¿Qué tienen en común Rumanía, Moldavia, Georgia, Siria y Serbia?
A simple vista, poco: idiomas distintos, contextos históricos variados y geografías que parecen alejarlas unas de otras. Sin embargo, todas estas naciones comparten un hilo conductor que trasciende fronteras: la influencia rusa. Ya sea a través de desinformación, injerencia política o guerra híbrida, el Kremlin ha dejado una huella profunda en cada uno de estos países, poniendo en jaque su soberanía, estabilidad y rumbo hacia la Unión Europea y un Occidente del que no se sabe bien qué va a pasar con Trump a los mandos de la Casa Blanca. Aquí desentrañamos cómo opera esa influencia en cada contexto y sus consecuencias.
Veamos. Rumanía es rusófona. Los moldavos son, excepto Transnistria, de habla rumana. Vale. Los georgianos…bueno...hablan una lengua que no se sabe si es más difícil hablarla o escribirla. En común: Moldavia y Georgia fueron parte de la URSS; Rumanía, de su zona de influencia. Serbia, gobernada por un autócrata, Aleksandar Vučić. Hablan una lengua eslava: ya tienen dos cosas en común con Rusia. ¿Y Siria? Es árabe…pero también kurda, asiria (sí, increíble, todavía quedan), armenios. Dejémonos de tonterías. Se acabó el acertijo: la característica común no viene de la etnografía, viene de Rusia: todos tienen en común la desinformación, la injerencia y la guerra híbrida rusa, si es que las dos primeras no forman parte de la tercera.
Rumanía. Una resaca muy pegajosa, con malditas las ganas de no pasar por lo mismo
Juro que ya no bebo más ―comúnmente pronunciado en tales cuasi-luctuosas situaciones—. Tan peladas han visto las barbas no ya del vecino, sino de ellos mismos, que los partidos europeístas se unieron para conjugar un miedo real de volver a una dictadura de corte ceaușescuista―vía Putin― a través del nacional-populista Călin Georgescu. Y es que el ―no tan―independiente y ultraderechista político ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía con casi el 23% de los votos, causando conmoción debido a su falta de popularidad previa y a la exclusión de encuestas y medios tradicionales: como Alvise Pérez en España, él es más de TikTok. Un momento ¿sin medios? Está por ver: la Comisión Europea y la policía rumana ya han iniciado una investigación para determinar ―o, más bien: confirmar― si el Kremlin está detrás.
En todo caso, los partidos europeístas, de distintas tendencias políticas, habían formado una coalición para evitar que la extrema derecha alcanzara el poder tras las elecciones legislativas del 1 de diciembre, donde pole position para obtener la victoria era para Georgescu. La oposición se puso manos a la obra, a trabajar codo con codo en la búsqueda de un candidato presidencial común para 2025.
Música de decepción
Pues va a ser que no: resulta que el tribunal constitucional rumano anuló los comicios presidenciales. Razón: la interferencia rusa. Ignoramos qué hubiera pasado en la segunda vuelta, pero yo veo dos posibilidades, y todas pasan por la misma eventualidad: que se corte el ritmo del partido. Ahora viene el pero: ¿a quién? ¿A la ultraderecha-que-iba-en-la-cresta-de-la-ola o a la oposición-que-pretendía-abortar-dicha-cresta-de-la-ola? Buena pregunta. Y los futuribles no suelen ser del todo bienvenidos en la historia, si bien hay un factor nada desdeñable: que la socialdemocracia del PSD ganó las legislativas del pasado 1 de diciembre. Por la mínima, pero venció. No es menos cierto que en las presidenciales obtuvo resultados pésimos quedando fuera de la segunda vuelta. Con todo: ¿tiene la oposición en su conjunto una oportunidad? ¿hay racha? ¿no hay racha?
Moldavia: cuando el reto es organizar unas elecciones con normalidad
Saltamos a Moldavia, el país vecino, rumano-parlante. Para Georgescu es “la otra Rumanía”. Pero en Moscú ―digamos― tienen su propia opinión: con tropas de pacificación rusas en el sector rusófono del país desde principios de los años 1990: Transnistria, una estrecha tira que linda con Rusia y que muchos sostienen que es el último vestigio soviético, y que Putin ambiciona integrar en la Federación Rusa.
María Sandu, presidenta europeísta de Moldavia, enfrenta constantes presiones de Rusia, que tira del chantaje energético ―en concreto, el suministro de gas―. Aunque Moldavia busca acercarse a la Unión Europea, la influencia rusa y las circunstancias actuales hacen improbable su ingreso a corto o medio plazo. Tal influencia no son consejos, huelga decirlo: las redes rusas de guerra híbrida se extienden ―en realidad, siempre han estado ahí― por el pequeño país, hasta el punto de que algo como la organización de una convocatoria electoral se antoja una muy ardua tarea.
Es por ello que, cuando María Sandu se llevó la victoria, declaró inmediatamente― tras conocer los resultados― que se congratulaba por haber logrado organizar unas elecciones libres (en cierta medida, claro), pese a desafíos como una intensa injerencia externa, caracterizada por desinformación, propaganda contra su partido y actos deliberados destinados a manipular y desestabilizar el país. Sin embargo, no todo es desinformación: hay medios un poco más evidentes como traer “votantes” de diversos países para votar…y no precisamente por Sandu. Exacto: Rusia nunca tragó que Moldavia quisiera aproximarse a la UE. Lo normal ¿Quién quiere que un país pase a otro campo cuando puedes controlarlo tú?
La situación de Moldavia es crítica: está rodeada por Ucrania, invadida parcialmente por Rusia, y Rumanía, donde el ultranacionalista y pro-ruso Călin Georgescu ganó la primera vuelta de las presidenciales de 2024. Esto conlleva peligros para el equilibrio geopolítico y la estabilidad europea en la región, donde Viktor Orbán en Hungría y Robert Fico en Eslovaquia bailan el agua a Putin, y con una Polonia amenazada por un PiS que puede volver al poder en cualquier momento. El este de la Unión Europea puede ser el caballo de Troya del líder ruso, aderezado por una Alemania donde el AfD pisa fuerte, una Francia rehén de LePen y una Italia en manos de Giorgia Meloni.
Georgia: cuando los rusos están en casa
Aquí el asunto no es que el Kremlin intente determinar la política georgiana, es que tienen a un firme aliado como Míjeil Kavelashvili, que aprobó leyes en 2024 como la llamada “ley rusa”, una norma que obliga a ONG y medios con más del 20% de financiación extranjera a registrarse como "agentes extranjeros". Lo más grave de esto es…¿legislación sobre la materia calcada en su tenor literal de la ley análoga rusa? ¿censura contra la libertad de expresión e información y que tiene por objeto reprimir a la oposición? Ninguna de las dos es buena: más bien un mal sueño (volveremos sobre eso). El gobierno dice que nada de eso: que se trata de un texto legal que supone una medida de transparencia. Pero se parece más a un intento de ir metiendo al país en el autoritarismo y en acallar la tendencia europeísta y en muchas ocasiones otanista.
El mal sueño, volviendo a él, es, efectivamente, un “sueño georgiano”, a decir verdad, porque es como se denomina el partido, tal cual. Un partido tipo atrápalo-todo; es decir: no está adscrito ni a la derecha, ni a la izquierda (categorías que tienden hoy en día, vía populismo, a evaporarse). Técnicamente profesan populismo de ultraderecha, por mucho que sus comienzos fueron europeístas y de buen rollo con occidente.
No obstante, no termina ahí el abrazo del oso ruso: opera sin miedo empleando una estrategia de "fronterización”1: ocupa el veinte por ciento del territorio georgiano: Abjasia y Osetia del Sur. O, quizá debería decir que no es territorio georgiano: ambas repúblicas son reconocidas internacionalmente…por Rusia Y, en fin, también por Nicaragua, Venezuela, Siria, y el cuasi-protectorado ruso de Bielorrusia, además de actores fundamentales en el tráfico de las relaciones internacionales como los estados insulares del Pacífico Nauru, Vanuatu, o Tuvalu.
Ah: olvidamos las también “independientes” repúblicas de Donetsk y Lugansk (en Ucrania, sólo reconocidas por Putin y entre ellas), la República de Nagorno Karabaj, territorio perteneciente a Armenia sólo de iure, y la “moldava” Transnistria.
La República árabe Saharaui Democrática también reconoce estos territorios. Es lo único que les queda a los pobres desde que casi toda la comunidad internacional ignora el proceso de descolonización, auspiciado por Naciones Unidas. La potencia administradora sigue siendo jurídicamente España, que por cierto tampoco aboga por su independencia.
En cuanto Siria, se habrá de estar a la espera de lo que el nuevo gobierno decida qué hacer. pues los rusos mantenían una estrecha alianza con el derrocado Bashar Háfez al-Ásad (Bahar el-Ásad, para los amigos) y a ellos se debe que no hubiera caído antes el régimen. Tendremos ocasión de platicar sobre el asunto un poco más abajo.
Los homosexuales tampoco salen muy bien parados. La ley LGBT, mantiene un rumbo de colisión frontal con los valores de una UE, recordemos, a la que Georgia aspira a pertenecer. A imagen y semejanza de Rusia, el parlamento tiene intención de aprobar una ley que prohíbe la "propaganda" de relaciones entre personas del mismo sexo.
La ley de "agentes extranjeros" ya provocó protestas masivas de la oposición y el no reconocimiento de los resultados. Asimismo, afectó a las relaciones con la UE, que congeló el proceso de adhesión, algo que alberga no sólo consecuencias políticas, sino financieras, pues el país caucásico tiene firmado un tratado de asociación con la UE y se beneficia de distintas partidas de asistencia financiera.
Serbia: un viejo conocido
La sintonía entre Vladimir Putin y Aleksandar Vučić es uno de los romances más largos de la política internacional en la zona. Al dúo suele agregarse, como efusivo partícipe, Milorad Dodik, el líder de la así llamada Republika Srpska (RS), una de las entidades federales principales que integran el estado fallido de Bosnia-Herzegovina, nacido tras los acuerdos de Dayton en 1995, hace ya 30 años. La RS, en plena comunión con la Serbia de Vučić, se ha convertido en el agujero por donde entran los voluntarios serbios que marchan a combatir en Ucrania al lado del Kremlin, pese a que la propia constitución serbia lo prohíbe, y pese a las pataletas de una Unión Europea que exige sin éxito que Serbia deje de hacer seguidismo a Rusia, contraria a la acción comunitaria en el asunto de Ucrania.
Volviendo a Serbia, el país balcánico vive inmerso desde hace dos meses en una (enésima, porque de ningún modo es la primera vez) escalada de protestas y bloqueos debido a la muerte de 15 personas en un accidente ocurrido en la estación de tren de Novi Sad, una infraestructura nueva llevada a cabo por China y cuyas condiciones, además de atentar contra las normas de competencia de la UE permanecen cerradas al público, que quiere saber cómo una obra de reciente construcción y ultramoderna se vino abajo matando a quince personas.
Las manifestaciones, lideradas principalmente por estudiantes, pero a las que se han unido diversos sectores, tenían como blanco el esclarecimiento de las muertes mencionadas, pero acabó convirtiéndose en una lucha contra la corrupción, el crimen organizado y la degradación de la democracia que lleva a cabo el predsednik o presidente serbio.
Según la narrativa gubernamental, Vučić y el primer ministro Miloš Vučević insisten en que las protestas son un intento de golpe de Estado y que no habrá “revoluciones de color” (ejemplos son las revoluciones Naranja y del Euromaidán en Ucrania) en Serbia. Conforme a dicho discurso, el gobierno se erige en único garante de la estabilidad y la paz, mientras que los manifestantes son presentados como una amenaza de guerra y miseria, que llevarán a Serbia a una situación como la de Ucrania. Los matones del gobierno son parte de los integrantes de las protestas y emplean violencia contra los congregados, llegando incluso a atropellos.
Esta narrativa de lucha contra las “Revoluciones de Color” es impulsada por los medios rusos no sólo en Serbia, son en todo el espacio postsoviético (Georgia, Hungría, Eslovaquia, por ejemplo) y también se utiliza para respaldar a gobiernos autoritarios pro-rusos. Moscú utiliza el miedo a las consecuencias de la guerra en Ucrania para reforzar su influencia en estos países.
En el caso serbio, se trata de meter miedo. Se menciona que, antes del inicio de la guerra en Ucrania, Rusia y Serbia formaron un "Grupo de Trabajo para Combatir las Revoluciones de Color", con el apoyo de Aleksandar Vulin, exministro del interior serbio que apoyó el desmantelamiento de los no muy amplios espacios de libertad que existían en la Serbia yugoslava a finales de los años 1980, y el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, un antioccidental confeso de lenguaje sumamente agresivo, partidario sin ambages de invasión de Ucrania y posible delfín de Putin.
Como en Georgia, el gobierno se faja en sacar adelante una ley en Serbia que crea un registro especial de agentes de influencia extranjera. Su objetivo pasa por limitar el apoyo occidental a organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación: censura + represión de la oposición.
La propaganda rusa sobre las "Revoluciones de Color" actúa como un escudo para Aleksandar Vučić, permitiéndole justificar el abuso de las estructuras de seguridad, que utiliza para distraer al pueblo y mantener su poder, a la vez que Occidente ignora la erosión democrática en Serbia, calificada por diversos analistas como una democracia híbrida; esto es: que no es plena. Las citas electorales celebradas en Serbia se cuentan por pucherazos, manipulación y falseamiento de las actas electorales.
El censo electoral serbio es uno de los más tolerantes del mundo: allí vota gente fallecida, con más de cien años de edad o de fuera de Serbia, oprobios de sobra criticados por los más variados organismos de observación electoral y de vigilancia de los derechos humanos. A ello se añade el control de los medios y las amenazas y extorsiones a los profesionales de la información y la utilización de instituciones del Estado para ponerlas al servicio de su partido y de su gobierno. En efecto: la propaganda rusa opera sin el mayor obstáculo en el país porque su presidente es uno de sus máximos entusiastas.
¿Cómo funciona esta propaganda? Mediante los consabidos portales (des)informativos) del Kremlin, tales como RT Balkan, una sucursal de la mencionada de RT. El canal es una herramienta de propaganda del Kremlin en los Balcanes, difundiendo narrativas rusas en Serbia y otros países de la región. Serbia, por lo dicho, es el nodo de difusión de las noticias falsas de Rusia, aupado en la simpatía que despierta el “hermano ruso” en la población, construcción carente de toda verdad a lo largo de los siglos, pero con visos de verdad en tanto que Rusia es uno de los protectores de Serbia en el asunto de Kosovo.
RT Balkan opera principalmente a través de su sitio web, careciendo de canal televisivo, aunque tiempo al tiempo. Utiliza tácticas como el "lavado de información"; es decir: la manipulación o distorsión de los datos con la meta de generar una narrativa favorable a ciertos intereses ―en este contexto, serborusos― presentando la información de manera engañosa o sesgada. Se utiliza para influir en la opinión pública y desinformar. Junto al lavado, tiene lugar la amplificación: pues su contenido es citado por medios serbios y regionales afines, y también influye en redes sociales. La UE implora sin resultado sobre este forma de censura y control de la opinión pública, sin éxito hasta ahora. Serbia es la más díscola a la hora de seguir las directrices de una Unión de la que quiere ser parte y de la que es, según la jerga comunitaria, frontrunner.
Siria: ¿retroceso ruso?
En Oriente medio y el mundo árabe, la desinformación rusa suele campar a sus anchas. Los medios son, entre otros, los canales RT (antiguo Russia Today), Arabic y Sputnik, generadores masivos de noticias falsas que, por lo general, esbozan una narrativa según la cual Occidente es el culpable de casi todo y Rusia es el amigo que nunca falla. Sus trols se afanan en acallar toda voz crítica a base de saturar las redes. Su popularidad, en especial en el tramo juvenil, es muy aplica, superando incluso a medios árabes de relevancia como Al- Jazeera. En cualquier caso, es terreno abonado: EE.UU. no es el culpable de todo, pero la política de Washington con respecto a Israel es algo que en lo que no puede estar de acuerdo ningún árabe: el lógico descontento supone un potente amplificador para los portales rusos ante una UE impotente que bastante tiene con intentar neutralizar la guerra informativa rusa en su propio territorio.
Que el Kremlin trabajaba estrechamente con el-Ásad no era ningún secreto. Dicha colaboración estaba lejos de ser gratis, pues Rusia tiene dos bases estratégicas en Siria: Tartus(base naval) y Jmeimim (base aérea). La primera es crucial para el acceso ruso al Mediterráneo, operaciones navales y almacenamiento de submarinos nucleares. Ambas áreas presentan, pues, una relevancia geoestratégica de primer orden para Moscú. Estados Unidos también detenta una base, en el triángulo de las fronteras con Irak y Jordania, al sur.
En cuanto a Jmeimim, donde un gigantesco póster de Putin presidía la entrada al complejo, la inteligencia ucraniana confirmó la retirada de efectivos en dirección a la base naval de Tartus: puerto=evacuación. Ni que decir tiene que Rusia lo niega: nosotros no nos estamos yendo, simplemente estamos asegurando nuestras bases para cuando toque hablar con las nuevas autoridades.
La fulminante ofensiva del heterogéneo grupo de milicias en diciembre de 2024 dejó para el recuerdo imágenes icónicas que recordaban otra retirada: la de Afganistán. En todas las televisiones pudieron verse las columnas de blindados y tropas rusas que evacuaban el territorio mientras la gente, apostada en el trayecto de la carretera le dedicaba una despedida lejos de entrañable. La liada en la que se metió Rusia con la supuesta guerra relámpago en Ucrania que sería cuestión de semanas y que va para tres años, formó en los estrategas rusos la certeza de que ya no se podía sostener más a el-Ásad con la que estaba cayendo. Así que ellos, fuera de Siria y el-Ásad, a Rusia.
El colapso del régimen priva a Rusia de un puente logístico de relevancia capital para las operaciones rusas en África, donde están ganando terreno desde hace una década al menos, junto a China y aprovechando el agujero geoestratégico que deja la retirada francesa. Es de recibo que la posición del Kremlin en Libia y el África subsahariana queda seriamente comprometida.
En principio, los rebeldes sirios no quieren nada con los rusos, aunque Moscú confía en un pronto restablecimiento de relaciones. No será fácil, pues en las inmediaciones de Jmeimim opera la milicia Hayat Tahrir al Sham (HTS), una de las principales, en su mayoría provenientes de Idlib, una región intensamente bombardeada por Rusia.los milicianos se han venido arriba y no le harían ascos a desquitarse. Con todo, se conoce que Ahmed al Sharaa, el presidente oficioso de Siria y el Kremlin están inmersos en conversaciones. De lo que se hable, darán cuenta los hechos, quizá en este 2025.
Notas
1 El palabro empleado normalmente en los medios es “borderización”, que hace referencia a la palabra inglesa “border” (frontera). De modo que no sé si resistirme a utilizarlo valdrá para algo. Pero hay que intentarlo.