Llegar a ser nuestra mejor versión, podría ser el reto que mejor resume la presión con la que vivimos en la vida moderna —de Internet y redes sociales—, por alcanzar la perfección en todas las áreas; y que hoy por hoy, nos está alejando de la posibilidad de disfrutar la vida que tenemos aquí y ahora.

Dicha frase se ha vuelto parte de nuestro día a día, al encontrarla desde en la publicidad que insta a cambiar la apariencia o a hacer ejercicio, hasta en el discurso de muchos coaches al vender programas para lograr éxito profesional; pero acá la pregunta que surge es: ¿exactamente a imagen y semejanza de quién tenemos que moldearnos para llegar a ser nuestra mejor versión?

Porque siempre y cuando el enfoque y la referencia para mejorar sea la misma persona, hay motivación y los resultados sin duda serán muy positivos; pero si para esa mejor versión que se construye en la mente como la meta que se debe alcanzar —sobre cómo se debe lucir, qué trabajo se debe tener, o cómo debe ser el estilo de vida en general—, se utilizan referentes externos, ya sea por compararse con otras personas, o por tratar de cumplir las expectativas que los demás tienen, más que un ejercicio de motivación se vuelve una carga; y muy probable, una causa de insatisfacción y sufrimiento.

El asunto es que, «necesitamos darnos cuenta de que nadie vive en la misma realidad. La versión de cada quien es personal» (Chopra, 2020, p. 76); y, por tanto, no hay una sola versión nuestra en el mundo. Cada persona que conocemos —o que inclusive solo nos topamos por la calle— se hace una versión de nosotros en su mente, y nosotros de ella; y se califica al otro según las propias creencias y experiencias.

En mi caso, por ejemplo, mi mejor versión según mi tía Mary incluiría un esposo e hijos; para Rebeca, mi excompañera de la universidad, mi mejor versión se manifestaría con un trabajo en el mundo corporativo; para Carlos —un dizque admirador; que, sin embargo, me veía muchos defectos— la Andrea mejorada sería más extrovertida; y es probable que para alguien más, yo ya sea mi mejor versión.

Y aunque con éxito lográramos dejar de lado o ignorar las diferentes versiones que las otras personas tienen de nosotros —al comprender que ninguna de estas nos define—, está el hecho de que la gran mayoría tenemos una percepción muy limitada sobre quienes somos. Tendemos a reducir nuestro ser a lo material: nuestra apariencia, títulos profesionales, trabajo, etc., o a nuestras experiencias del pasado; y desde esta óptica también podríamos limitarnos, al establecer criterios desacertados para esa mejor versión de nosotros que queremos lograr. En resumen, que para que este proceso realmente sea positivo, debería mínimo llevarnos a expandir esta percepción que tenemos sobre quiénes somos.

Porque, si partimos de que esta búsqueda de nuestra mejor versión debería hacerse no para cumplir con un mandato social o complacer a alguien más; sino para alcanzar autorrealización y la propia felicidad, entonces estamos ante un proceso que, para ser exitoso, debe empezar por un trabajo de introspección importante, que nos dé luz sobre lo que realmente queremos en la vida, qué nos trae felicidad, y qué hace vibrar nuestra alma.

Solo en la medida en que, mediante un trabajo interno, logremos reconectar con nuestro ser interior —la sabiduría de nuestra consciencia pura—, es que efectivamente tendremos acceso a nuestra mejor versión: esa que nos traerá verdadera felicidad; en cuanto consiga mejorar no solo nuestro estilo de vida, sino también nuestra realidad personal —la percepción que tenemos de la vida y la forma en que la vivimos—.

La práctica de la meditación y los momentos de pausa y silencio resultan de gran ayuda en este proceso de reconexión con nuestro interior, ya que nos permiten abstraernos —aunque sea por breves momentos— de todo el ruido externo, y de la imagen que los medios de comunicación, la publicidad y redes sociales nos venden como, la mejor versión de vida; para dar por fin con la versión que dicta nuestro corazón para nosotros.

Nota

Chopra, D. (2020). Meta humano: Libera tu potencial infinito. (1.a ed.). Grijalbo.