Trinidad Francisco Huerta Caturla fue un guitarrista y compositor español (Orihuela 1800 — París 1874) que gozó de gran prestigio y reconocimiento en la Europa musical de mediados del siglo XIX.
Hijo de familia de holgada posición, estudió posiblemente en Real Seminario de Nobles de San Pablo de Valencia y durante el trienio liberal se alineó con la revolución.
La biografía de Huerta está llena de episodios curiosos propios de un bohemio y de acontecimientos desagradables como acusaciones de maltrato, adulterio y abandono del hogar. No resulta fácil seguir la trayectoria vital de este guitarrista, envuelta en misterios y leyendas, pero poco a poco se va completando la trayectoria vital de Huerta, gracias al trabajo de solventes investigadores.
En su azarosa vida sentimental se le conocen a Huerta varios matrimonios: el 24 de mayo de 1824, al poco de su llegada el 26 de abril a Estados Unidos, se casa en Nueva York con Sabina, la jovencísima hija del miniaturista italiano Antonio Meucci.
Este matrimonio relámpago acabó también de manera fulminante unos meses más tarde (la demanda de divorcio se publicó en diciembre de 1825 y en ella Sabina acusa a Huerta de adulterio, de abandonarla estando embarazada de una niña y de malos tratos).
Su segunda esposa, Angiolina Panormo, con la que contrajo matrimonio en Londres en 1830, era hija del famoso constructor de guitarras Louis Panormo.
La tercera fue la española Salvadora Viguri, hija de un oficial carlista; con ella tuvo el guitarrista, en diciembre de 1867, un hijo llamado Noel que murió a los cinco años.
Pero pasemos a conocer al artista. Trinidad Huerta mostró desde el principio extraordinarios dotes para la guitarra, pero abandonó los estudios a los quince años de edad y se alistó como soldado en el ejército del general Rafael de Riego cuando el pronunciamiento contra el absolutismo.
Desde París, C. L. firma una crónica para La Unión Democrática de Alicante en la que relata:
El joven escolar saltó una noche las tapias de su colegio y fue a tomar parte en el pronunciamiento de la libertad. Al principio no se vio en él más que un voluntario como cualquier otro de los diez mil que había, pero a las pocas horas, el ejército improvisado reconoció que tenía en el joven voluntario un gran músico. Huerta intimó con un oficial, que más tarde fue general, uno de los que había promovido el alzamiento, don Evaristo San Miguel, y el uno la letra y el otro la música, entre los dos compusieron el Himno de Riego, marcha de guerra que es la Marsellesa de los españoles.
Muy conocida era esta marcha que acompañó a la revolución, y sobre el discutido origen y autoría del Himno —interpretado por primera vez en 1820, al entrar las tropas del general Riego en Málaga— el crítico musical francés Arturo Pougin, sostiene que, con sólo 20 años, Huerta compuso la música de esta partitura, primer himno nacional español, y ratifica la atribución de la letra al político y militar Evaristo San Miguel y también la música a Trinidad Huerta:
Ambos aunaron su inspiración y en una noche febril crearon la canción para la cual dieron el nombre del libertador.
(La Revue Gazette Musicale, 25 de octubre 1868)
El Himno fue popularizado durante el Trienio Constitucional (1821-1823) y luego se cantó durante los alzamientos revolucionarios de 1854 y 1868, hasta que la Segunda República lo elevó a la categoría de Himno Nacional, en sustitución de la Marcha Real.
Antes de oficializarlo, fue objeto de audición la noche del 27 de abril de 1.931 en el Ateneo madrileño, con la presencia de Manuel Azaña, e interpretado por Laura Nieto y la Banda Real del Cuerpo de Alabarderos.
Huerta comienza en 1820 su carrera como guitarrista que le lleva a Londres y Lisboa, hasta presentarse el 6 de abril de 1823 en el madrileño Café de la Gran Cruz de Malta como discípulo del “célebre Sor”, junto a una joven flautista de 16 años (Diario de Madrid, 6-IV-1823).
Cuando en 1823 Riego fue ajusticiado por orden de Fernando VII y los seguidores de la revolución encarcelados tras las revueltas del 20 de mayo que terminan con la restauración del poder absolutista, Huerta —el Rouget de Lisle de la revolución española— sale hacia el exilio.
En noviembre de este mismo año actúa ya en París, en un local de la calle Taitbout. En la capital del Sena logró la protección del famoso tenor Manuel del Pópulo Vicente García.
Embarca para Nueva York el 31 de marzo de 1824, donde llega el 26 de abril y nueve días después de su debut, el 24 de mayo de 1824 en el City Hotel.
El 5 de junio dio su segundo concierto en la ciudad de los rascacielos y le acompañó su esposa como pianista. En Estados Unidos se asocia con su mujer y sus suegros y con el flautista Bondeau. Durante 1824 y 1825 sigue recorriendo los Estados Unidos como triunfador y consigue una gran fortuna que, al parecer, dilapidaba en placeres y empresas fantásticas. La relación de Huerta con su mujer y sus suegros se deterioró de forma importante en estos meses y, en unos conciertos que da en abril y mayo de 1825 en Filadelfia, ya aparece él solo.
En julio vuelve a Saratoga porque, aunque no se registra allí ningún concierto suyo, su mujer le acusa de abandonarla definitivamente, dejándola a punto de dar a luz a una hija que Huerta nunca conoció (Independent Chronicle & Boston Patriot, 17-XII-1825).
Tras su amplio periplo estadounidense, en el que trabó amistad con el general Lafayette, Huerta se despide de Nueva York y el 2 de enero de 1826 pasa a Canadá, donde se dice que deleitó a las tribus indias con su canto y toque de guitarra; luego a La Habana y, tras unos meses en Cuba, visitó la isla Martinica. Cuentan algunas crónicas que, en el trayecto, la nave fue abordada por unos piratas y salvó la vida gracias a la guitarra, entreteniendo y divirtiendo a los asaltantes con su toque.
De regreso a Europa, el 1 de junio de 1826, Huerta ofrece un concierto en Liverpool. Se instala en Londres y el 10 de enero de 1827 se presenta en la capital del Reino Unido que lo recibe con entusiasmo. Aquí se asoció con el maestro guitarrero Louis Panormo, con cuya hija mayor se casa el 27 de septiembre de 1828.
Hizo amistad con el banquero Rothschild y consiguió el patrocinio de lady Judith Barent Cohen Montefiore, cuñada del célebre banquero; se relacionó con importantes músicos como Lablache, Donzelli, Dragonetti, Devenniz, Curioni, Crammer, Moscheles, Liszt, Moris, Beriot y con la familia real británica (la princesa Victoria, la Duquesa de Kent, el Duque de Sussex, el de Devonshire y otros). Y publica “Tres Valses para Guitarra”, junto con Judith Barent y su marido, Lord Moses Montefiore.
Sus ansias de aventura lo llevaron a recorrer Europa y Oriente Medio durante los años 1827 y 1828. Actuó en Malta, Estambul, Egipto, Líbano y también hizo sonar su guitarra en Constantinopla y Jerusalén, llegando a tocar en el Gólgota, dentro de una romántica gira en unión de Judith Montefiore, cuñada de Rotstchild.
En junio de 1828 actúa con el arpista Laborre, con quien Huerta se batió en duelo por una cuestión de carácter musical (The Spectator, 19-VIII-1828). Huerta tocó aquí con los principales pianistas y violinistas del momento. En enero de 1828 está en Briston y actúa en Londres y Bath.
El sueño dorado de Huerta era ser en la guitarra lo que Paganini en el violín. En París entabla gran amistad con Rossini, Paganini (a quien dio clases de guitarra), Víctor Hugo, Héctor Berlioz y otras personalidades de aquel tiempo, que elogiaban los méritos del guitarrista oriolano, al igual que la princesa Victoria, entonces heredera de Inglaterra.
En ocasiones actúa con personajes del romanticismo como Liszt, Paganini, Chopin, Cramer, Rossini, Moscheles o los guitarristas Sor, Aguado y Regondi. Fue considerado por la revista alemana Allgemeine Musikalische Zeitung como el guitarrista vivo más grande de su tiempo, calificándolo como “el Rey de la Guitarra”.
No le fueron bien las cosas en Inglaterra y París, por lo que, aprovechando la amnistía declarada con motivo de la proclamación de Isabel II, Trinidad Huerta regresa a España en 1834, como lo hicieron otros muchos personajes y diputados liberales (Agustín Argüelles, Cambronero, Gil de la Cuadra, Calatrava, Martínez de la Rosa…). Da cuatro conciertos en el Café Suizo de Bilbao (La Revista Española, 3-IX-1833), se presenta en San Sebastián con otro concierto de dos horas ante los infantes Francisco de Paula y Luisa Carlota, cuando Fernando VII estaba ya postrado, aunque todavía ejerciendo como rey (Boletín de la Revista Española, 21-VI-1834).
Actuó en Madrid y al primero a quien vio Huerta en Palacio fue a Evaristo San Miguel, que era ya general, y mandaba los alabarderos de Isabel II. Vuelve a Francia con actuaciones en Burdeos entre agosto y septiembre.
Continúa después con sus conciertos por toda Europa, acrecentando su fama y popularidad. Son numerosas las referencias en prensa y los testimonios de personajes tan ilustres de la música como Berlioz y Rossini, de los guitarristas Sor y Aguado o de intelectuales como Larra, Dumas, Victor Hugo, Barbieri, etc. Víctor Hugo le escribe en París el 16 de febrero de 1834:
Puesto que da V. algún valor, señor Huerta, a una opinión tan poco importante como la mía, me contemplo feliz al explicarle hasta qué punto me ha encantado su habilidad. La guitarra, ese instrumento, tan circunscrito, no reconoce límites entre sus manos. Usted le hace producir todos los sonidos, los acordes todos, todos los cantos. Usted sabe sacar de esas pocas cuerdas las notas más variadas, las que hablan al alma, al entendimiento, al corazón.
La guitarra de V. es una orquesta. Gusto mucho de la España y de los españoles, señor de Huerta, y por consiguiente de la guitarra; pero sobre todo en las manos de V: en ellas no es ya solamente una cuerda que suspira; es una voz, una verdadera voz que canta, que habla y que llora: una de esas voces profundas que hacen pensar a los que son dichosos y que inclinan a la meditación a los que están tristes. Crea V., señor Huerta, que tengo el mayor placer en comunicar mis ideas a V. en este particular, y acepte las seguridades del deseo que tengo de servirle.
En mayo de 1847 vuelve a Madrid y el 13 de junio actúa ante la reina Isabel II que le concede la Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III y le nombra Guitarrista de Cámara con una gratificación de 8.000 reales anuales que nunca llegó a cobrar. En 1848 podemos localizarlo de gira por Levante, actuando en Orihuela (su ciudad natal), Elche y Alicante y dos veces en Valencia (Gaceta de Madrid, 27-VIII-1848).
En enero de 1849 lo encontramos establecido en Barcelona.

Journal Amusant, 08 de diciembre de 1860. Real Conservatorio. Bruselas, Bélgica.
Trinidad Huerta murió en su casa de Rue Provenza de París el 19 de junio de 1874, ya casi olvidado, y recibió sepultura modestamente en el cementerio Père Lachaise, el mismo en el que están enterrados los astros del romanticismo que fueron contemporáneos suyos y admiraron sinceramente su forma de tocar la guitarra.
Notas
Fernando Espí Cremades, Edición crítica del "Método para guitarra" de Trinidad Huerta, dedicado a la Condesa Besborodko (Mensignac, Francia, 1861), Nassarre 30, 2014.
Baltasar Saldoni, Diccionario biográfico bibliográfico de efemérides de músicos españoles. Imprenta Antonio Pérez Dubrull, Madrid (1868-1881).
Guillermo Castro Buendía, Jaleo de Cádiz y Fandango Nacional de España. Las “maneras flamencas” de Trinidad Huerta. Sinfonía Virtual.com, enero 2015.
Robert Coldwell y Javier Suárez-Pajares, A.T. Huerta: Life and Works, Lulu.com, 2018.















