En 1891, la corresponsal del Chicago Tribune escribió una columna en la que expresaba su desprecio e indignación por las mujeres que andaban en bicicleta, una inmoralidad inaceptable. Ni hablar de las mujeres que fumaban o llamaban la atención en la calle, definitivamente eran prostitutas. Pero esto era lo de menos. Durante el siglo XIX, las mujeres tampoco podían votar ni ocupar cargos políticos, menos poseer propiedades o tener control sobre sus propias ganancias. También se le negaba el acceso a la educación y no tenían opciones en cuanto a carreras profesionales y, las que estaban casadas, eran consideradas propiedad de sus esposos, sin posibilidad de divorcio o de tener dominio sobre sus propias vidas. En resumen, la vida de una mujer en el siglo XIX se caracterizaba por la falta de derechos civiles y una evidente discriminación social.

En el espacio cultural, se reproducía el mismo cuento. Si tomamos la literatura como ejemplo, encontraremos a muchas escritoras que tuvieron que publicar sus obras bajo seudónimos masculinos para evitar que los editores o lectores rechazaran sus escritos, nada más que por tratarse de una mujer. Una muestra, la escritora y dramaturga Mary Shelley (1797-1851), escribió la famosa novela Frankenstein, pero tuvo que hacerlo bajo el nombre de su marido, Percy. Otro caso, la escritora y periodista Amantine Aurore Dupin (1804-1876), tuvo que publicar su famosa obra Indiana, bajo el seudónimo de George Sand. Todas obras galardonadas. La verdad es que se podrían llenar páginas con ejemplos de mujeres que tuvieron que sustituir su sexo para poder revelar su espíritu.

La revolución industrial del siglo XVIII y XIX transformó radicalmente la forma de vida y el estilo de trabajo de la población: las personas vivían en zonas urbanas densamente pobladas, insalubres, con altos niveles de mortalidad infantil, aguas contaminadas, enfermedades, etc. Por otro lado, la polarización entre la burguesía y el proletariado se fue agravando ante estas condiciones de vida, sobre todo para las mujeres que recibían salarios muy inferiores a los hombres, pero además debían preocuparse de la casa y hacerse cargo de sus numerosas familias, en palabras de Marx eran «las esclavas de los esclavos».

Ante este evidente desastre, muchos buscaban explicar la situación de la mujer. El gobierno patriarcal inglés, por ejemplo, predicaba como un evangelio que el sistema que sustentaban correspondía a un «orden natural» donde el papel de la mujer era procrear y cocinar. El respaldo teórico, irrefutable, lo aportaban prominentes expertos, empezando por el científico Charles Darwin (1809-1882) quien señalaba que las mujeres correspondían a una raza inferior a los hombres. Otros especialistas como Nassau William Senior (1871-1864), influyente economista y asesor del gobierno británico o el economista clásico, Jean Baptiste Say (1867-1832), coincidían, básicamente, en que la mujer era productiva solo en el hogar. El broche de oro, casi humorístico, lo agregó, en 1860, el filósofo y legislador francés, Jules Simon (1814-1896) quien afirmaba que «una mujer que se convierte en trabajadora ya no es una mujer» y, por último, se encontraba la iglesia ofreciendo el cielo como consuelo para recompensar la miseria.

Por otra parte, surgieron nuevas ideologías opuestas a la versión oficial, tales como el sindicalismo, el socialismo, el anarquismo y el comunismo. Algunos buscaban modificar la miseria y otros, cambiar el sistema. Pero, incluso en estas organizaciones revolucionarias, dominaba la mentalidad patriarcal. Para las mujeres, abrirse espacio en cualquier ámbito ciudadano, ha sido siempre un camino espinoso por estar atrapadas en las circunstancias sociales.

En este contexto histórico nació Karl Marx, un día 5 de mayo de 1818 en la ciudad de Tréveris, en el Reino de Prusia. A pesar de ser descendiente de judíos, su padre Herschel Mordechai recibió una educación laica y pertenecía a una familia de clase media acomodada. De su infancia no se sabe demasiado, solo que se educó en casa. En su adolescencia leía a Kant y Voltaire y participó en las agitaciones contra la monarquía absoluta prusiana. A los 17 años fue a la Universidad de Bonn a estudiar derecho, carrera que no le atraía y obtuvo bajas calificaciones. Se fue a la Universidad de Berlín donde incursionó en historia, filosofía y economía. En 1836, con 18 años, se compromete con la baronesa prusiana, Jenny von Westphalen; se conocían desde el colegio y siete años después contraen matrimonio, el día 19 de junio de 1843 en la iglesia de San Pablo de Kreuznach. Tuvieron siete hijos, cuatro mujeres y tres varones. Lamentablemente, la mortalidad infantil era cuantiosa. Trágicamente, esto fue así para cuatro de los hijos de Karl y Jenny.

Usualmente cuando se habla de Karl Marx, lo primero que nos viene en mente es El Capital o El Manifiesto Comunista, pero pocas personas conocen la figura de la mujer que estuvo detrás de Marx en todo momento.

Jenny von Westphalen nació el 12 de febrero de 1814 en la ciudad alemana de Salzwedel, hija de una familia aristocrática, de la cual recibió el título de baronesa. En 1843 se casó con Marx y permanecieron juntos hasta la muerte de ella en 1881. Sin embargo, Jenny no fue solo la esposa de Marx, sino también una activista política y social por derecho propio. No solo tenía formación académica en filosofía, sino también conocimientos y experiencia en edición; fue la primera en revisar y publicar la obra de Marx. Además de «descifrar» la espeluznante caligrafía de su esposo, aportaba con observaciones teóricas al trabajo de su marido. Su abierta defensa de la liberación sexual podía verse en sus escritos sobre la familia y el matrimonio, así como en su participación en el movimiento por el sufragio femenino. Fue también la primera integrante de la Liga Comunista que Marx fundó en 1847. Pero la contribución más importante de Jenny a la obra de Marx quizá haya sido la de pasar a limpio y transcribir sus manuscritos. De no ser por ella, es posible que ninguna editorial hubiera aceptado publicar El Capital. A pesar de su importante papel en la vida y obra de Marx, Jenny a menudo es recordada únicamente como la esposa noble que renunció a su cuna de oro por estar con su marido, pero su propia contribución a la política y el activismo social se minimiza o se ignora por completo.

Los destellos de la actividad política de Jenny y Karl se advirtieron posteriormente en mujeres como Clara Zetkin (1857-1933); Alexandra Kollontai (1872-1952) y Rosa Luxemburgo (1871-1919), entre otras que siguieron la línea revolucionaria con base en los conceptos marxistas.

Durante el II Encuentro Internacional de Mujeres, celebrado en Copenhague en 1910, se instauró el Día Internacional de la Mujer, el día 8 de marzo, honrando a las trabajadoras de la fábrica textil, Cotton, de Nueva York, que, en 1857, se manifestaron para reclamar mejores condiciones y reducción de la jornada laboral, con el trágico resultado de 120 trabajadoras asesinadas. Podríamos decir que Zetkin, Kollontai, Luxemburgo y otras mujeres de ese tiempo, fueron las discípulas del movimiento feminista y el mensaje que estas mujeres recibieron de la vida y obra de Jenny y sus hijas, sigue resonando en la sociedad actual.

Las ideas y valores de Karl Marx y Jenny Marx influyeron en la vida y acciones de sus hijas, Jenny Caroline, Laura y Eleanor Marx. Tanto el feminismo como el socialismo estaban estrechamente relacionados en la lucha por la igualdad y la justicia, pero ¿quiénes eran estas mujeres que la historia escondió tras la imagen de Marx?

Jenny Caroline Marx, la hija mayor, nació en Francia en 1844 y murió en Argenteuil, cerca de París, en 1883. Creció en medio de los exilios de sus padres en Bélgica e Inglaterra, donde realizó sus estudios, dedicándose a la investigación del conflicto irlandés, escribió decenas de artículos sobre la crisis económica de ese país y su impacto en los obreros. En las reuniones políticas de la Asociación Internacional de Trabajadores, en casa de su padre, conoció al dirigente socialista francés Charles Longuet (1839-1903) con quien se casó luego de un breve noviazgo. Se radicaron en Francia y Jenny Caroline colaboró en la Comuna de París de 1871, participando en las contiendas callejeras y publicando artículos en la prensa socialista. Tras la derrota de la Comuna, su marido se convirtió en prófugo y regresaron a Inglaterra donde Jenny se transformó en una de las principales luchadoras a favor del movimiento de apoyo a los refugiados franceses. Murió de cáncer a los 38 años.

Laura Marx nació en Bruselas en 1845, en el período de exilio de su padre en Bélgica. Cuando cumplió los cuatro años, sus padres regresaron a Londres escapando de una orden de arresto, emitida por uno de los hermanos de su madre, un alto funcionario del gobierno prusiano. Igual que su hermana mayor, Laura estudió en Londres y del mismo modo, conoció a su futuro marido en una reunión de la Internacional Comunista que Marx realizaba en su casa. Paul Lafargue (1842-1911) un joven socialista, cercano a los anarquistas, de familia franco-cubana, con pasaporte español, conoció a Laura Marx y ambos quedaron embelesados. Se casaron en 1868, cuando Laura cumplía los 23 años. A pesar de que Marx no gustaba mucho de su yerno por razones políticas, no se opuso a la decisión de su hija. El matrimonio se estableció en Burdeos, donde Laura comenzó la traducción de El Capital al francés.

Siguiendo la maldición familiar, Laura perdió a sus tres hijos a muy corta edad. Lafargue se incorporó a la Comuna de París y con la derrota, se convirtió en un fugitivo político. La pareja volvió a Burdeos, pero sus compañeros le avisaron que lo arrestarían. Buscaron refugio en España, donde Laura había establecido contacto con militantes de la AIT y participó activamente en la creación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Después de un tiempo, regresaron a Londres y Laura continuó con la traducción francesa de las obras de su padre y Paul terminó su obra El derecho a la pereza. Ambos trabajaron en política varias décadas, en conjunto con la AIT, incorporando el marxismo en Francia y España. Más tarde pertenecerían a la dirección política francesa de la Segunda Internacional. Laura se dedicó al periodismo y fue una defensora del sufragio universal y el socialismo.

El 25 de noviembre de 1911, Laura le propuso a su marido ir al cine y luego a la pastelería predilecta a deleitarse con los dulces de crema. Después del paseo se fueron a su casa, cansados, ella tenía 66 años y él 69. Pusieron comida y agua para Nino, su perro, para cubrir varios días, se tendieron en la cama e ingirieron las pastillas de cianuro que estaban sobre el velador. No querían ser «una carga para los demás», escribieron en la carta que dejaron como testimonio. Su entierro fue multitudinario y entre los presentes estaba Vladimir Ilich Lenin, quien sería el líder de la revolución soviética.

Eleanor Marx nació en Londres el 16 de enero de 1855, sus padres decidieron educarla en casa, por lo que Eleanor pasaba la mayor parte del tiempo con su padre mientras escribía El Capital. Marx solo hacía pausas de su trabajo para jugar con ella. Cuando fue creciendo se transformó en su secretaria y reemplazó a su madre en la transcripción de los textos de Marx. Se independizó un tiempo trabajando como profesora y comenzó una activa militancia socialista y feminista. En palabras de su biógrafa, Rachel Holmes, quien afirma: «fundamentalmente, Eleonor Marx fue la madre del feminismo socialista». Rebautizó la llamada «cuestión de la mujer» como «el debate de la mujer trabajadora». Tuvo que enfrentar la creencia de muchos dirigentes sindicales del momento que no aceptaban los planteamientos de Eleonor sobre la necesidad de organizar a las mujeres y a los trabajadores no calificados, de acuerdo con sus necesidades específicas.

En el amor no tuvo mucha suerte. Después de un romance clandestino con Prosper-Olivier Lissagaray, autor de la Historia de la Comuna de París, se enamoró y unió con Edward Aveling, médico y militante socialista y, a pesar de las normas victorianas sobre el matrimonio, nunca quiso casarse con él. Hasta el final de su vida sostuvo una relación turbulenta con Aveling. Sin embargo, con él escribió su primera obra sobre la cuestión de la mujer y el socialismo. También tradujo, por primera vez al inglés Madame Bovary, de Flaubert; La dama del mar y Enemigo del pueblo, de H. Ibsen.

Después de la muerte de Engels, en 1895, Eleanor se quedó con la mayoría de los trabajos de Marx y se consagró a editar sus manuscritos. Dos años más tarde, publicó Salario, precio y ganancia, en tanto avanzaba en la biografía de su padre, que quedó incompleta.

En el trabajo político, Eleanor se distinguió en la organización de huelgas y en la defensa de los trabajadores; fue una activista feminista y socialista, además de escritora y traductora. En 1884, se incorporó a la Federación Social Demócrata (FDS). Fue elegida en la plana directiva, utilizando parte de su tiempo en dar conferencias sobre el socialismo. Ese año se generaron conflictos en la FSD y, en 1885, después de una amarga polémica, la organización se dividió. Eleanor Marx y otras personas dejaron el partido y fundaron la Liga Socialista, rivalizando con la organización predecesora.

Eleanor Marx contribuyó con Engels, leyendo y discutiendo los esbozos de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), trabajo precursor del feminismo socialista. Posteriormente publicó junto a Edward Aveling, su propio trabajo: La cuestión de la mujer, un punto de vista socialista. Ella defendió la posición que la lucha por la emancipación total de las mujeres solo podía lograrse en el socialismo.

Su pareja la había abandonado algunos meses antes de su muerte, pero, en marzo de 1898 descubrió que Edward Aveling, se había casado en secreto con una joven actriz de teatro. A esto se sumó que él tenía una enfermedad terminal al riñón.

Cayó en una profunda depresión que decidió su destino. Envió a su empleada a la farmacia con una receta, solicitando cloroformo y una cantidad de cianuro para su perro. Despidió a la señora del aseo, subió a la habitación, escribió dos notas cortas: «Querido, muy pronto habrá terminado todo. Mi última palabra para ti es la misma que he dicho todos estos largos y tristes años, amor», pensó en los diez años que habían estado juntos, bebió la dosis de cianuro y se acostó. Encontraron el cadáver la mañana siguiente.

Los autores de El legado de Eleanor Marx, Harrison Fluss y Sam Miller señalan que «Eleanor Marx no debe ser definida por su muerte, ni debe ser reducida al abuso que sufrió. Debe ser recordada y celebrada como la mujer radical que era: una pionera del feminismo marxista».

Una de las batallas más importantes abordadas por las mujeres de Marx, era el derecho al voto. Las mujeres adquirían, primero un derecho masculino y segundo podían decidir a través del sufragio, quiénes gobernarían y quiénes harían las leyes.

Los frutos de estas batallas se vieron más tarde, de manera paulatina y lenta. En 1902 el movimiento sufragista en Inglaterra saltó a la palestra con la organización Women’s Social and Political Union, bajo la conducción de Emmeline Pankhurst (1858-1928), quien generó una intensa conmoción pública por el derecho al sufragio femenino, «Hechos y no palabras» era su lema. Al principio encontró oposición y desconfianza, logró el voto femenino de las inglesas recién en 1918 y el voto universal llegó en 1928. En tanto, el voto femenino se expandía internacionalmente. Finlandia fue el primer país europeo en aprobarlo, en 1906, Nueva Zelanda lo había hecho en 1893. En España, cuyo mayor ejemplo del movimiento feminista fue Emilia Pardo Bazán (1851-1921), el sufragio femenino se logró en 1931 con la Segunda República. En América Latina se reconoció por primera vez la calidad de ciudadanas en Ecuador, en 1929, seguidos por Chile y Uruguay en 1931.

Las mujeres de Marx y muchas otras anónimas tienen que ver con los progresos en los derechos de la mujer en la sociedad. Es verdad que la contienda requiere mucha perseverancia y paciencia, pero por algo se comienza. Señalaba Rosa Luxemburgo: «Quien no se mueve, no siente las cadenas».

Notas

El subtitulo de este artículo es una cita de Alice Walker.
Centro de Estudios Socialistas K. Marx. (2018). Vida e ideas de K. Marx.
Fromm, Erich. (1962). Marx y su concepto de hombre. Fondo de Cultura Económica.
Marx, K. y Engels, F. Selección de Textos sobre la Mujer.
Montero, R. (2015). Historias de mujeres. Penguin Random House.
Smith, S. Marxismo, feminismo y liberación de la mujer.
Wikipedia. Karl Marx.