Hacía pocos días que había estado inmersa en la lectura de Registros Akáshicos de David.

Aunque en el proceso de canalización se suelen abrir y cerrar los registros, desde mi experiencia os contaré que durante los días que voy trabajando en la lectura, aunque los registros estén cerrados, suelen sucederme cosas relacionadas con los mensajes que debo transmitirle a esa persona. Es un regalo que se me otorga al hacer de canal, de mediador o portavoz. El aprendizaje, los sentimientos y la sabiduría final es una gran recompensa del trabajo que voy realizando durante días.

La conexión con el alma de David estaba siendo una experiencia muy bonita en la que sentí lo siguiente:

Es curioso que se sienta dentro aquello que se nos muestra desde lejos. Somos poderosos cuando se refleja el amor en nosotros.

Todo lo que reconozcas en ti lo encontrarás también en los demás. Es como una regla establecida, si deseas amar, si deseas encontrarlo al otro lado, debes admirar, sentir y saber que también está en tu interior. Ver a la gente como ese gran potencial que vas a ejercitar es lo que descubrirás. El simple hecho de descubrir algo ya lo hace nuestro, queda interiorizado.

Es asombroso asomarse y descubrir la inmensidad dentro de nosotros. Siente este momento asumiendo que lo que tienes enfrente supone ya un ejercicio de creación y evolución interior. Es por eso que solo ofrecemos aquello que ya llevamos dentro. El descubrimiento interior dará paso a la creación exterior.

Si observamos nuestro mundo interno, podremos reconocernos en todo. Es por eso que debes abrir bien los ojos sabiendo que su expresión supone el gozo de lo que nos rodea.

Camina despierto, no hay solo siluetas, son ellas las que están deseando que las veas. Son solo un reflejo de lo que llevamos dentro. Al observarlas despertarás todo ese potencial personal que se va a reflejar también para los demás.

A veces, los seres humanos nos mostramos como extraños, sin embargo, compartimos escenario y estamos aprendiendo unos de otros.

Eres feliz si así lo deseas, eres feliz si lo muestras, esa es la verdadera esencia, la que vas a ofrecer porque así es como seguirá en ti. No pierdes lo que entregas.

Después de escribir esto tras canalizarlo, una frase llegó a mí a través de redes sociales:

Hay dos maneras de difundir la luz… Ser la lámpara que la emite o el espejo que la refleja.

(Lin Yutang, 1895-1976)

Seguramente la había leído otras veces, pero ese día me paré y quise entenderla de verdad ya que sabía que tenía que ver con David y lo que me querían mostrar.

La primera parte de la frase me parecía fácil, emitir luz siempre es algo bueno, podríamos decir que emitir luz es ser uno mismo, mostrarse real y auténtico desde la confianza y la coherencia con lo que uno piensa, siente y hace.

Ahora pensemos en el resto: ser el espejo que la refleja, (la luz, claro). ¿Quiere decir esto que otros pueden verse en nosotros cuando nos miran? ¿Acaso somos idénticos? No acababa de comprender el mensaje.

Por la mañana, bien temprano, como cada día laborable, salí del parking conduciendo con las luces del coche encendidas. De frente, ante mí, dos niños totalmente iluminados. Las luces de mi coche enfocaban directamente hacia ellos. ¿Cómo era posible que brillaran tanto? Sus abrigos me devolvían, de manera impactante, la misma luz que yo desde mi posición emitía con el vehículo que dirigía. Claro estaba que no veía algo fuera de lo normal, sus abrigos estaban fabricados de tela reflectante, esa fue mi conclusión inmediata.

No había visto antes un abrigo así, al girar la calle, unos trabajadores con uniforme amarillo y líneas reflectantes me volvían a indicar que eso es lo que pasa cuando emites tu propia luz hacia otros que hacen de espejo. Un espejo que devolvía aquello que yo misma estaba proyectando al exterior.

Este suceso intentaba explicarme de forma práctica y cotidiana qué quería decir aquello de reflejar la luz de otros.

Reflejar la luz que otros emiten responde a valores como la empatía, la comprensión, el exaltar lo valioso, el sostener, el apoyar al otro, el reconocimiento y la validación.

Esto requiere fijarse en uno mismo, manteniendo a la vez, la mirada sobre lo que estamos compartiendo con otros.

En este proceso, la individualidad se une a lo común, confiando en uno mismo, actuando desde la libertad de elección y disfrutando así de lo que uno hace en conjunción con otros.

Decidir ser canal de la luz propia y de la de los demás englobaría el significado de la frase entera.

Iluminar a otros con sus propias cualidades es ayudarles a ver lo que hay en ellos. Descubrirse en el otro es uno de los propósitos de las relaciones sociales. La amistad es en esto el gran maestro.

Veamos ahora, otra forma de iluminar. Es muy posible que te hayan ofrecido alguna vez ayuda o consuelo, amor, al fin y al cabo, una vez que lo has aceptado, seguramente, decidirás volver a entregarlo. Lo más frecuente es que esto se dé a una persona diferente a la que te lo entregó a ti, porque cuando te lo ofreció sabía que no perdería nada en su labor, al contrario, estaría expandiendo el bien para que así se haga mayor. Este es el gran regalo, la gran cadena de favores. Cuando interiorizamos aquello que otro nos ofreció con desinterés, desde el corazón y sin condiciones, lo ofreceremos de la misma forma que se nos entregó.

Todos podemos ser faro, todos podemos ser lámpara y afortunadamente todos podemos reflejar la luz de otros para devolver la claridad que, a veces, olvidamos encender de forma automática.