero sobre todo la tecnología de la guerra y la del futuro.
Estados Unidos retrotrae a nuestra región a los tiempos de la Guerra Fría, empujándonos a un enfrentamiento con otras potencias, en un mundo que tiende a la multipolaridad. Pasamos así, a ser sus peones en el tablero donde juegan sus piezas, los bloques económicos, la apropiación de los recursos naturales, las políticas arancelarias, el peligroso mundo donde, mueven esas piezas, nuevos actores como el crimen organizado transnacional, el narcotráfico, la trata de personas y el comercio clandestino de armas.
El primer frente de este nuevo intervencionismo político-militar de EE.UU. tiene como eje central el Mar Caribe. Lo que empezó como una amenaza de Trump a Panamá para recuperar el Canal supuestamente bajo control chino, terminó con la venta de dos puertos cuya operación estaba a cargo del holding Hutchinson con sede en Hong Kong, al fondo de inversión Black Rock del amigo de Trump Larry Fink.
Las reiteradas declaraciones de intervención directa frente a lo que Trump califica de políticas demasiado permisivas con el narcotráfico, esconde la inquietud por los fuertes lazos que la economía de los países latinoamericanos mantiene a través de las inversiones y el comercio con China. El enfrentamiento directo con el gobierno de Venezuela ha pasado del plano discursivo a la movilización de recursos militares desproporcionados hacia las costas venezolanas para atacar algunas embarcaciones pesqueras, supuestamente vinculadas al narcotráfico.
En los últimos días, la ofensiva en el Caribe ha escalado al declarar al presidente de Colombia Gustavo Petro como jefe del comercio ilegal de drogas, argumento ya utilizado contra el presidente de Venezuela, apunta a la desestabilización de Petro y su partido con vistas a las elecciones de 2026.
El segundo frente tiene a Ecuador, Perú y Chile. En Ecuador sostienen al principal narcotraficante de América Latina, el presidente Daniel Noboa, magnate bananero, que controla el puerto de Guayaquil, principal zona de embarque de drogas con destino a EE.UU. y Europa, que viaja en las sentinas de la flota en la que Noboa exporta sus productos hacia esos destinos.
En el caso de Perú, acaban de destituir a la presidente con cargos que tratan de ocultar que la verdadera causa de su destitución es haberse acercado demasiado a China, promoviendo la construcción del puerto de Chancay, construido con financiamiento chino, a cuya inauguración en 2024 asistió Xi Jinping. Esto ocurre porque está en Proyecto otro mega puerto en Corío, Arequipa, de mayor calado que Chancay. Consorcios chinos y estadounidenses están sosteniendo una fuerte puja, mientras en Lima la Embajada de EE.UU. ya cuenta con las seguridades de adjudicación por parte del nuevo presidente José Jeri.
En Chile el interés y la intervención es la misma que operó en Bolivia: unir a la derecha y la ultraderecha para asegurar en el ballotage el triunfo de un candidato lo más parecido posible a Milei en cuanto a su adhesión a la política hemisférica de EE.UU. El triunfo de Rodrigo Paz fue el 19 de octubre y ya anunció su viaje a Washington, su desafiliación del ALBA y su defensa irrestricta de la amistad boliviano-estadounidense. En Chile supongo que el candidato favorito de Washington es Kast y si lo es, será el ganador del ballotage. Tanto Chile como Bolivia forman con Argentina el triángulo del Litio. Bolivia lo nacionalizó, pero tres libertarios como Paz, Kast y Milei, se las ingeniarán para ponerlo al servicio de las tecnológicas de Silicón Valley.
En el frente del Atlántico, Brasil representa el principal escollo para el plan maestro de Trump. Pero si se produce, como parece, un efecto dominó hacia la derecha en la región con Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile y Argentina dominados por la ultraderecha, lo menos que puede pasar con el Brasil de Lula es el aislamiento geopolítico, lo que no es poco.
En suma, para los desorientados que hoy preguntan ¿Qué pasó en Argentina? la respuesta es simple. El mundo actual se mueve por la codicia y el miedo. La codicia de Trump lo lleva a intervenir en el subcontinente, su plan maestro se encuentra en plena ejecución y es exitoso. Y lo es porque rechazarlo infunde miedo. Por eso aparecen los gobiernos cómplices y subordinados. Porque como diría Borges: “no los une el amor sino el espanto, será por eso que lo quieren tanto”… a Donald Trump. Sí, al que compró a la Argentina por diez monedas de plata y se coronará Rey de las Américas. Para esa coronación demolió el ala este de la Casa Blanca. Ahora su principal preocupación es construir el Salón de Baile más grande y lujoso del mundo. Allí danzarán los bufones y golfas disfrazadas de influencers, mezclados con sus virreyes del subcontinente.















