Hace un mes, con una irresponsabilidad histórica o intelectual, les dejé dos frases sobre las cuales hay que reflexionar: “Si el plan electoral de la presidenta Sheinbaum funciona, el financiamiento público a partidos políticos se recortará, marcando el final definitivo de PRI y PRD, quienes sin base social simplemente desaparecerían” y “Creo que actualmente PRD y PRI están destinados a desaparecer próximamente"1.

No me retracto de mis afirmaciones: creo, con muy pocas dudas, que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) está condenado a desaparecer y que actualmente es un zombie político, un muerto que apenas puede caminar.

La derrota final del PRI implica el cierre final del siglo XX mexicano. El partido que reclutó a los triunfadores de la Revolución Mexicana en 1929, bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario (por Plutarco Elías Calles), se transformó en una gran maquinaria electoral, una estructura política que dominaría en su totalidad al país. El PRI fue el creador del México contemporáneo y definió el siglo XX, sin lugar a dudas, por lo que su desaparición es un hito en la historia y merece una reflexión profunda.

Más allá de la maquinaria electoral, ¿qué fue el PRI? El partido que pasó de ser un partido hegemónico a dominante, a derrotado, a revivido y finalmente desahuciado, no dependió de una ideología para su unidad histórica. De una ideología combatiente al Nacionalismo Revolucionario, a la tecnocracia neoliberal, todos fueron esencialmente priistas, pues el control sobre la política, economía y cultura en favor de las élites fue lo esencial. Para que los mismos grupos y personas siguieran gobernando al país, el PRI mutó ideológicamente.

Sus peores momentos fueron cuando los resultados de esa estructura de poder y control no eran los esperados (68, crisis económicas, pésima respuesta al terremoto de 85), y de la selección de candidatos-sucesores presidenciales sin respeto a la estructura, con López Portillo, de la Madrid, Salinas y Meade. Todo con la corrupción como herramienta del poder, como modo de premiar a los leales, controlar el comportamiento de los actores políticos y aceite de la maquinaria estatal. Porque, para el PRI, la corrupción es esencial y fundamental.

Y estos errores fueron desgastando a un partido que fue perdiendo su contacto con el votante, con los ciudadanos, sobre todo con los jóvenes, con quienes desde los 68, la Matanza del Jueves de Corpus y el Festival de Avándaro, se desarrollaron una relación de desconfianza y desprecio. Un partido que se llamó revolucionario era un defensor del status quo más corrupto, conservador y oligárquico.

La sentencia de muerte del Partido Revolucionario Institucional está declarada por Televisa, grupo de telecomunicaciones que durante años funcionó como la Secretaría de Propaganda y pregonero oficial. La frase “Televisa es un soldado del PRI” se atribuye a Emilio Azcárraga Milmo, conocido como “El Tigre”, quien fue presidente y dueño de Televisa desde los años 70 hasta su muerte en 1997. Durante una entrevista en los años ochenta, Azcárraga Milmo expresó abiertamente la relación cercana entre Televisa y el régimen priista. Según diversas fuentes periodísticas: “Televisa es un soldado del PRI y del presidente.” Con ello, reconocía que la televisora asumía un papel de lealtad y colaboración política con el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Ese viejo y otrora leal soldado, hoy le grita a México que su antiguo Señor está muerto. Usando toda su fuerza, Televisa nos presenta un excepcional documental producido, escrito y dirigido por Denise Maerker, mostrando un profundo y rico archivo audiovisual y entrevista con los principales actores políticos mexicanos de los últimos 40 años2. Solo hacen falta las entrevistas de Ernesto Zedillo, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.

Al final del documental, a las preguntas ¿qué fue el PRI? y ¿cuál es el porvenir del PRI?, se presentan tres respuestas:

El actual Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, uno de los miembros más importantes del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), y antiguo renombrado priista (leal a Manuel Camacho Solis), explica que el PRI quedó vacío ideológicamente, que primero Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y después López Obrador, en el siglo XXI, quedaron desnudos ideológicamente desde la izquierda. Lo “revolucionario” quedó como término sin referente, solo una etiqueta. El Nacionalismo Revolucionario era una falacia narrativa, pero servía para legitimar al régimen. Los reformadores o tecnócratas de la transición democrática despreciaron todo elemento simbólico y narrativo, basando su legitimidad en eficiencia económica.

Ebrard lo dice de mejor modo: el PRI se quedó sin espacio ideológico en la política mexicana.

Desde otro lado del espectro ideológico, el conservadurismo y la democracia cristiana, uno de los panistas más relevantes en la historia de México, el abogado y ex candidato a la presidencia Diego Fernández de Cevallo, afirma que el PRI está más fuerte que nunca.

Para el Jefe Diego, las estructuras, narrativas e intereses del viejo PRI hoy viven en MORENA. La fractura de 1988, cuando Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas abandonaron al PRI y con ellos su ala nacionalista de izquierda, ha concluido con la muerte del viejo partido y el triunfo de MORENA y el regreso de esa corriente con las viejas prácticas políticas.

Por último, Juan Villoro, intelectual mexicano y heredero de las viejas glorias de su padre Don Luis Villoro (1922–2014), uno de los filósofos más importantes de México, tiene una respuesta desde el análisis cultural. Para Don Juan, el priismo y la mexicanidad se identifican, tan grande fue su presencia e influencia en el siglo XX mexicano que en todo mexicano, en sus prácticas políticas, en sus aspiraciones, criterios de interpretar la realidad y afectos se encuentra el PRI.

El Partido Revolucionario Institucional trascendió su origen de partido hegemónico para volverse identidad cultural mexicana. Y así, hoy vive en todos los grupos y proyectos políticos, en el día a día, en expresiones artísticas, en nuestras alcobas y en las historias que nos contamos. Cultura priista y mexicanidad son sinónimos.

Los demócratas mexicanos hemos querido matar al dinosaurio (apodo despectivo para el PRI) sin darnos cuenta que somos reptiles prehistóricos. México es un país de fósiles vivos: México es lo más cercano a Jurassic Park.

Notas

1 Fernando Villela Aranda. Seis desesperados pasos para la oposición: ¿Cómo puede reconstruirse una oposición política en México?. Meer, 22 de septiembre de 2025.
2 Es curioso que por un lado Televisa no expresa explíciamente su subordinación al partido oficial, ni tampoco censura su contenido mostrando lo tendenciosos que eran sus coverturas, opiniones y noticias siempre en favor del PRI.