Los procesos autoritarios en Latinoamérica que evocan constantemente a la voluntad popular para la justificación de sus proyectos han desarrollado -en todos los casos- formas democráticas figurativas, convirtiendo así a los sectores excluidos en militancia vertical y jerárquica de decisiones limitadas.

Esto es así, porque en el populismo1, ha sido la izquierda la que ha actuado de manera más escatológica, debido a que su proyecto es esencialmente iliberal (Pappas, 2019), esencialmente crítico de los controles y equilibrios, y esencialmente contrario a los derechos individuales del modelo occidental heredado (Rosanvallon, 2020).

Por lo que el viejo sentido de democratización2 que se denotó en los años 90, dio paso a un proceso de inclinación global hacia los autoritarismos -de izquierdas y derechas- que, recién en la segunda década del siglo XXI tomaron una connotación evidente.

Bien se podría argumentar -por parte de la izquierda actual- que la democratización debe tener una mayor profundidad que la institucionalización en si misma; pero en aquella versión democrática radical que defiende el marxismo latinoamericano para las izquierdas, su democracia interna no ha manifestado ningún síntoma de fortalecimiento estructural, sino un acarreamiento de sujetos bajo una misma bandera, bajo un mismo liderazgo y bajo principios cada vez más rígidos, próximos a una militancia uniformista, no propia a un sistema complejo y múltiple de voces.

Importante destacar también que la democratización entendida por los liberales latinoamericanos solo ha recaído en versiones light del liberalismo clásico que se funda en la versión de democracia estadounidense, que en esencia no es democrática por el rol de las oligarquías, y la imposibilidad del voto para todos los sectores sociales (e.g., afrodescendientes, latinos). Esta ilusoria aproximación de los liberales latinoamericanos que leen a Milton Friedman o Friedrich von Hayek ha anulado las posibilidades de entender la democracia de una manera más transversal y más profunda. Lo que ha llevado a los sectores populistas a aferrarse a las versiones más antioccidentales, permitiendo la influencia creciente de intereses chinos, iranies y rusos. Los cuales aprovechan la poca influencia que tiene Estados Unidos en Sudamérica3, posibilitando que más adelante se pueda crear un bastión antioccidental en la región, anulando toda posibilidad de Estados Unidos para reinventarse a través del multiculturalismo.

Este modelo iliberal no solo tiende las bases económicas propicias para el autoritarismo -la destrucción de la iniciativa privada-, sino que también impide la estructuración de partidos orgánicos, creándose así, una atmósfera política que se fundamenta en liderazgos fuertes, nunca racionales, sino de imposición basada en la fuerza del número y la masa. Esto tiene que ver con el carácter tribal (Forgas, et.al., 2021) de los grupos humanos que buscan identidades inmutables, pertenencias sólidas, que, en el tiempo actual, van contra la sociedad liquida y del multiculturalismo liberal que puso en una situación de extrema incertidumbre a gran parte de las sociedades que aplicaron los consejos del Consenso de Washington (Mudde & Rovira, 2018).

Ahora bien, el proceso populista en Latinoamérica tiene directa relación a la limitación de las capacidades democráticas de la sociedad civil, debido a que se establece un campo de hegemonía del poder político y cultural en un entorno próximo al líder, lo que conlleva a cooptar continuamente a todos los elementos que se afirman como próximos aliados ideológicamente, y a destruir a todos los elementos que se asumen como opuestos políticamente (Moffitt, 2016). Sin embargo, este accionar tiene un punto débil, la sociedad que respalda al gobierno popular tiene una constante dependencia del incremento del poder y la ampliación del campo de prebendas que ofrece el líder a través de su partido a todos los sectores que no se encuentran en el campo plenamente opositor.

Por ello, los populistas latinoamericanos, primero se acercan a las instituciones para cooptarlas (e.g., ejercito, policía) o destruirlas (e.g., servicio diplomático, órgano electoral); segundo, se emplea constantemente la polarización entre los otros «elite corrupta» y nosotros «el pueblo puro», además de la voluntad general (Mudde & Rovira; 2017, 2018) como una fórmula para crear un relato funcional a la historia correcta y a corregir, que se pretende establecer como verdad fundamental, esto a pesar de que existan hechos corroborados y contrarios a su perspectiva total.

Importante recordar que los populistas se enfocan en problemas de larga duración, como la pobreza, la desigualdad, los cuales crean un relato casi religioso en torno a un futuro idílico que se construirá a través de un camino de peripecias que requiere una guía y una vanguardia con conciencia social. En cambio, los proyectos no populistas se enfocan de manera más pragmática en cuestiones temporales, como el crimen, la inflación o conflictos sociales coyunturales. Esta fijación pragmática a la gestión pública pasa por alto conflictos que influyen en el votante no-racional, que está condicionado a impulsos emocionales, los cuales están vinculados a su cultura y relatos (Moffitt, 2016) que lo sitúa en la periferia global, que, a su vez establece sus fijaciones, ambiciones, intereses y modelos.

Por ello, los populistas han desarrollado una ventaja competitiva sobre la propuesta liberal, ya que consideran a los grupos humanos como una familia que requiere estabilidad y certidumbre, mientras el proyecto liberal se inclina por la incertidumbre y el individualismo.

Por otro lado, el populismo ofrece respuestas ejecutivas a problemas que, dentro del liberalismo, requerirían consensos, debate y negociación. Es más, este es un tiempo contrario al poder legislativo, sino favorable al poder ejecutivo (Pappas, 2019) que pide soluciones a los lideres y no a los legisladores (Rosanvallon, 2020).

De esta manera, un elemento que anula una posible democratización desde los populismos es el carácter autocrático (Weyland & Madrid, 2019) y verticalista. En esta comprensión, las bases sociales solo se han configurado como una justificación, una raison d’etre que valida la existencia de un líder que encarna todas las aspiraciones del pueblo excluido. Nuevamente es una construcción piramidal, de ningún modo es una red de soviets, una red de consejos obreros, una red de cabildos, un conjunto de kibutz o una red de comunas que actuasen como nodos. Sino al contrario, es solo un cuerpo con un solo mando que decide sobre las bases.

El populismo de izquierda prevalente en Latinoamérica también puede ser caracterizado como una «dictadura civil/personal» (Geddes, 2018) ya que ha creado una base de apoyo, ha transformado las existentes, ha cooptado las necesarias y destruido las opuestas en beneficio de la voluntad de la elite del partido. Esta relación de lo uno y lo múltiple es importante para este análisis, porque la democratización establece mínimamente un rol cambiante y de traspaso entre quienes mantienen el poder, algo que no existe en el uno que se antepone al colectivo o colectivos (Rosanvallon, 2020).

También es importante denotar que otros factores antidemocratizantes en Latinoamérica, han sido la inclinación de ataque contra la prensa, el uso de espías sobre la sociedad civil y el uso de violencia desproporcional frente a la población. De hecho, un sistema autoritario es opuesto en sí mismo a todo tipo de democracia, ya que el uso de la represión o la cooptación solo se hace en función de la acumulación y protección del poder político real que obtiene la elite gobernante, no se acumula poder para redistribuirlo a sectores que se pueden convertir en frenos o alternativas reales, sino se conserva el poder para dirigir desde un punto y desde arriba hacia abajo.

Otro argumento contra la afirmación de que el populismo fomenta la democratización, es que: si la democracia es la vinculación de la soberanía popular (expresada en elecciones) y el gobierno de la mayoría, entonces se considera que el populismo es la combinación de la soberanía popular y el gobierno de minorías excluidas, lo cual establece a la última como una antítesis de la democracia, ya que son las minorías excluidas históricamente y que se consideran más legítimas (Rosanvallon, 2020), son las que toman el poder y controlan a las mayorías a través de la intimidación y la cooptación para revertir la historia de lo múltiple a través del uno.

Esta reversión y la constante evolución a modelos esclerotizados imposibilitan el desarrollo de la sociedad civil empoderada, porque los clivajes entre las periferias y los centros permiten la división, luego la fragmentación y la polarización constante dentro del proyecto civilizatorio occidental, que acoge desde el remanente seno liberal a outsiders y lideres étnicos (Mudde & Rovira, 2012, 2017) que se proyectan contra el mismo sistema que los acogió inicialmente.

Finalmente, hay que comprender que el avance del proyecto iliberal contra los derechos políticos y civiles, la competición privada, la organización alternativa, la autonomía de minorías actuantes, el sistema judicial independiente y la libertad de expresión, entre otros; termina por socavar los fundamentos de una sociedad civil organizada y fuertemente estructurada. Afirmando así, la paradoja del populismo que en su intento de defender a la periferia terminó por destruir los procedimientos reales de la democracia, tanto las minimalistas, como las maximalistas. Consolidando el modelo iliberal que tanto aprecian dictadores de derechas e izquierdas.

Notas

1 Se entiende el populismo como una respuesta a las aporías de la democracia liberal.
2 Se comprender a la democratización como una transición a un régimen más democrático, siendo la transición de una forma proto-autoritaria o autoritaria a una proto-democracia o democracia consolidada. Esto está enmarcado en la versión democrática liberal, basada en instituciones y la posibilidad de cambio de lideres por medios pacíficos (elecciones).
3 Seisdedos, I. (2021, diciembre 19). Estados Unidos ya no quiere (ni puede) ser la policía del mundo.

Bibliografía

Forgas, J. P.; Crano, W. D.; Fiedler, K. (eds.) (2021). The Psychology of Populism. The Tribal Challenge to Liberal Democracy. Routledge.
Geddes, B. (2018). How dictatorships work: power, personalization, and collapse. Cambridge University Press.
Kaltwasser, C. R. (2012). The ambivalence of populism: threat and corrective for democracy. Democratization, 19(2), 184-208.
Moffitt, B. (2016). The global rise of populism: performance, political style, and representation. Stanford University Press.
Mudde, C. & Kaltwasser, C. R. (Eds.) (2012). Populism in Europe and the Americas. Threat or Corrective for Democracy? Cambridge University Press.
Mudde, C. & Kaltwasser, C. R. (2017). Populism: a very short introduction. Oxford University Press.
Mudde, Cas & Kaltwasser, C. R. (2018). Studying Populism in Comparative Perspective: Reflections on the Contemporary and Future Research Agenda. Comparative Political Studies, 51(13) 1-27.
Müller, J.-W. (2016). What Is Populism? University of Pennsylvania Press.
Pappas, Takis S. (2019). Populism and Liberal Democracy: A Comparative and Theoretical Analysis. Oxford University Press.
Rosanvallon, P. (2020). El siglo del populismo. Galaxia Gutenberg, S.L.
Weyland, K. & Madrid, R. L. (2019). When Democracy Trumps Populism. European and Latin American Lessons for the United States. Cambridge University Press.