Y la medicina, el derecho, los negocios, la ingeniería son actividades nobles y necesarias para mantener la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor, son las razones por las que seguimos vivos”

(Dead Poety Society, 1989)

Durante mi último año de escuela superior, todos nos mirábamos a las caras y nos preguntábamos: “¿qué hay después de aquí?” Algunos contestaban con seguridad, otros sin seguridad y otros segurísimos de que no sabían qué hacer. Todos hablaban de profesiones en la medicina, la abogacía y la enfermería. Eran las opciones principales de todos, pero no parecían ser las mías. De esa forma, me aventuré a ir en busca de carreras más dinámicas, pero, sobre todo, más creativas. Así fue como descubrí a la facultad de Artes y Humanidades y a todas las carreras que a menudo son echadas a un lado. Finalmente, descubrí mis opciones principales. Sin embargo, no había descubierto los retos que venían con ellas.

Las carreras dentro de las Artes y Humanidades a menudo son juzgadas. No porque sean malas carreras, sino porque el pensamiento indoctrinado no ve la vida más allá de sus creencias. Pero fue gracias a mis clases dentro de esta facultad donde pude aprender del adoctrinamiento y la humanidad. Me aventuré por el camino de la lengua y las letras. Eso me ayudó a conocer a fondo sobre el desconocimiento que hay sobre estas carreras y la forma en la que no podemos ver más allá de nuestras creencias.

Mis clases se basaban en escribir, analizar y leer lo suficiente como para definir los contextos y las implicaciones de la palabra escrita. Así que, moviéndome de un lado a otro de la universidad, recibí más de una vez la pregunta: “¿Qué estudias?” y las reacciones fueron dignas de un experimento.

Un día, un estudiante me hizo la pregunta y, al explicarle, sacó de su bolsillo un teléfono y puso una pista musical. “Entonces tú eres la persona perfecta para decirme que puedo escribir encima de este sample”. Lo observé con cara de incredulidad, esperando que fuera un chiste. No lo era. Ahí estaba yo, sentada, con una música de fondo ambientando el incómodo momento que pretendía darme una habilidad nueva: la de cantautora.

En otro semestre, una muchacha me preguntó qué tipo de trabajo podría tener yo si lo único que hacía era leer y escribir. Luego, también recibí el comentario de “solo podrás ser maestra, ¿verdad?” y también el de “para leer y escribir no hay que estudiar”. Desde entonces, he entendido muchas cosas.

La primera de todas es que estamos ante un sistema que no nos presenta todas las profesiones en la ecuación. Sí, hay carreras importantes como las del doctor, la abogada y el contable, pero las películas en cartelera necesitan artistas, los libros necesitan escritores, la televisión necesita directores y nuestras vidas necesitan arte y nuevas formas de ver (cosas que solo son posibles a través de las carreras dentro de la rama de las Artes y Humanidades).

Dicho esto, es fácil reconocer el papel que estas disciplinas tienen en nuestras vidas y la importancia de que sigan desarrollándose profesionales en estas áreas. Las artes y las humanidades traen consigo el entretenimiento, el color, el cuestionamiento y el análisis crítico de la vida. ¿Qué somos sin filósofos, literatos, teatristas, artistas, historiadores, músicos y sociólogos?

Nuestra convivencia no está completa sin estas carreras que nos demuestran que la vida tiene color y pensamiento. Si a mi yo de escuela superior le hubiesen hablado de esto, de seguro hubiese estado encantada con la idea de que había carreras más allá de las ciencias. Sin embargo, no fue el caso. Ese es el caso de grandes grupos de estudiantes que llegan a la universidad inciertos, pensando que las vidas exitosas solo se encuentran a través de una carrera en la medicina o en el derecho. El éxito es relativo, pero sin duda alguna, no es algo específicamente designado para los médicos y los abogados.

Las preguntas constantes sobre mis estudios me llevaron a contestar la pregunta como yo quisiera que me la respondieran a mí. No somos culpables de un sistema que prioriza carreras de prestigio. Sin embargo, somos seres capaces de aprender y desaprender cuando es necesario. No hay nada de malo en no conocer: seamos todos capaces de ayudarnos a entender que todos tenemos propósitos distintos, y que, sin duda, no todos estamos destinados a ser doctores.

¿Quiénes correrían los periódicos? ¿Quiénes decorarían nuestras ciudades? ¿Quiénes escribirían nuestros poemas? ¿Quiénes darían vida a nuestros personajes favoritos? ¿Quiénes compondrían la música que nos gusta bailar? ¿Quiénes serían capaces de conocer nuestra historia? ¿Quiénes serían capaces de pensar más allá de lo establecido? Desde luego, no serían los doctores o las enfermeras. Serían los estudiantes de la facultad de Artes y Humanidades.