Hace poco fui con mi familia a disfrutar del crepúsculo madrileño en los jardines del Templo de Debod, atracción que congrega a cientos de personas todas las tardes. No pude menos que recordar el crepúsculo de Barquisimeto, en mi natal Venezuela, famoso por la variedad e intensidad de colores que regala a todo el que se detiene a contemplarlo.

Días después, S. M. Felipe VI hizo referencia a esta maravilla natural de la ciudad natal de Rafael Cadenas, en ocasión de entregarle el Premio Cervantes. Este reconocimiento fue un honor que sobrepasa al poeta y nos llena de orgullo a sus coterráneos. La ceremonia me produjo, y sé que no soy el único, un sentimiento que solo los poetas como Cadenas son capaces de expresar en palabras.

Su discurso estuvo pleno de cosas que nos dijo sin decirlas, en ese tono y ese hablar pausado de las personas llenas de sabiduría que saben que se encuentran en el crepúsculo de su vida. Percibí en él un dejo de ansiedad por todo lo que le falta por publicar y por crear, como si fuera poco el legado que ha hecho a una humanidad que está ávida de personas como él, poeta y ser humano universal.

Culminó su discurso citando, como debe ser, al gran Cervantes en boca del Quijote, cuando le refiere a Sancho lo que para él significa el don de la libertad.

Me impactó este final porque me hizo recordar a todos aquellos que hoy atentan contra este preciado don y han provocado tantas pérdidas, tantos desarraigos, tantas tristezas.

No soy propenso a cultivar pensamientos negativos, así que intenté revertir este sentimiento de pérdida y acá les dejo unas reflexiones sobre mi concepto de libertad.

¡Gracias poeta!

Soy libre

Soy libre, no porque hago lo que me agrada, sino lo que me dicta mi conciencia. Así, no soy prisionero de mis apetencias. Soy fiel a mí mismo.

Soy libre cuando hago coincidir lo que me agrada con lo que es apropiado.

Creo firmemente, y que me perdonen los diccionarios, que libertad y responsabilidad son sinónimos. La libertad responsable es redundante. Lo opuesto conduce al caos.

Mi libertad solo concibe los límites que me imponen mis principios y valores, pero esos límites no me atan ni me coartan. Ellos me abren las puertas del sendero que sé que debo transitar para no traicionarme.

Soy libre en la medida en que respeto la libertad ajena. Quien oprime, quien intenta imponer sus ideas, sus creencias, su ideología, termina siendo tiranizado por ellas.

La intolerancia es un tumor que horada la libertad de quien la ejerce.

Algunos prisioneros son más libres que sus carceleros.

Soy libre porque soy dueño de mi tiempo, no su esclavo.

Soy libre porque soy responsable de mi estado emocional. Intento constantemente no permitir que mis emociones se adueñen de mí.

Soy libre porque soy dueño de mis decisiones. Escucho, investigo, pienso y entonces decido.

Soy libre a pesar de las limitaciones que me intenten imponer, porque solo yo decido acatarlas de acuerdo con mi conciencia.

Soy libre de escuchar, de mirar, de leer lo que deseo, pero soy más libre aún de seleccionar qué creer de lo que escucho, miro, leo.

Soy libre cuando me doy permiso para cometer errores, siempre y cuando esté dispuesto a aceptar y reparar en lo posible el daño que haya podido causar.

La libertad no es un don que he recibido de alguien más. Es un regalo que me obsequio a mí mismo.

La sonrisa es un síntoma de libertad instantánea. Mientras más sonrío, más libre soy.

Finalmente, soy libre cada vez que me siento libre.