Me llamo Margarita, tengo 64 años, nací y vivo en Santiago de Cuba; mi cabello es rizado y corto, mi dentadura africana y soy profesora jubilada. Vivo sola en el casco viejo, pero no estoy sola: mi novio vive en el monte cuidando animales y baja los fines de semana para visitarme.

Mi casa es de planta baja, paso por la puerta de la cuartería comunitaria y ya entro en mi casa: en el suelo hubo piezas de barro cocido, el techo es de chapa doblada; al fondo hay un ventanuco por donde entra luz y aire, a veces, digo «a veces» porque la vecina cría cerdos en el patio y si abro el ventanuco me entran todos los olores. He pensado en denunciarla ante las autoridades, pero como ella, blanquita y teñida de rubia, es la presidenta del CDR,1 tengo miedo de que si digo algo ellos tomarán venganza contra mí. Duermo con el ventanuco cerrado iluminada por la luz de las velas que alumbran a mis 3 santos. Salgo de día a la calle para respirar; practico tai-chi tres días por semana y bailo danzas africanas otros tres días en el Círculo de Jubilados. El primer domingo de mes enciendo mis velas en la Catedral, y una vez al año hago mi ofrenda a la Virgen de la Caridad.

Mi casa tiene un solo estar: la cocina está en el rincón, al otro lado están el baño y la cama con el colchón que heredé de mis abuelos. En el centro he puesto mi altar: vivo sola, pero no estoy sola, tres santos me acompañan. Hoy, víspera de santa Bárbara,2 he limpiado el altar de la santa, la he vestido de rojo con ribetes blancos y le he regalado dos caramelos; ella representa a nuestro Orissa Shangó3 en la religión yoruba, a ellos les pido justicia y que alimenten el fuego de la vida. Nosotras nos miramos directamente a los ojos, nos hablamos, nos comprendemos. San Lázaro representa al Orissa Babalú Ayé 4 en nuestra religión, vestido de morado nos observa desde cerca. A ellos les pido ayuda para estos pobres, que nos saquen de esta miseria. También puse un retrato del Barbudo, porque el nos trajo del monte a la ciudad, nos puso un techo donde dormir y nos dio letras, es un semidios; ¿qué será de él?, ¿dónde estará ahora? A él suplico que vuelva y nos traiga arroz, huevos, pollo... que arregle esto y si no, ¡que sea lo que Dios quiera!

San Lázaro adora el vino seco, santa Bárbara prefiere la cerveza.

—Hoy no tengo cerveza —susurro pesarosa.

—Vino, hoy quiero vino —responde la Santa, caprichosa.

—Hoy estuve en la bodega del Estado y no encontré vino, ni siquiera hay arroz —me disculpo y busco alrededor, pero solo queda algo de vino en la taza de san Lázaro.

—Y un dulce, hoy también quiero un dulce —exige la Santa.

—No hay harina, no había dulces, no hay nada. Pedí ron a la dependienta, le dije que era para el Barbudo, para él me dieron ron añejo. Él es un hombre joven, alto y fuerte; prefiere ron añejo, se lo merece, también le traje un tabaco —les explico a todos.

Los santos gritan denunciando trato discriminatorio. El Barbudo toma un trago de ron y se prepara para pronunciar uno de sus discursos.

—Querida santa Bárbara, querido san Lázaro, ¡compañeros todos! ¿Qué es esa escandalera que viene desde allá arriba? —vocifera el Barbudo.

Se escucha un silencio sepulcral.

—¡Aquí hay trato discriminatorio! ¡No hay justicia! —se queja santa Bárbara.

—¡Compañeros! Aquí somos todos iguales, tanto los de allá arriba como los de aquí abajo, todos somos iguales.

Abucheo general. El Barbudo fuma su tabaco lanzando abundantes bocanadas de humo hacia arriba. San Lázaro tose, santa Bárbara se resigna.

—Aquí no se puede ni respirar —protesta santa Bárbara.

—¡Compañera Margarita: yo comprendo que usted crea en esas cosas de la religión, pero no me sea cómplice de ellos! ¡Compañeros de allá arriba! Ustedes —que alguien los puso allá arriba— se pasan la vida rezando, yo respeto sus oraciones, pero están todo el día con la misma murga, ¡me alteran el alma!

—A mi me altera esa peste de tabaco —replica san Lázaro—, nos pone enfermos. Aquí no dejan ni respirar ni hablar.

—El pueblo, ejerciendo su derecho ciudadano, nos ha elegido —prosigue el Barbudo—. Es la victoria de la unidad del pueblo, juntos y abrazados, el pueblo nos rinde devoción. ¡Respetemos los deseos del pueblo! La realidad objetiva nos orienta, los valores de la revolución nos alientan y la potencia enemiga nos acecha, no litiguemos entre nosotros. ¡Vayamos todos a una!

Yo, Margarita, interrumpo la discusión y cuento a los santos el sueño que he tenido para que ellos me ayuden:

—Duermo poco, anoche soñé. Vi una habitación cerrada con muchas velas y una mesa en el centro. Una mujer rubia estaba tendida sobre la mesa con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas juntas, dormida, parecía muerta. Mucha gente bailaba a su alrededor. Después vi que no eran personas bailando, eran cerdos que, de pie sobre dos patas y cogidos de las manos en rueda, daban vueltas en torno al cadáver cantando y riendo. Este sueño me tiene atormentada, no descanso; por favor, ustedes que viven en el más allá, que tienen contactos, denme paz.

—¡Ay Margarita! ese sueño habla de muerte, trae muerte —dice santa Bárbara.

—Sí Margarita, este sueño trae muerte de alguien que tienes muy cerca —añade san Lázaro.

—Ese sueño podría estar anunciando una revuelta ¡Los de abajo contra los de arriba! —interrumpe el Barbudo—. ¡Contra la rubia tirana! Pero, «los sueños, sueños son» y nada más, no le den más vueltas. ¡Déjense de bobadas y callen!

Vivo sola, pero no estoy sola: hablo con los tres santos en mi altar y el primer domingo de mes enciendo mis velas en la Catedral.

P.S. La vecina rubia, la que criaba cerdos, murió tres días después de mi sueño; de una enfermedad respiratoria, dicen. ¿Qué será de ella?, ¿dónde viven los muertos?

Notas

1 Comité de Defensa de la Revolución.
2 Periódico cubano. (2020). Día de Santa Bárbara-Shangó, celebración del sincretismo religioso en Cuba.
3 Shangó, dios del trueno, de la guerra y de la alegría.
4 Babalú Ayé, patrón de los pobres.