Hay muchas formas de romperse, pero hay una particularmente sucia y elegante: cuando te rompe una narcisista maquiavélica.
No te rompe de golpe, no. Sería muy fácil. Te rompe como el goteo de una llave que nadie arregla. Un día te das cuenta de que ya no son solo las tareas extra. Ahora es tu autoestima la que se evaporó. Es tu motivación la que está hecha una bola en la esquina. Y lo peor, es que todavía dudas de si realmente era para tanto.
Te vaciaron con una sonrisa. Y tú, por buena gente, por colaboradora, por profesional, por confiada, fuiste dejando que lo hiciera. Porque a veces no sabes que te estás cayendo hasta que tocas fondo.
Este no es un texto para que llores. Ya lloraste bastante. Este es para que te pongas de pie con un poco más de inteligencia emocional y un poco menos de “me lo merezco”. Porque no, no te lo merecías. Y no, no fue culpa tuya.
Ahora vamos por partes.
Paso 1
Acepta que te rompieron (sin vergüenza, sin diplomacia). El primer error es taparlo. “No fue para tanto”, “yo también tengo parte de culpa”, “bueno, igual aprendí”.
Sí, aprendiste. Pero ¿a qué precio? Te dejaron sin ganas de hablar, sin iniciativa, sin confianza. Te acusaron, te borraron, te ignoraron. Y tú seguías sonriendo como si no doliera.
La inteligencia emocional no es poner la otra mejilla con elegancia. Es saber reconocer que estás herida y que eso no te hace débil.
Llora. Patalea. Comete tres donas si hace falta. Pero no te calles. Nombra lo que pasó, aunque suene feo. Di: me manipularon, me exprimieron, me usaron, me invisibilizaron.
Porque mientras no lo digas, sigue pasando adentro.
Paso 2
Corta el hilo invisible (sí, ese que te hace seguir pendiente de ella). Aunque ya no trabajes con ella, aunque la bloquearas de WhatsApp, aunque la historia “terminó”, hay un hilo invisible que sigue tirando.
Ese que te hace preguntarte si ahora sí está haciendo el trabajo que tú hacías. Corta eso. Ya. Cada vez que te enganchas con lo que hace o deja de hacer, le das energía. Y no es por misticismo, es por lógica. Tu cerebro está ocupado dándole espacio a alguien que no merece ni medio byte más en tu memoria.
¿Quieres usar inteligencia emocional? Aplícala donde cuenta. Para ti, no para seguir entendiendo a quien ya sabes que no tiene cura.
Paso 3
Reentrena tu mente para dejar de pensar como víctima útil. Una cosa es haber sido víctima. Otra es quedarte en modo víctima útil.
Sí, fuiste buena gente. Sí, diste lo mejor. Y sí, te traicionaron. Pero si sigues contándote la historia como si fueras un trapo de cocina que alguien usó y tiró, te quedas ahí. Y no se trata de negar el dolor. Se trata de dejar de habitarlo como si fuera tu casa.
Di: "Me pasó esto. Y ahora me pasa otra cosa. Me pasa que estoy recuperando fuerza. Me pasa que estoy viendo con claridad. Me pasa que ya no me da miedo decir no".
No puedes controlar lo que te hicieron, pero puedes dejar de repetirlo como disco rayado cada vez que piensas en ti.
Paso 4
Usa el sarcasmo como medicina, no como anestesia. Tienes todo el derecho a reírte con rabia. A mirar hacia atrás y decir “qué ilusa fui” o “le hubiera tirado el arroz encima”.
El humor ácido es un gran recurso emocional cuando no se usa para negar lo que duele. Úsalo para mirar con perspectiva, no para tapar el daño. Porque a veces una se burla tanto de sí misma que olvida que sigue siendo valiosa.
No te conviertas en la caricatura de tu propio sufrimiento. Ríete, sí. Pero también pon nombre, pon pausa y pon límites. El humor sin reflexión solo es ruido con risas de fondo.
Paso 5
Reconstruye tu identidad sin depender del aplauso ajeno. ¿Quién eras antes de esa historia? ¿Quién eres ahora sin ese trabajo, sin esa relación, sin esa carga?
El narcisismo maquiavélico tiene un superpoder: borra identidades. Te convierte en extensión. En recurso. En la persona que siempre está ahí. Y cuando ya no estás ahí, no sabes ni quién eres. Bueno, ahora toca recuperar eso.
Vuelve a tus habilidades reales. A lo que sabes hacer sin que te lo validen. A lo que te da placer aunque nadie lo note. No todo tiene que ser útil. No todo tiene que ser reconocido.
Algunas cosas solo tienen que ser tuyas.
Eso es inteligencia emocional: poder estar bien contigo sin depender del like de un jefe, una colega o un fantasma emocional.
Paso 6
Aprende a poner límites sin culpa (y sin discurso). Este es el momento donde te toca reaprender algo: decir no, y no justificarte como si estuvieras en juicio.
- “No, no puedo”
- “No, no quiero”
- “No, eso no me corresponde”
No hace falta que des una tesis cada vez que pones un límite. No eres la villana por no resolver lo que otras no quieren hacer. Tu energía no es de uso público. Tu tiempo tampoco.
Y si te hacen sentir culpable por poner un límite, ahí tienes la prueba de que ese límite era necesario.
Paso 7
Hazte preguntas incómodas, pero útiles. Después de todo esto, uno se queda con muchas preguntas. ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Por qué seguí ayudando? ¿Por qué me afectó tanto?
Está bien hacerse esas preguntas. Pero úsalas bien. No para golpearte, sino para detectar tu punto ciego emocional. Capaz que ayudas para sentirte necesaria, capaz que aguantas porque crees que no puedes decepcionar a nadie, capaz te cuesta poner límites porque piensas que si no agradas, te van a dejar sola. Todo eso está bien. Lo importante es saberlo. Porque una vez que lo sabes, ya no estás manejando con los ojos cerrados.
Paso 8
Cuida tu energía como si fuera un bien escaso (porque lo es). Deja de regalar tu tiempo a conversaciones que no te construyen, deja de invertir emociones en escenarios imaginarios de lo que podrías haber hecho, deja de ir a reuniones que no son tuyas, deja de cargar lo que no te pertenece.
No eres ni el motor emocional de nadie, ni el psicólogo no pago de la oficina, ni la salvadora de causas ajenas. Tu inteligencia emocional empieza cuando decides cuidar tu espacio como si valiera lo que realmente vale.
Paso 9
Rodéate de gente que no te drene. Después de sobrevivir a una narcisista maquiavélica, uno queda con los sensores apagados. Te vuelves desconfiada, antisocial, huraña. Pero no te puedes quedar ahí.
No todas las personas te van a usar. Pero si es tu responsabilidad elegir con cuidado.
Busca vínculos recíprocos, gente que escuche y hable, que apoye y pida apoyo, que te vea como persona, no como extensión de su ego o su incapacidad; porque reconstruirse no es hacerlo sola. Es elegir bien con quién sí.
Paso 10
No necesitas volver a ser la de antes. Después de una experiencia así, no hay “volver a ser”.
No vas a ser la misma. Y eso está bien. Vas a ser más consciente, más selectiva, más firme, más sensible al abuso, más cuidadosa con tu tiempo, no es debilidad, es evolución.
Recuperarse no es volver al punto cero. Es moverse al punto siguiente, con las cicatrices, pero con los ojos bien abiertos.
No hay una fórmula mágica. No hay un taller de domingo que te devuelva lo que te quitaron. Pero hay algo que sí puedes hacer: dejar de seguir dándoles lo que ya se llevaron. Tu energía. Tu fe ciega. Tu necesidad de aprobación.
Esto no es una historia de víctima. Es un manual de regreso. De esos que no están en Pinterest.















