El azufaifo (Ziziphus jujuba), originario de Asia, es una planta arbórea poco vista en las ciudades occidentales, nada común en Barcelona. Es un arbolillo sencillo, caducifolio, de tronco de corteza muy arrugada. Florece entre abril y junio, unas florecillas de color amarillento, que dan lugar a las azufaifas, su fruto comestible, de aspecto como una oliva, que a partir de finales de agosto se pueden recoger de los árboles.
El consumo de su fruto es muy limitado en Barcelona, pero más común en las comarcas del sur de Catalunya. Su madera es muy apreciada para la construcción de instrumentos musicales de viento, en especial para la fabricación de tenoras, tiples y chirimías, instrumentos típicos en la música folclórica catalana y en las sardanas.
En Catalunya los azufaifos también reciben el nombre de jinjolero (en idioma catalán ginjoler, y su fruto gínjol). A pesar de no ser un fruto común, en catalán existen muchas frases hechas con la palabra gínjol, como estar més content que un gínjol (estar muy contento), estar fet un gínjol (ir muy bien vestido y arreglado), y córrer com un gínjol(correr muy deprisa).
En Barcelona podemos encontrar algunos ejemplares de azufaifo plantados en grandes parques, como por ejemplo en los jardines dedicados al poeta Joan Maragall (en el distrito barcelonés de Sants-Montjuic), pero es difícil verlos por las calles de la ciudad. En 1999 sólo se tenía constancia de cuatro ejemplares en toda la ciudad, y hoy en día no hay muchos más.
Antiguamente habían estado plantados puntualmente como un árbol de jardín, sobre todo en las pequeñas casitas ajardinadas de los municipios que rodeaban la antigua ciudad de Barcelona.
En la calle Arimon, en el antiguo municipio agrícola de Sant Gervasi de Cassoles, actualmente el barrio barcelonés de Sant Gervasi — Bonanova, había una casita con un patio trasero, con un jardín que daba a la citada calle.
En este jardín, en 1857 se plantó un azufaifo, seguramente sin ninguna pretensión, como otros azufaifos fueron plantados en otros pequeños jardines particulares. La especulación urbanística en Barcelona, de los años 60 hasta inicios de siglo XXI, fue derribando las casitas, y talando los jardines, para construir grandes edificios.
A la casita del número 14 de la calle Arimon també le llegó su cita con la piqueta, pero la reacción vecinal consiguió proteger, sino la vieja construcción, si el jardín con el jinjolero, que hoy reluce resplandeciente con una copa de más de 16 metros, un tronco de 2 metros de cuerda (perímetro del tronco medido a 1.30 desde el suelo), y que está considerado el azufaifo más antiguo de Barcelona, y uno de los más venerables de Catalunya. En 2007 el azufaifo fue protegido y catalogado con el número 0148-05-07. Pero la protección del jinjolero de la calle Arimon fue un proceso largo y duro.
La escritora Isabel Núñez Salmerón (Figueres, 1957 – Barcelona, 2012) vivía en la calle Arimon, y se implicó desde el primer momento en la lucha vecinal para salvar el azufaifo. Publicó en su bloc1 posts casi a diario desde mayo 2007 con reflexiones y artículos en defensa del jinjolero.
Una vez conseguido salvar el árbol Isabel escribió un bonito libro que narra la lucha que se llevó a cabo; se titula La Plaza del azufaifo, editado por la editorial Melusina en 2008, y cuenta en sus 222 páginas muchas pequeñas historias del azufaifo y del vecindario, la gran mayoría extraídas del bloc. El libro tiene un interesante prólogo de Enrique Vila-Matas, en que afirma:
La historia del azufaifo es la historia de un amor, de un amor imparable.
El azufaifo de la calle Arimon. Fotografía: Oscar Farrerons.
El primer post de Isabel, referido al tema que nos ocupa, es del día 25 de mayo, cuando descubre el azufaifo y la condena a muerte que le espera. La autora es muy crítica con la sistemática destrucción de las viejas casitas con jardín que están sucumbiendo en ese momento en el barrio de Sant Gervasi.
Isabel descubrió en junio que la entidad pública empresarial Parcs i Jardins (encargada de los parques y el verde público de Barcelona) tenía identificado al azufaifo como árbol de interés, pero que la empresa constructora había falseado la documentación que presentó (al omitir al jinjolero), y que obtuvo la licencia constructiva ya que ningún técnico municipal se dignó a comprobar el solar.
En junio se inicia la campaña para salvar el azufaifo, ahora que se sabe que está identificado. Se recogen más de 900 firmas en defensa del árbol, que se presentan ese mismo mes al ayuntamiento junto con un escrito para proteger al azufaifo. Entre los firmantes hay vecinos octogenarios, pero también gran número de jóvenes.
Muchos vecinos son pequeños artesanos de toda la vida, y entre los que firman también abundan los intelectuales vinculados de una manera u otra al barrio. Dos de los firmantes del manifiesto en defensa del azufaifo, que viven en la misma calle Arimon, son los padres de Jordi Hereu (en ese momento alcalde de Barcelona).
A finales de junio 2007 parece que la gerente de Parcs i Jardins (Imma Mayol, teniente de alcalde del ayuntamiento) se conforma con que la propiedad ceda el árbol a la ciudad, que deberá trasplantarlo a otra ubicación, lo que supone una sentencia de muerte para un árbol de más de 200 años de vida.
En el bloc de Isabel se recogen varios informes de reputados biólogos y jardineros, donde se explica que el trasplante de un árbol de la envergadura del jinjolero de Arimon supone prácticamente su condena a muerte. Isabel Núñez está furiosa con la clase política barcelonesa y escribe irónica en el bloc:
No nos damos cuenta de que lo hacen por nosotros, nos modernizan, nos sitúan en un paisaje mejor, más acorde con estos tiempos. Nos ayudan. Somos ignorantes y desagradecidos. Nos quitan esos árboles que daban demasiada sombra, demasiadas flores en la acera, la suela del zapato pegajosa con esas cerezas gigantes y sorprendentes de aire chino-árabe, las viejas azufaifas.
Literatura, activismo medioambiental, y recuerdos de infancia de Isabel en Barcelona, en Figueres y en Roses, van apareciendo en los artículos publicados entre finales de junio y julio en el bloc de la defensora del azufaifo.
A finales de julio, y bajo la presión mediática y popular, el ayuntamiento de Barcelona parece decantarse por la solución de salvar el azufaifo sin trasplantarlo a otro lugar (lo que supondría su muerte), posición que le obliga a negociar con la empresa constructora, para que permuten la edificabilidad en otra finca, o bien edifiquen en la calle Arimon, pero dejando libre un espacio alrededor del azufaifo.
Finalmente, Isabel y todos los vecinos que apoyan la causa del jinjolero, pueden alegrarse cuando a finales de mes de agosto les notifican que el ayuntamiento expropiará toda la finca del azufaifo. Pocos días más tarde descubren que las intenciones del ayuntamiento son proteger el azufaifo, pero solo en un limitado cuadrado de 10 x 10 metros, y edificar “un pequeño equipamiento” en el resto de la parcela.
El domingo 16 de septiembre los vecinos organizaron una fiesta poética reivindicativa, por un lado, para celebrar que el jinjolero sería catalogado y respetado en su ubicación, pero por otro para exigir al ayuntamiento que no se construyera ningún edifico en el resto de la parcela, para proteger las raíces del azufaifo, y para poder tener una plaza a su alrededor.
El viernes 30 de noviembre de 2007 el plenario del ayuntamiento de Barcelona catalogó el azufaifo de la calle Arimon. El activismo social de Isabel Núñez y los vecinos del barrio de Sant Gervasi consiguieron proteger un árbol de características únicas en Barcelona, y de los más significativos de su especie en España. Se consiguió su protección, pero no la plaza alrededor del árbol, puesto que posteriormente parte de la parcela fue edificada por el ayuntamiento para servicios sociales municipales.
Hoy, al azufaifo lo acompaña un viejo olivo que también se salvó del jardín histórico de la vieja casita. El ayuntamiento dignificó el entorno, y restauró la pared medianera, a la que añadió una instalación monumental con expresiones y dichos populares catalanas con la palabra gínjol. El programa de memoria municipal de 2017 añadió una placa dedicada a Isabel con el recordatorio:
Escriptora i activista social, va lluitar per la salvació d’aquest ginjoler bicentenari.
Instalación monumental en honor al viejo azufaifo. Fotografía: Oscar Farrerons.
Epílogo
Sabemos que los árboles son seres vivos que germinan, crecen, florecen, fructifican, maduran y, llegado su momento, mueren. La muerte de un árbol cuando llega a viejo forma parte del sistema vital, y así es como ha de ser interpretado un árbol, aunque sea catalogado, no como un monumento eterno.
Ahora bien, los árboles monumentales, que son catalogados por ser ejemplares remarcables, singulares o excepcionales, aportan siempre un valor cultural además de su intrínseco valor natural. Es el caso del azufaifo de la calle Arimon, que consiguió el apoyo de casi un millar de vecinos del pequeño barrio de Sant Gervasi, liderados por la escritora Isabel Núñez.
Hoy en día los niños de la guardería cercana juguetean a su sombra cuando salen de sus clases, los vecinos se sienten reconfortados con las ramas del jinjolero que sobresalen de la parcela, y los curiosos descubren sentados en el banco la bonita historia que permitió salvar un ejemplar singular de Ziziphus jujuba de la tala sin piedad programada en 2007.
El azufaifo de la calle Arimon morirá un día de viejo, pero su historia quedará para siempre. Sería bonito plantar un pequeño ejemplar a su lado, para cuando el viejo azufaifo ya no esté recoja su testimonio el nuevo azufaifo, como el nieto que sigue los pasos del abuelo.
Un primer relato de: Haciendo la ciudad más sostenible desde los barrios, en Meer.