Las flores son un adorno regado en el mundo espontánea o cultivadamente. Cubren las funciones del ornato y la medicinal. Son base de cadenas como la producción de la miel… Pero su valor y encanto va más allá, por supuesto. Son profundamente simbólicas. Se usan como medio para expresar sentimientos.

¿Qué sería de nosotros sin las flores?, ¿cómo sería el mundo? Si necesitamos de las flores para embellecer nuestras casas, jardines, calles, carreteras. Si necesitamos de ellas para nuestra pareja, nuestra madre, nuestros muertos, nuestra patria, nuestra fe… Si, en una palabra, nos hacen falta para alegrarnos, y para valernos de ellas como expresión del sentimiento (aunque haya una flor que por el contrario es llamada «pensamiento»).

El pasaje de las flores de Noticias del imperio

La novela Noticias del imperio del escritor mexicano Fernando del Paso puede parecer pesada, difícil. Está impregnada de alusiones eruditas; el lector común seguramente pasa por ellas sin comprender muchas; una edición profusamente anotada sería muy útil.

La narración se ocupa de los tiempos de Maximiliano en México, su contexto y profundiza magistralmente en las motivaciones de sus protagonistas.

Entre sus muchos méritos está el pasaje con un recuento detallado de flores a cargo de un jardinero mexicano, donde el escritor encerró a la perfección la dualidad sabiduría-humildad de la que hacen gala tantos trabajadores de la tierra.

Aquí tiene usted parte de esas célebres letras…

Flor de todas las flores era ella, señor juez. Flor de todas las mieles. Miel de tronadora sus palabras. De jarabe de rosa oscura su boca. Yo, señor, soy humilde. Vengo de lejos, de una montaña muy empinada donde si usted mira para arriba, verá a los tucanes que beben agua en los cálices de las orquídeas retrepadas en las copas de los árboles más altos. Yo, antes que nada, quiero que conste de hoy en adelante lo mucho que quería yo a Concepción, y lo mucho, también, que puedo quererla todavía. Y cómo no va a ser así, cómo no iba a ser, señor juez, si como le digo Concepción era flor de todas las flores. Flor en sus pisadas, jazmín cuando dormía, violeta cimarrona de hojas viscosas en las que se pegaban, como mosquitos, todos esos galanes que querían hacerla suya, cuando que era mía. Mía y de mi voluntad, de mis brazos, niña de mis ojos, amapolita morada. Cómo no iba yo a querer a Concepción, que cuando la conocí era casi una niña, y digo casi porque la mujer que fue después ya la tenía a flor de piel. ¿Usted sabe, señor, de esas florecitas rosadas y púrpuras que se llaman cunde-amor y que se desparraman por el paisaje por aquí y por allá y se columpian, como distraídas, de las rocas vivas? pues así cundió mi amor por ella, así desde sus pies de lirio hasta su pelo lavado con jabón de palosanto. Sus pies eran pequeños. Su cabello, negro y brilloso. Y entre su pelo y sus pies, y aparte de sus ojos y su boca, Concepción tenía otras cosas, que ni yo estoy para contarlas ni usted, con todas mis consideraciones, señor juez, está para escucharlas. Yo, señor, no soy muy instruido. Yo no sólo no sé de muchas cosas que hay en el mundo, sino que además no sé nada de muchísimas cosas más que ni siquiera sé que hay. Pero lo que se dice un ignorante, tampoco lo he sido. Pregúnteme usted de flores. Pregúnteme usted cuáles son las flores que le dan su sombra al cacao, y le diré que son las del cacahuananche, que son chiquitas y rosadas, y que figuran maripositas. Y si a usted le interesa averiguar con qué se quitan las manchas de la cara, yo le diría que para eso no hay nada mejor que una pomada que se hace amasando los bulbos de la flor que se llama lirio céfiro. Si por último alguien que quiera sembrar floripondios en su jardín me pregunta, Sedano, oye tú Sedano, ven acá y dime si sabes cuándo florecen las trompetas blancas del floripondio, yo le diré que todo el año, como mi Concepción, que una vez que floreció quedó florecida para siempre. Con esto quiero decirle que conozco mi oficio y a mucha honra. Soy jardinero, señor, de nacimiento. Nací en una casa pobre, pero llena de flores, y mi abuelo, que en otros tiempos fue jardinero de una casa grande de San Cristóbal Ecatepec, me enseñó los nombres de todas las flores y me enseñó a hablar con ellas, a no tocar la mimosa ni con la punta de los dedos para no abochornarla nomás porque sí, y a perdonarle sus malos olores a la aristoloquia por si acaso, un día, tuviéramos que pedirle prestadas algunas de sus hojas para curarnos de la mordedura de una víbora. Después aprendí otras muchas cosas de las flores y de las plantas, y por no sé qué vericuetos del destino, vine a parar al Valle de Cuernavaca. Empecé a trabajar de ayudante de jardinero en una casa grande, y luego en otra más grande, y luego sin darme cuenta fui ya jefe de jardineros de una casa más grande todavía que llaman la Quinta Borda y a donde llegaba a vivir muchas veces al año el Señor que llaman Don Maximiliano y que dicen, o eso me dijeron a mí, que es el Rey de México. Para entonces ya vivíamos juntos yo y Concepción Sedano, que comenzó a apellidarse así desde que nos habíamos casado. Yo, con mis propias manos, le tejí su diadema de capullos de naranjo y le cosí a su velo de novia más de cien margaritas del campo y también con mis propias manos y con lirios y alcatraces y azucenas iluminé el templo, y esa noche, señor juez, dicho sea con toda modestia, esa noche con algo más que mis manos desfloré a Concepción Sedano. Yo, de un viaje que me hicieron hacer después y que le contaré en segundas, me enteré de un chupamirto que le sorbe la miel a la flor roja del xoconostle, y que si no se encaja en sus espinas que son muy largas, es porque se sostiene moviendo sus alas invisibles, quieto en el aire, mientras la chupa. Yo, que no tengo alas, señor juez me quedé prendido para siempre a Concepción, con una espina clavada en el pecho. Y ahora dígame usted qué se puede hacer si se tiene trabajo y religión y la comida no falta, ni una hamaca para las tardes del domingo, qué se puede hacer sino ser feliz casi a la fuerza.

Obituario

Pablo Milanés

Murió Pablo Milanés el cantautor cubano, el pasado 22 de noviembre. Uno de los padres de la Nueva trova cubana, con lo que hizo historia. Presente tanto con las mejores banderas sociales cubanas como con los corazones que suspiran de amor. De su cúmulo creativo destaca Yolanda. Vamos a escucharla pidiendo disculpas a quien considere que la selección hecha contraviene a su original empezando con que hasta el nombre le cambia. Así que con el permiso aquí está la cantante mexicana Guadalupe Pineda interpretando Ti amo.

Héctor Bonilla

El actor mexicano Héctor Bonilla partió el 25 de noviembre. Se distinguió por aunar a su calidad profesional la conciencia social. «Son los dueños de México», le oí decir refiriéndose a los indígenas —tantas veces tratados como todo lo contrario.

Enseguida, Héctor Bonilla canta dentro del éxito teatral que protagonizó, el musical El diluvio que viene.

Curiosidades

  • Una gran cantidad de nombres de persona son nombres de flores, inspirados en ellas o elogio de ellas: Azalea, Dalia, Hortensia,2 Margarita, Rosa, Rosalía, Rosalinda, Roselia, Violeta. Por otro lado, Flor, Florinda, Flor Silvestre, Xóchitl y Yoloxóchitl. Y apellidos como Clavel, Flores, Rosas, de la Rosa, Rosales.

  • Héctor Bonilla fue hijo de un maestro cofundador de la infaustamente célebre Normal mexicana de Ayotzinapa.

Notas

1 La frase que nos sirve de subtítulo forma parte de Piénsalo bien, canción del compositor mexicano Agustín Lara.
2 El caso de «Hortensia» es curioso. Si usted la escribe así en México es muy seguro que le digan que debe escribirse «Hortencia». Un listado de personas con ese nombre arrojará que aparecen con «ce» mayoritariamente. Algún mal escribiente del Registro Civil («mal» porque siendo su trabajo escribir no tenía ortografía) debió anotarla en esa forma alguna vez muy remota, pero con tal suerte —el mal cunde— que más de medio mundo la registra así, mal.