El exilio de académicos y científicos venezolanos representa un desastre para una colectividad emergente y joven dentro del país. La desatención a la comunidad académica venezolana en el exilio puede llevar a una desconexión, pérdida y aislamiento de la ciencia venezolana dentro del contexto nacional e internacional.

Actualmente no existe ningún intento por mantener la cohesión de la comunidad académica venezolana en el exilio. Y digo «académica» y no «científica» porque la mayoría de los programas e iniciativas internacionales están dirigidas solo a las ciencias exactas, dejando de lado las ciencias humanísticas. Son las investigaciones humanísticas las que muestran el devenir de científicos exiliados. En los países que han sufrido regímenes totalitarios, el desvanecimiento de la investigación y acción humanística representa uno de los primeros objetivos. Es por esto, que he querido usar el término «Academia» en lugar de «Ciencia» ya que la primera acepción tiene un mayor radio de inclusión, evitándose posibles disertaciones positivistas y neopositivistas en torno a lo que entendemos o categorizamos por ciencia.

La ausente atención a la Academia Venezolana en el exilio (investigadores científicos, sociales y humanísticos) es evidente en las iniciativas internacionales que soportan a científicos y académicos en riesgo: la información de posibles programas está dispersa, fragmentada y dirigida a científicos de países como Siria, Yemen, África y Afganistán. Venezuela no está incluida, a pesar de la declaración por parte de la Acnur el 11 de marzo del 2018, que establece la dimensión de la crisis humanitaria venezolana comparable solo con la de Siria.

El 17 de septiembre de 2018, se reunieron los líderes de 10 centros científicos de alto nivel con sede en Trieste (Italia). En este encuentro se abordó la posibilidad de desarrollar programas de cooperación en investigación y oportunidades de estudio para científicos y académicos obligados a huir de la guerra y el conflicto en sus países de origen. Las 10 instituciones internacionales e italianas se comprometieron a ofrecer oportunidades a los científicos y académicos afectados por el conflicto en sus países y así enriquecer sus habilidades profesionales, fomentando su desarrollo e integración humana y profesional, así como su reintegración en su país de origen una vez que las condiciones lo permitan. Dentro del evento estaban contemplados los científicos y académicos de Siria, Irak, Yemen, Afganistán, y Venezuela.

El nuevo acuerdo señala que las instituciones científicas de la región «tienen una experiencia consolidada en ‘diplomacia científica’ que las ha llevado a desempeñar un papel de liderazgo internacional». Las siguientes instituciones han aceptado el acuerdo: El Centro Internacional de Física Teórica Abdus Salam (ICTP), La Fondazione Internazionale Trieste per il Progresso y la Libertà delle Scienze (FIT), La Asociación Interacadémica (IAP), El Centro Internacional de Ingeniería Genética y Biotecnología (ICGEB), Istituto Nazionale di Astrofisica (INAF) -Osservatorio Astronomico di Trieste, Istituto Nazionale di Oceanografia y Geofisica Sperimentale (OGS), Scuola Internazionale Superiore di Studi Avanzati (SISSA), Università degli Studi di Trieste, Università degli Studi di Udine y la Academia Mundial de Ciencias (TWAS).

A pesar del éxito en el logro de la inclusión de Venezuela en tan importantes acuerdos en Trieste en 2018, a la fecha aún no se concretiza ninguna acción que permita evidenciar un impacto importante en el soporte al académico venezolano en el exilio. Actualmente, Venezuela desconoce exactamente cuántos académicos han emigrado. Mucho de nuestro talento científico y académico no han podido reanudar su trabajo porque faltan oportunidades y programas. La pérdida del talento científico y académico por situaciones de conflicto, regímenes dictatoriales y guerras es una tragedia silente pero palpable a la hora de reconstruir una sociedad. Esto es conocido por los países europeos y de primer mundo, los cuales en su historia valoran la importancia de preservar la comunidad científica y académica. Finalizo el relato de este pequeño logro conseguido de mi parte, buscando un eco que despierte el accionar de quienes pueden y tienen el poder de alzar la voz en defensa de la preservación de la Ciencia y la Academia Venezolana en el exilio.