La publicidad nos acompaña en el día a día desde hace cientos de años, y no solo ha sido un medio para colaborar con iniciativas sociales, temas políticos y generar necesidades nuevas, sino que también, ha cambiado la forma como vivimos en muchos aspectos. No solo sirve como referente social y económico, y a veces para la nostalgia o para entender elementos de la época en la que se creó sino que ha alterado nuestras conductas, desde lo más pequeño hasta tradiciones globales, veamos algunas de las más relevantes.

Antes del siglo XX las mujeres en occidente no se afeitaban de manera regular y esto era visto como la norma. En 1915 la marca Gillette lanzó su primera afeitadora eléctrica femenina, se llamó Milady Décolletéy marcó un cambio en la mentalidad respecto del vello de las mujeres, pues la promocionaron como que era antiestético e indeseable, mensaje que fue amplificado por revistas como Harper’s Bazaar y Ladies’ Home Journal, y a raíz de ello es que el afeitado en las mujeres se volvió, en unas pocas décadas, en lo cotidiano y esperable socialmente.

La publicidad afectó también a los hombres en este sentido, pues antiguamente se afeitaban la barba solo de vez en cuando o en barberías, así que no era usual verlos sin barba. Pero, en 1903 Gillette lanzó la primera máquina de afeitar para hombres con sistema de seguridad y hojas desechables, esto sumó a la practicidad pero también lo acompañaron de publicidad que reforzaba la idea de que el afeitado diario era signo de higiene, disciplina, autocontrol y profesionalismo, se vendía como que el hombre bien afeitado era más confiable en los negocios y también más competente. Esto se logró instaurar en la sociedad hasta hoy, que en muchos trabajos exigen a los hombres estar afeitados, en los colegios los adolescentes deben afeitarse “para verse presentables” y esto sigue permeando a muchas áreas de nuestra cultura.

Hoy en día el pan de molde pareciera ser lo más común del mundo y, no obstante, hasta 1928 los desayunos se veían muy diferentes a hoy en día. El pan se utilizaba pero se cortaba a mano, con rodajas irregulares y una corteza mucho más dura. Otto Frederick Rohwedder creó la primera máquina que cortaba las rodajas en tamaños iguales y empezó a venderlo empaquetado. El marketing hizo su trabajo, se promocionó como limpio, práctico, moderno y seguro para los niños. Asimismo, era más fácil de tostar y terminó instaurándose como la opción preferida de desayuno en unos pocos años, y aún lo seguimos utilizando de esa manera.

Durante siglos el agua se bebía de fuentes naturales, como pozos, ríos o acueductos. Entre los siglos XVII y XIX se empezó a vender agua embotellada como agua mineral de manantial con propiedades supuestamente medicinales, estas eran vendidas a la élite y se convirtió en símbolo de estatus. Entre las décadas de 1970 y 1980 ya el agua potable era corriente en casi todas las ciudades del mundo pero las empresas de agua embotellada hicieron una campaña para sembrar desconfianza en el agua del grifo.

Esto continuó en los años siguientes, por marcas como Nestlé, Danone, Coca Cola y Pepsi, que hicieron mucha publicidad para reforzar la idea de que el agua embotellada era más limpia que la del grifo y también normalizar que los deportistas y la gente en su vida cotidiana llevara una botella de agua. También fueron estas campañas las que, tomando una antigua y mala interpretación del Consejo de Nutrición de los Estados Unidos, afianzaron la idea actual de que se deben tomar dos litros de agua al día. Hoy sabemos que no existe una medida universal y depende de las características y estilo de vida de cada persona, no obstante lograron instaurar esta idea que hoy se continúa defendiendo y volvieron cotidiano el uso del agua embotellada y la idea de que es más saludable que la del grifo.

Otro hábito que fue modificado por la publicidad fue la frecuencia del baño, a finales del siglo XIX lo usual era bañarse un par de veces por semana, usualmente con agua de tina y no de ducha pues no todas las casas tenían agua corriente y el baño frecuente era visto como algo innecesario e impráctico. No obstante, Unilever, en aquel momento conocida como Lever Brothers, a finales del 1800 lanzó campañas para vender su jabón que se presentaba como la solución al “olor corporal”, un concepto que fue inventado y popularizado por esta misma publicidad, como resultado las personas empezaron a asociar el bañarse todos los días con aceptación social. Esto fue reforzado después por Procter & Gamble y gracias a eso pudieron multiplicar sus ventas y modificar las rutinas de higiene de la gente.

Los anillos de compromiso han existido desde hace siglos, pero estaban hechos de una variedad de materiales, el diamante no fue relevante para este rubro hasta 1938, cuando De Beers, una empresa que controlaba casi todos los yacimientos de diamantes en Sudáfrica y necesitaba una forma de añadirles valor para venderlos a precios altos, así que crearon una campaña masiva con el mensaje de que “un diamante es para siempre” y reforzaron la idea de que cuanto más grande el diamante mayor era la demostración de amor y de allí vino este concepto de que se debía gastar uno o dos meses de salario en el anillo de compromiso. Esta tradición continúa siendo bastante relevante en muchos países.

Finalmente, la imagen de Santa Claus se popularizó en el siglo XIX pero antiguamente se le representaba con distintos colores: verde, café, azul y otra variedad de detalles podían cambiar de una versión a otra, pero cuando Coca Cola lanzó en 1931 la publicidad navideña con rojo y blanco, los colores de la marca, empezó a instaurarlo de esta forma. Después continuó haciendo campaña con este Santa Claus durante más de 30 años en muchos medios alrededor del mundo, lo que terminó por consolidar a este personaje con los colores rojo y blanco en la mente de todo el mundo.