Supe de la existencia de Karim Ganem Maloof por sus textos en El Malpensante. En aquel momento era para mí solo un nombre repetitivo. Tiempo después supe que, por esa época, era el editor de la revista. Al nombre le añadí la imagen de un señor de mediana edad, con canas en la barba y otras más en el cabello. Eso fue todo. No me volví a suscribir a la revista en el 2019 y el nombre se volvió un dato más; uno fácil de relacionar por lo distinto del nombre: siempre será más sencillo recordar en Colombia un Karim que a un Juan. Ganem Maloof recobró vida en mi mente por su muerte: el 8 de marzo se supo que sufrió un infarto fulminante. Escritores y periodistas colombianos lamentaron la pérdida del barranquillero de 31 años. Sí había barba, pero nada de canas; y menos cabello del que imaginé.

Karim Ganem Maloof nació en 1991 en la capital del Atlántico y creció en San Andrés, las islas colombianas rodeadas de aguas nicaragüenses. Llegó a Bogotá para estudiar literatura y derecho. Colaboró con varios medios, llegó a El Malpensante, se convirtió en editor y trabajó allí por más de seis años. En la página de ese medio aparecen 22 artículos con su firma, además de muchos otros que editó. También se pueden encontrar piezas de su autoría en publicaciones de España y Estados Unidos.

El cordero crudo de El Vegano Arrepentido, reseña sobre el tartar de cordero de ese restaurante, ganó el premio de periodismo Simón Bolívar en el 2020 como pieza de humor. Rescato el fragmento donde habla de su constante búsqueda de carne cruda: «La persigo en todas sus variaciones. En los restaurantes japoneses ordeno pescado en sashimi; en los coreanos, ternera en yukhoe; en los peruanos, ceviche con poco limón». Su interés por la comida quedó registrado en un único libro, Calor residual, que reúne textos inéditos y publicados.

En el 2022, participó en la publicación de lo que él consideró «la mayor obra de no ficción acometida en Colombia», el informe de la Comisión de la Verdad. Dicho juicio —con el que estoy de acuerdo— aparece en una nota del Diario Criterio, donde explica cómo se transformaron «alrededor de 30.000 testimonios, 1.000 informes de otras organizaciones y miles de bases de datos y documentos de todo tipo» en un documento que narra parte del conflicto colombiano desde la perspectiva de las víctimas. El resultado son 11 tomos en 24 volúmenes que abordan distintos temas como la violación de derechos humanos Hasta la guerra tiene límites, la violencia en los territorios Colombia adentro, la experiencia de mujeres y personas LGBTIQ+ Mi cuerpo es la verdad, los menores en el conflicto No es un mal menor, entre otros. Desde los títulos se nota el trabajo editorial. Karim fue director del equipo editorial del informe y el editor general de la versión final. Editar esas páginas requería un estómago duro, pero sensible.

Tal vez, con algo más de tiempo, aquel nombre que renació para mí y ganó un rostro, una barba y un gusto por la comida, hubiese acompañado más artículos sobre el informe. Lo cierto es que quedé insatisfecho, con ganas de probar algo más. Quizás por eso tantas plumas colombianas lamentaron su muerte repentina. El tartar puede ser una entrada o un plato fuerte; en este caso, me quedé esperando lo segundo, apenas pude leer el menú. Creo que saltaré al postre e iré por su libro a la Feria del Libro de Bogotá. Falta menos de un mes, el hambre, a veces, puede esperar.