Ya sea en la pantalla grande o en plataformas de cine, el mundo del entretenimiento llamado cine abarca narraciones de ciencia ficción distópica, drama, comedia, terror, novela o acción. Cada película es una obra guionada donde un escritor intenta mostrar una crítica social o una historia basada en temas universales de la vida. Un director, a su vez, busca hacer que las actuaciones sean creíbles y den vida a lo inverosímil. Más allá del icónico “the end”, detrás de cada producción hay un intrincado proceso que incluye fases de preproducción, producción, posproducción, distribución y exhibición. Además, existe otro aspecto esencial del cine: los datos duros que enriquecen su análisis y comprensión.
Toda película es resultado de la visión y la intención de su realizador. Sin embargo, nuestras opiniones sobre ellas deben fundamentarse adecuadamente. No siempre los espectadores ni los críticos logran diferenciar entre lo subjetivo y los elementos objetivamente evaluables de este arte.
Otro aspecto crucial de la industria del entretenimiento es su capacidad para generar tendencias y consumos culturales. Por un lado, hay momentos en los que se percibe una disminución en la producción de contenidos. Por otro lado, existe una demanda creciente de producciones para el consumo masivo, ya sea en los cines o en el hogar gracias a la televisión paga y las plataformas de streaming. Estas últimas actúan como un trampolín que lleva al reconocimiento tanto de grandes superproducciones como de pequeñas joyas del cine independiente. Esta competencia, en general, beneficia tanto a la industria como al público, fomentando una diversificación en la oferta de contenido.
El éxito de una película no depende únicamente de premios como el Oscar, sino también de cómo las audiencias y los críticos fundamentan sus opiniones. Aspectos como las actuaciones, el guion, la dirección, el contexto histórico o el género contribuyen a determinar por qué una película gusta o no. Una película habla a través de su construcción audiovisual y transmite un mensaje. Identificar ese mensaje y evaluar su contexto de producción (cómo fue hecha) y de recepción (cómo la vemos y percibimos) nos posiciona no solo como consumidores, sino como críticos capaces de comprender y reflexionar sobre su lógica interna.
El cine se trata de lo que su dirección quiere comunicarnos. Es decir, lo que vemos tiene un emisor: el productor, el director, los actores, la compañía que auspicia la obra y el medio que la emite, ya sea una sala de cine, la televisión o una plataforma de streaming. El cine es un lenguaje, y su narrativa audiovisual está compuesta por diversos elementos que demandan un análisis detallado.
Para comprender una película es importante saber que las producciones cinematográficas son el resultado de la intención de su realizador, quien busca crear sentido y comunicar una perspectiva particular. Este análisis requiere un enfoque reflexivo que trascienda lo evidente, invitándonos a interpretar más allá de las imágenes y cuestionar aquello que parece obvio.
El acento ahora se pone en la simultaneidad de los contenidos de conciencia, donde el tiempo sufre una nueva interpretación; una intensificación de los sentidos que permite, para este arte moderno, la espacialidad de los elementos que son narrados y colocados cinematográficamente.
Cada escena es como el teatro, pero posee la regla de ser temporal en relación con lo espacial, ya que las imágenes en el cine son fluctuantes, como si se desarrollaran frente a nuestros ojos. Por lo tanto, esto crea nuevos elementos que necesitan ser narrados sin límites de espacio, que no son estáticos como en toda la pintura artística. De manera que, para que el espectador pueda tener la narrativa de un primer plano frente a sus ojos, debe consumir previamente varios relatos de escenas distintas y alcanzar la ida y vuelta necesaria que propone el director.
...La fascinación de la simultaneidad del descubrimiento hace que cada espectador viva algo experimentado por él en otros escenarios, en un pasado y al mismo tiempo en su presente, e imagina un futuro en una atmósfera de mil años, cientos, semanas, todo en una o dos horas frente a sus ojos.
En definitiva, esta dinámica transforma la percepción y la experiencia del espectador, haciendo del cine un arte que desafía las convenciones tradicionales y abre nuevas posibilidades narrativas.
No podemos ignorar los aspectos técnicos del cine, que son sin duda otro eslabón fundamental en la producción de la cultura del entretenimiento. Elementos como los sonidos incidentales, la música, los tipos de tomas, los cortes y ensamblajes de los fotogramas, los vestuarios, los extras, la utilería, la maquinaria, la iluminación, el maquillaje y el diseño de sonido enriquecen y potencian el mensaje de cualquier producción. Estos elementos son cruciales para evaluar el contexto de una película y su impacto cultural.
En definitiva, el propósito de una crítica cinematográfica no es solo expresar una opinión, sino también aportar una reflexión sobre los mensajes que nos ofrece el cine. Esto incluye investigar los procesos creativos detrás de cada obra y cuestionar los preconceptos y prejuicios que limitan nuestra percepción del cine como mero entretenimiento. Una crítica reflexiva identifica el proceso creativo de una película y lo analiza con fundamentos, estableciendo hipótesis y conclusiones que desentrañan su mensaje y enriquecen nuestra comprensión del arte cinematográfico.
El cine no termina con el “the end” que nos invita a levantarnos de las butacas. Va mucho más allá: es un espacio de debate, análisis y aprendizaje sobre las lógicas culturales, artísticas y sociales que nos atraviesan como espectadores. En este maravilloso mundo del entretenimiento, cada película es una ventana a otras realidades, una invitación a mirar el mundo desde distintas perspectivas y a convertirnos en críticos conscientes de lo que consumimos.