“Del arte no se puede vivir”. ¿Has escuchado esta frase? Si eres artista o en algún momento pensaste serlo, con seguridad la habrás escuchado. Por lo menos, este fue el discurso con el que crecí cuando decía que quería estudiar música y bueno, aún lo sigo escuchando en “los pasillos” de mi camino que hace poco emprendí; incluso, las personas que he conocido últimamente, crecieron escuchando este mismo discurso; la diferencia entre ellos y yo, fue que aún así, ellos sí se dieron la oportunidad de demostrar(se) lo contrario desde temprana edad.

Mi problema radicó en que para ese entonces no tuve la suficiente “hambre de curiosidad” para buscar más información acerca de lo que en verdad conllevaba vivir de la música. Para mí, consistía únicamente en aprender a leer partituras, tocar instrumentos, recibir clases de técnica vocal y convertirme luego en profesora, directora de una orquesta o de un coro, cantar en restaurantes, cafés o bares, o si me iba muy bien y alguien descubría mi talento, convertirme en una cantante famosa y viajar por el mundo dando conciertos en grandes tarimas, era mi sueño. Esto último sonaba maravilloso. Desde pequeña estuve en frente de escenarios cantando para cientos de personas y, aunque al principio me generaba pánico escénico, al final disfrutaba el sonido de los aplausos y también compartir mi voz con el público.

Sin embargo, este mundo no terminaba de convencerme porque aquel discurso seguía haciendo ruido en mi cabeza y mi expectativa de vida adulta era tener un trabajo cuyos ingresos me permitieran tener un estilo de vida que me diera tranquilidad financiera, algo que creía imposible de alcanzar en el mundo de la música.

Lo que vino después fue historia: estudié otra carrera, me sumergí en el mundo corporativo y bueno, hice lo que esperaban de mí, o por lo menos eso fue lo que pensé. Es por esto que este artículo es una confesión y declaración abierta que quiero hacerme. Reconocer que me equivoqué (¿o tal vez no?) y gritar a todo pulmón y hasta cantar lo que callé durante mucho tiempo. Me llevó más de una década descubrir que a través de la música (y de cualquier arte) sí es posible vivir. ¿Se requiere de mucha dedicación, persistencia y osadía? pues si, como todo en la vida.

Llevo varios meses conociendo y conectando con personajes súper talentosos de la industria, no solo de la música sino también del teatro e incluso del diseño, a quienes hoy en día admiro profundamente y he aprendido de cada uno de ellos de tal forma que me han inspirado a seguir trabajando por cumplir varios proyectos que he tenido en mente desde hace mucho tiempo. Todos ellos tienen algo en común y no es solo el mundo en el que se mueven; todos viven de la pasión a su arte y déjame decirte que viven muy bien, mejor de lo que imaginé.

Pero antes de seguir, quiero hacer un paréntesis para contarte otra historia paralela que se entrelaza con esto que te cuento. Mi papá es músico y fue el director del coro de mi colegio, también profesor de música allí; adicional, tuvo un taller de orientación musical y formó un grupo femenino polifónico (en el que yo era integrante). Nunca antes tuve la oportunidad de conversar sobre lo que esta vida significó para él y por muchos años seguí mi vida sin escuchar su lado de la historia, hasta hace poco. Cuando me di la oportunidad de volver a mis raíces, reconocerlas y conectarme nuevamente con mi esencia, pude tener este momento de verdad con él. Lo que me reveló una conversación sincera y sin filtros con mi papá, fue algo increíble, liberador y sobre todo transformador.

En su infancia, perteneció a la tuna del colegio, y siempre se destacó por su disciplina y organización. Desde pequeño, la música fue su pasión. Antes de involucrarse de lleno en este mundo, también tuvo varios pensamientos “ruidosos” sobre el ser músico: para él, significaba drogas, alcohol, desorden y vivir de lo que la “calle” le pudiera dar. Sin embargo, se dio la oportunidad de experimentar y fue integrante de una banda llamada Apocalipsis en donde tocaba la organeta. Con el paso del tiempo se dio cuenta de que esta no era la cara de la música que quería vivir, así que gracias a personas que se cruzaron en su camino, terminó por la línea de la docencia y terminó descubriendo que su propósito era orientar y guiar a los más pequeños a descubrir su potencial desde este arte. Así lo hizo también conmigo.

En esta conversación con mi papá, reconocí muchas cosas, no solo de él, sino de mí. Mi plan A siempre fue la música, pero por el afán de cumplir expectativas sociales me alejé de lo que realmente era. ¿Quieres saber qué fue lo más impactante que descubrí?: a él nunca le faltó trabajo y nunca tuvo que buscarlo, la música y el empleo siempre lo encontraban; a diferencia de mi en el mundo corporativo tradicional, pues pasé por varios momentos de desempleo.

Este arte fue la herencia que me dejó mi papá y al negarme a ella, estaba negando también mi propio valor y hasta mi propia naturaleza. Gracias a esta conversación, por fin pude darle sentido y reconocimiento a mi vida desde mi pasión.

Ahora sí, regresemos nuevamente con la historia anterior. A mis 38 años empecé a estudiar Music Business (si, a esta edad, porque nunca es tarde para comenzar de nuevo). Conecté con personas de la industria para entender mejor cómo funcionaba todo esto; lo que he descubierto hasta el momento, ha sido increíble. Detrás del escenario y detrás de los artistas, hay un mundo más grande de lo que imaginé. Aquello que conocía antes era solo la punta del iceberg. Me encontré con managers, productores, ingenieros de sonido, abogados especializados en derechos de autor, A&R's, bookers, project managers, tour managers, promotores, y una cantidad de roles, cargos y profesionales que posibilitan que todo lo que sucede detrás de un concierto, show y de un artista, sea una experiencia increíble para todos. Estas personas en “backstage” son quienes hacen que todo se haga realidad. Sin embargo, hubo algo mucho más importante de lo que me di cuenta estando un día en el aula de clase y luego reconociéndolo en la vida real.

Hay muchos artistas talentosos que se han quedado en el anonimato y no han logrado materializar su genialidad, y otros igual de talentosos (o incluso no tanto) que han llegado muy lejos y han hecho lo inimaginable. Pero, ¿qué hizo uno que no hizo el otro? Mi primera teoría, fue que mientras unos esperaban “pasivamente” a que llegara el hada de los sueños a hacer realidad sus deseos, otros se levantaban todos los días a trabajar por hacerlos tangibles y ponerlos a disposición de los demás. El secreto es pasar a la acción, y no quedarse en la pura imaginación ni estancarse en la mente. El futuro no le pertenece solo al más dotado, sino al más constante y arriesgado. Para decirlo en una frase mucho más sencilla: “la disciplina es la clave de todo sueño cumplido, más allá del talento”.

Ahora bien, mi intención no es desacreditar a aquellos que no han logrado vivir de su talento y aquí viene mi segunda teoría que se combina con el aprendizaje. En este tiempo he podido leer la esencia y personalidad de la mayoría de los músicos y ahora entiendo que no todos tienen esa habilidad de relacionistas públicos, managers, negociantes o el rol que se necesite para escalar y hacer visibles sus proyectos. Aquí, la importancia de crear un equipo de trabajo alrededor del músico es fundamental. Definitivamente, lo mejor que saben hacer es arte, tienen una sensibilidad especial y maravillosa, y su atención debe estar enfocada exclusivamente en crear, crear y crear.

Es por eso que, tal vez, así como el propósito de mi papá fue orientar a los más pequeños a descubrir y proyectar su vida desde la música; mi propósito está en ser esa persona que oriente y conecte a los músicos emergentes con la industria, con la vida real a través de las habilidades que aprendí en el mundo corporativo. Para esto, tuve que “desviarme de mi plan A”, para aprender a ser el “hada de los sueños” de los nuevos talentos que desean vivir de su arte y así ayudarlos a cumplir sus deseos. Eso si, no quisiera dejar de cantar por la alegría que esto me produce, pero sin duda alguna, mi lugar está en el backstage, detrás de estos grandes personajes que están empezando expandir su luz.

Ahora, puedo decir con certeza que aquella frase que me limitó por años estaba incompleta. No es que “no se pueda vivir del arte”, sino que “no se puede vivir del arte si no trabajas por ello”. Mi papá me enseñó con acciones que la música puede ser un sustento, las personas que he conocido en la industria y viven de ella, me mostraron que cuando la pasión se encuentra con la disciplina y la acción constante, los sueños dejan de ser solo sueños para convertirse en realidad.

Así que sí, de la pasión y de la música sí se puede vivir. Solo necesitaba aprender más de otros temas, experimentar más la vida y madurar lo suficiente para entenderlo y tener el valor para vivirlo. Ahora, con mi propósito más claro y la disciplina como mi nueva compañera de viaje, estoy lista para escribir mi propio capítulo de esta historia que estoy segura, será mucho más bonita de lo que alguna vez imaginé. No ha sido fácil, pero lo estoy logrando.

Para terminar, quiero compartirte algunas frases especiales que me dejó mi conversación con mi papá, por si estás en algún dilema parecido y no sabes qué hacer:

  1. Muchas veces uno va detrás de algo, persiguiéndolo a como dé lugar, forzando las cosas. Pero a veces, el secreto está en dejar que ese algo vaya detrás de uno, solo hay que saber interpretar y seguir el corazón. Déjate encontrar.

  2. No hay juego más serio que el juego de un niño. Deja que tu niño interior te guíe en el camino.

  3. Regálate el beneficio de la duda.

  4. No se trata de ser un músico empedernido, sino comprometido.

  5. Que el trabajo que hagas, siempre tenga un acto de servicio hacia los demás. El dinero llegará por añadidura. Siempre tendrás lo que necesitas.