Seguro que en algún cuento infantil han oído la palabra abracadabra, utilizada por hechiceros o brujas y que cuenta con distintas versiones. Cuando la escuchamos siempre esperamos que ocurra algo y que el conjuro provoque la aparición de un elemento mágico o que, de repente, todos los problemas se resuelvan en un abrir y cerrar de ojos.

Comencemos por el principio ¿De dónde proviene esta palabra? Este vocablo aparece por primera vez en el Liber Medicinalis del médico romano Quinto Sereno Samónico, del siglo II, en el que se detallan distintos remedios contra enfermedades y males. En uno de los libros que compone el texto, su autor explica la manera de usar la palabra abracadabra para la curación de las tercianas (fiebres), que es lo que hoy en día conocemos como paludismo o malaria. A continuación, reproduzco el fragmento en cuestión:

[…] Grabe varias veces en un amuleto las letras abracadabra y colóquelo hacia abajo, quitando la última cada vez, de modo que falte una letra más en cada línea, hasta que quede una única letra en la punta del cono: se debe colocarlo en el cuello con una cuerda de lino […]

En el texto el autor indica que se deben ir quitando letras de la palabra hasta que quede solo una formando un cono.

China

Luego, se enrolla y se ata al cuello con un hilo de lino. Transcurridos nueve días se tiraba a un río cuyo curso de agua apuntara al este. Así, al mismo tiempo que desaparecían las letras, también lo hacía la enfermedad.

En cuanto al significado y origen etimológico. Según el DLE (Diccionario de la Lengua española), el término proviene del latín tardío abracadabra; y este del griego ἀβράξας abráxas 'abraxas'. La define como: «palabra cabalística a la que se atribuyen efectos mágicos».

Existen distintas versiones sobre el origen del conjuro y su significado. Algunas apuntan a que proviene del hebreo Ab, ruach, dabar (padre, Espíritu Santo, palabra) o Abrai seda brai (fuera, espíritu malo, fuera). Abre ad hābra (envía tu rayo hasta la muerte); otras, del arameo Adava Kedravra (que todo se destruya); o del árabe Abra Kadabra (que se destruya). En la mayoría es una fórmula para expulsar la enfermedad del cuerpo.

También, se ha asociado a la palabra «abraxas», cuyas letras, en la numerología griega, suman trescientos sesenta y cinco, el número de días del año. En la tradición persa se identifica con el dios Mitra, que es el mediador entre el Bien y el Mal.

Otra interpretación apunta a que su significado sería «Creo (hago) lo que hablo», que le confiere a la palabra el poder de darle forma a la realidad, de manifestar cosas reales. El conjuro, por tanto, se puede relacionar con el uso consciente de la palabra como forma de creación y, aventurándonos, podríamos decir que, también, de sanación.

En el primer sentido, el de creación, algunos autores han usado el vocablo con las más variadas finalidades. En la literatura española e hispanoamericana encontramos algunos ejemplos.

A principios del siglo XX Benito Pérez Galdós en Aita Tettauen, que fue la sexta novela de la cuarta serie de sus Episodios nacionales, describe el poder curativo del conjuro abracadabra:

[…] se hallaba privado en absoluto del uso de la palabra. La idea de fingirse mudo había obrado en su organismo con demasiada intensidad... Diole Mazaltob caldos de ranas, que aseguró eran eficacísimos para estimular las facultades oratorias, y no obteniendo el resultado que se esperaba, discurrió Simi aplicarle un remedio cabalístico llamado el Abracadabra, palabra mágica de origen caldeo, que, según el médico famosísimo Sereno Sammónico, tiene la virtud de despertar en la humana laringe el apetito de la conversación. Sabía Simi la forma y manera de la aplicación del Abracadabra, que consistía en escribir el mágico vocablo en un papel, desarrollando sus letras en triángulo […]

En la misma época, con solo algunos años de diferencia, Rubén Darío nos deleita con este poema A Goya:

[…] Porque entra en tu gran tesoro
el diestro que mata al toro,
la niña de rizos de oro,

y con el bravo torero,
el infante, el caballero,
la mantilla y el pandero.

Tu loca mano dibuja
la silueta de la bruja
que en la sombra se arrebuja,

y aprende un abracadabra
del diablo patas de cabra
que hace una mueca macabra […]

En 1927 el autor ecuatoriano Pablo Palacio incluye en su colección de cuentos Un hombre muerto a puntapiés, el conjuro como forma de obtener los favores de una dama. Aquí se añade el vocablo abraxas también:

[…]Tómese una onza y media de azúcar cande, pulverícese groseramente en un mortero nuevo haciendo esta operación en viernes por la mañana, diciendo a medida que machacaréis: abraxas abracadabra. Mezclad este azúcar con medio cuartillo de vino blanco bueno; guardar esta mezcla en una cueva oscura por espacio de 27 días; cada día tomad la botella que no ha de estar enteramente llena, y la menearéis fuerte por espacio de 52 segundos diciendo abraxas. Por la noche haréis lo mismo, pero durante 53 segundos […]

En el cine también existen muchos ejemplos, sobre todo en historias dirigidas al público infantil y juvenil. En la saga de Harry Potter es una de las maldiciones imperdonables: Adava Kedavra, que proviene del arameo y su significado es «que todo se destruya».

En la música hay una bella canción de Silvio Rodríguez que nos cuenta la historia de una mujer despechada, titulada Abracadabra.

Como hemos visto, el conjuro abracadabra se ha usado inscrito en un amuleto. Se consideraba una salvaguarda de nuestra salud y una forma de protección. Desde antiguo han existido fórmulas mágicas y talismanes de todo tipo, cuya finalidad no era otra que ahuyentar la enfermedad o el mal, atraer la salud, el amor o el dinero. También, ha habido algunos que le confieren poder a su portador. El conjuro de abracadabra se empleó para ahuyentar la enfermedad y se le atribuyen propiedades curativas. Muchos de nosotros, sin embargo, siempre lo asociaremos con la imagen de un hechicero o de una bruja, mientras remueve su pócima en un viejo caldero. Justo, cuando echa las últimas hierbas, dice: abracadabra. Entonces, esperamos con inquietud, que, por fin, su poder mágico surta efecto.