Hay huellas históricas que no logran superarse, y cada vez que pueden, reaparecen. Nuevamente presenciamos una situación conflictiva entre Pakistán y la India, motivada por el asesinato en Cachemira de un número importante de turistas mayoritariamente indios, entusiasmados con los paisajes agrestes, y las cumbres nevadas más altas del mundo. Merecía ser placentera una ocasión, pero terminó en tragedia. Fueron exterminados, pues se les interrogó por extremistas islámicos sobre sus respectivas creencias religiosas. Los que no coincidieron, fueron eliminados.

Los desencuentros entre ambos, de mayor o menor intensidad, han sido habituales, y desde su origen como países independientes de la era colonial británica en 1947, que no les otorgaba la debida valoración. Hubo la partición inicial a comienzos del Siglo XX, ejecutada por Lord Curzon en 1905, entre creyentes hindúes y musulmanes en la provincia de Bengala, en tiempos donde todavía imperaban riquísimos marajás, que no sólo usufructuaban de privilegios enormes, sino que además, imponían su voluntad a sus súbditos. Incide en los conflictos posteriores.

Nada fue realmente pacífico no obstante las apariencias, y la aceptación de la sociedad británica, de estos príncipes locales que adoptaron, a su manera, los hábitos y sus costumbres para ser aceptados. Las diferencias sociales eran enormes, y la generalidad de la población vivía en la pobreza, a veces clasificada en castas que marcaban la vida de algunos, y toda su descendencia, de modo inmutable. La situación se fue deteriorando y comenzó por una desobediencia civil para desembocar en actos violentos, pese a las represiones frecuentes.

La segunda guerra, contó con un muy numeroso apoyo de fuerzas indias que combatieron por Gran Bretaña. Pero el reloj de la total independencia aceleró su marcha. En 1946 los disturbios dejaban miles de muertos y destrucciones crecientes. Un problema que la potencia colonial no podía continuar resistiendo sin un arreglo urgente. Luego de la independencia de la India (1947), se pudo hacer, y para algunos analistas, de forma apresurada, mediante la partición de las principales corrientes dominantes: raciales, administrativas, políticas y estratégicas, donde imperaron decididamente las tendencias religiosas. La iniciativa de una partición, tuvo como autores al entonces Virrey de la India, Louis Mountbatten, por el Reino Unido; Jwahralal Nehru, por la India, y Muhamad Alí Jinnah, por la Liga Musulmana. Los estados de los marajás tuvieron que aceptar, aunque muchos pudieron todavía extender sus privilegios pero, ante las divisiones y presiones, se fueron diluyendo para quedar como ejemplos de un tiempo pasado.

Fueron precisamente estas divisiones que se mezclaron, sin tener el tiempo necesario, ni un mejor conocimiento de la realidad, las que separaron millares de personas, siendo la más significativa, la creación del Estado de Pakistán. Bengala quedó fuera de Pakistán. Cachemira, dividida entre el marajá pro hindú, y su población pro musulmana, quedó para la India. La migración fue enorme y determinante, y por momentos, sumamente violenta. Las caravanas de poblaciones que debían ir a Pakistán, de las que migraban a la India, mostraron grupos interminables que a cierta distancia, marchaban en direcciones opuestas.

El entendimiento no podía durar, y comenzaron las guerras, siendo las más significativas, la de 1949, que obligó a las Naciones Unidas a intervenir, buscando un arreglo. Se acordó una Fuerza de Mantenimiento de la Paz (UNMOGIP, para la observancia de alto al fuego en Jamu y Cachemira), que todavía sigue, aunque no ha podido impedir los enfrentamientos. Entre ellos: en 1965, con nueva intervención de la ONU; en 1971 en que se crea el Estado de Bangladesh; otra a finales de la década de los años ochenta; nuevamente en 1999; hasta un alto al fuego, sumamente precario, el 2008. Ahora, nuevamente hay un conflicto.

Los territorios en disputa son varios: Jamu y Cachemira, reivindicado por Pakistán; Gilgir, reivindicado por India; Siachen, reivindicado por ambos; y hasta un pequeño territorio reivindicado por China. La secuencia de actos de violencia no han logrado atender los problemas de fondo, sea porque no ha sido su objetivo, sea porque los temas son muchísimo más complicados de lograrlo, o porque los entendimientos buscados por las Naciones Unidas han tenido más en cuenta los intereses de los miembros del organismo, que los de los actores principales como Pakistán y la India; o simplemente, el peso histórico y los factores que lo determinan, por ahora, no tienen solución, y sólo logran intervalos de paz.

No sería extraño que, nuevamente, las Naciones Unidas y las potencias interesadas busquen un alto al fuego, calmen las partes, e intenten reactivar un nuevo armisticio o entendimiento. Sería la reacción esperada. Sin embargo, aunque se lograra momentáneamente, no parece posible que exista un arreglo de larga duración. Las potencias, como sabemos, están concentradas en sus propios conflictos que se eternizan sin una solución a la vista. Los mismos que mantienen divididos los grandes y menos grandes actores internacionales.

La cohesión y unidad requeridas, escasea. Lo demuestran las conflictos que están a la vista, sin solución y sin que, por sobre todo, las Naciones Unidas los haya logrado atender debidamente, más ocupados en culpabilizarse los unos a los otros que en alcanzar soluciones pacíficas. La interrogante es si estos nuevos episodios entre Pakistán y la India, por ahora localizados pero igualmente con la capacidad de transformarse en una guerra mayor, podrán acaparar la atención y sobre todo la acción de quienes tienen sus propios conflictos. No es posible asegurarlo.

Si, a pesar de todo se logra una nueva oportunidad, como otras en el pasado, que ponga un fin aunque sea provisorio a la guerra actual, lo que sería deseable para evitar se transforme en una confrontación a gran escala. Tampoco es posible confirmarlo. Pero, hay algunos indicios que se deben tomar en cuenta, si nos despojamos de los discursos incendiarios, los llamamientos a la venganza de los caídos, y otras arengas patrióticas. La respuesta India no ha responsabilizado directamente y con términos acusatorios, a Pakistán, sino que sólo ha denunciado que lo cometieron “grupos terroristas al alero de Pakistán”. No es mucho, pero al menos, es indicativo de una contención. Podría tomarse como un signo alentador, a la fecha que redactamos.

Lo preocupante es que los muchos factores permanentes de esta larga y secular disputa, no han variado y siguen estando presente, por lo que podrían detonar ocasionales o mayores conflictos. Una realidad que sólo las partes involucradas podrían resolver.