Es enero y los árboles ya florecieron. Incluso para los locales, habituados a un clima semi-seco, Oaxaca se siente demasiado cálida. Intentamos ignorar el clima atípico sobre un camión turístico que, aunque es invierno, trae el aire acondicionado a todo lo que da. Vamos de camino a Monte Albán y, a través de las últimas calles de la capital del estado, se ve el asfalto espolvoreado de flores amarillas, blancas, rosa pálido. Seguramente, hace 2500 años, los zapotecas que escogieron este espacio para fundar su ciudad sagrada no vieron el camino enmarcado por pétalos.
Llegamos después de 30 minutos de camino desde el centro de Oaxaca. Al llegar al museo del sitio arqueológico, catalogado como Patrimonio de la Humanidad en 1987 por la UNESCO1 , nos recibe Rosalío Félix, arqueólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Con una camisa de cuadros, y un sombrero de palma, dirige a un grupo de alrededor de 15 visitantes a través de las ruinas. Esta vez, todas las personas que le seguimos el paso hablamos español. Con paso decidido, se mueve firme entre los árboles de copal y la terracería. Está a punto de hacer que las piedras hablen.
¿Qué significa “Monte Albán” y por qué se llama así?
El nombre original de esta zona arqueológica se perdió en el tiempo. Según los registros2 del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es probable que haya sido Danibaan (“Montaña Sagrada”, en zapoteca antiguo). Sin embargo, puede ser que “se refiera a las flores blancas de los árboles de cazahuate que cubren el cerro”, añade la institución. La distancia de más de dos milenios desdibuja esas posibilidades.
Se sabe que se construyó hacia el año 500 a.C. y alcanzó su mayor esplendor durante el periodo Clásico. Hacia el año 800 d.C., según el INAH, fue “una de las ciudades más importantes de Mesoamérica”, que fungió como el centro de las actividades políticas, económicas y militares de los zapotecas. Y no es para menos: a lo largo de 15 siglos, destaca la UNESCO, la ciudad fue habitada “sucesivamente por los olmecas, zapotecas y mixtecas”.
Su influencia se derramaba desde los Valles Centrales del actual estado de Oaxaca, al sureste de México, hasta Teotihuacan, al centro del país, con quienes entablaron enérgicos intercambios comerciales. El pago del tributo de otros pueblos permitió a los zapotecas dedicarse a la ciencia, explica el arqueólogo, mientras que los demás trabajaban la tierra. La cerámica, las herramientas y los frutos eran importados a la ciudad sagrada, de entre 200 a 300 pueblos que estaban bajo su dominio.
¿Qué cultura construyó esta ciudad sagrada?
De acuerdo con Félix, los zapotecas no se caracterizaron por ser particularmente belicosos. Como la economía se mantenía con el tributo de los pueblos aledaños, la sociedad en Monte Albán se encargó del desarrollo científico. Medicina, matemáticas, astronomía y química se investigaron por siglos.
Se tiene registro de ello porque las paredes de la ciudad sagrada “estaban pintadas de un sulfato ferroso”, detalla el arqueólogo, “que daba tonalidades rojizas a la piedra”, y blanco, por la cal que usaban para decorar los muros. Asimismo, “utilizaban como aglutinante la baba del nopal”.
Según Félix, Monte Albán estaba comunicada desde el centro político y religioso hacia afuera por notables andadores. Así, las personas podían ir y venir desde el centro de poder hasta la zona residencial tranquilamente. “Una vez que terminaban las ceremonias”, añade, “saldrían de las instalaciones”. Por ello, se le considera como la primera ciudad urbana en Mesoamérica.
No solo eso. De acuerdo con el especialista, las plataformas se planearon con ingeniería anti-sísmica. Incluso hace más de 2000 años, los arquitectos zapotecas sabían que las líneas rectas absorben menos el impacto de los movimientos telúricos: “con esas esquinas curvas, el movimiento se reparte, y le da mayor estabilidad [a las estructuras]”. Las plataformas se realizaron sobre piedra caliza, así como las fachadas, adoratorios y el observatorio de la ciudad sagrada.
Mapa de Monte Albán y sus alrededores, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México.
Solo los dioses tocan el Sol
Las ceremonias en Monte Albán no eran masivas. Por el acomodo de clases, los ritos que se llevaban a cabo en la ciudad “no eran multitudinarios, sino que entraba solo parte de la nobleza”. Para identificarse de los demás, las clases altas llevaban la figura de algún animal en el tocado, “asignado desde el nacimiento de quien fundó ese linaje”. Entre los animales nobles, añade el especialista, figuraban los siguientes:
El jaguar;
El coyote;
El venado;
El tlacuache.
Cada especie se asignaba según el día en el que naciera la persona. Así también se escogía a los jugadores de pelota: “los sacerdotes asignaban días en el calendario ritual”, explica Félix. “En el momento en el que ingresaban al espacio, eran divinizados”. Como la pelota representaba al Sol, solo los dioses podían tocar esa esfera sagrada.
A pesar de ser invierno, el Sol quema la piel. Sin la precaución de usar bloqueador, tenemos los hombros encendidos y el rostro seco. Solo los árboles dan un respiro del calor insistente. Una vez que Rosalío Félix terminó el recorrido, tomamos un descanso bajo la sombra de un copal centenario.
Y se hizo el silencio.
Referencias
1 Centro histórico de Oaxaca y zona arqueológica de Monte Albán. UNESCO.
2 Monte Albán. Instituto Nacional de Antropología e Historia.