El último libro de Ramón Fernández Palmeral: Sesenta y nueve poemas y un anexo. Contiene una clave oculta, haciendo un guiño al doble sentido del número 69, pero sin tener ninguna relación con el contenido erótico que suscita este número.

El autor nos dice:

Abrir nuevas puertas en la poesía es cuestión de descomprimir estratégicamente el bombín de los sentimientos y de los sentidos.

Este poemario está dividido en cuatro cerraduras, que el lector deberá ir descerrajando para que la puerta de los sentimientos y las emociones quede abierta de par en par, dando paso a una habitación en la que iremos encontrándonos con unos poemas personalísimos, que evocarán en nosotros las emociones más puras en ese encuentro con la belleza, en ocasiones tan deslumbrante, que nos dejará atónitos.

Pero como dice Palmeral citando al pintor Pollock: «El espectador no tiene que entender nada, sino admirar y contemplar». Y al igual que en la pintura, en eso consiste la poesía actual.

Nos encontramos ante un libro que supone un experimento de poesía-arte.

Ramón Fdez. Palmeral lo considera su testamento poético, pues en él se contienen todas las variantes de la poesía como un compendio magnífico del arte que es en realidad.

Primera cerradura

Glucosa en sangre

Es difícil dar vuelta a la llave que abre esta primera cerradura, hay que quitar el óxido de la mente y abrir el corazón al sentimiento, solo así desgranaremos estos hermosos versos.

En efecto, estos poemas están escritos para quemar los sentidos del lector, y que nadie quede indiferente. Se aprecia la voz insumisa de quien ha dicho muchas cosas y aún no puede callar, porque todo sigue bullendo en su interior y sus vivencias tienen que ser plasmadas en ese papel reciclado, ansioso de poemas, para que finalmente, triunfe un olor embriagador a jazmines que lo ocupe todo.

Así dice el poeta:

Dos anillos de oro se unen con pasión
después fuego y jazmines
y más fuego líquido.

¿Quién sabe que es el amor?
El amo del despropósito.
Tu sangre es un veneno en el verso liberto
de este sediento pupilo de ti.

Tengo sed de ti,
Con ese ansia de quererte en sueños.
Y ese espacio
dorado que guardo
en el limbo de mi cerebro loco.

En los siguientes versos están presentes la barbarie y la guerra cuyas imágenes quieren penetrar en la niebla de la sinrazón, dónde sólo se oyen los gritos que quieren aturdir los sentidos, porque es demasiado espantosos lo que se vislumbra.

Lobos hambrientos en las sierras
con látigos en las manos
con cepos de dientes como fusiles
y una palabra hipócrita.

Tristes guerras
Explosión, explosión, explosiones
vacuo concentración de mentiras y mentiras
como pirámides voluminosas de nubes,
inagotable cantera de armas.

¡Preséntame a los muertos!
Cuyas bocas son canteras de dientes
rotos por las torturas de vencedores.

No olvidemos tampoco: Mauthausen, Auschwitz…

El deber de la poesía es insistir, pensar que en la belleza se puede creer, y que la belleza se puede crear. Es obligación de la poesía proclamar que existe un mundo mejor, aunque parezca un espejismo, existe la felicidad y todos tenemos derecho a sentirnos felices, aunque el mundo se esté derrumbando, aunque sea en medio del horror y la nada, aunque sea sólo por un momento.

Por eso, es necesaria la poesía que puede dar la posibilidad de crear un Paraíso, nacido en unas líneas de papel que llegarán a un lector, y por unos instantes será capaz de imaginar un mundo sin odio, en que el amor ocupe su espacio.

Dadle a una mujer caricias
y ella os dará hijos,
calzado de pieles, abrigo, miel silvestre,
encenderá el fuego en invierno
os dará un sueño placentero
mientras ella vigila al lobo.

Segunda cerradura

Análisis de la ira

De nuevo aparece la guerra con su presencia feroz y sus fauces abiertas para sembrar el miedo y la desolación. Estamos viviendo un tiempo terrible, en que las noticias sobre las atrocidades y el horror nos despiertan cada día. Para trasmitir esas emociones, el poeta emplea la metáfora más inverosímil, la imagen más oscura y más arriesgada.

Las calles se visten de cascotes
y suena un disparo en la cabeza de un soldado
Ucraniano de dieciocho años y tres meses.
Las sirenas suenan a terror
Y los refugios se llenan de personas
Con temor y horror: tristes guerras.

… En la reja de hierro está la cerradura
Solamente hemos de esperar a que
La razón la abra de un portazo.

Pero la vida continua porque su fuerza es arrolladora, y el mundo sigue girando en su órbita imparable surcando el universo impulsado por las leyes cósmicas.

La misión del poeta, ahora más que nunca, es dar esperanza, porque tiene que nacer un nuevo día en que renazca nuevamente la ilusión. Y nada más auténtico para seguir vivos, que las cosas cotidianas de todos los días, que nos hacen volver a poner los pies en la tierra, para continuar caminando.

El camino está por hacer, como decía Machado: «Caminante no hay camino se hace camino al andar».

Así, como un soplo de aire fresco nos encontramos con bellos poemas:

Flopi

Un conejo como un leoncito manso
de pelo largo como de angora
pintado de blanco y marrón
con la cara de antifaz pirata.

Quien me alegra las mañanas,
cuando se mete debajo de mi cama,
a veces, se come los lomos de mis libros.

Un taxi blanco para frente a Correos.
Huele a gasolina quemada,
huele a contaminación
y a humo de autobuses dinosaurios.
Meto mi cabezota dentro de la galería
antes de que me dé el tirón en la espalda.

Tercera cerradura

Consumación de dolor

El poeta se siente aturdido por la contemplación de tanto horror, pero en su corazón todavía milita ese vitalismo, que le conduce a abrir esa puerta cerrada para descubrir nuevos caminos y como él nos dice: «Llevar al arte hacia una cumbre más elevada y convertirla en utopía del más allá y ser a la vez poeta-cerrajero».

Mantos de sangre en la conciencia
Sentado sobre los muertos hernandianos
El hambre y la enfermedad
La enfermedad y la ambición
Cueros de oro y puros habanos
Negro de color azul el mundo
Que gobiernan con misiles envenenados
De odio , de resentimiento y de cobardía.

A continuación, nos encontramos con unos versos pujantes y una visión desgarradora del sufrimiento que puede adquirir las formas más variopintas, pero no deja de ser una emoción y un sentimiento tan real e hiriente que nos taladra el corazón. Dolor que vemos plasmados en los siguientes versos:

Y todas las sierras se precipitan
en una guerra de agua de los cielos
como nubes taladradas
en la última fiesta de los petardos locos.

El bosque vuelve a arder
De morir por el beso de fuego de las armas
¡Dejad las armas que reposen!
En la luz del alba matutina:
solas sin manos.

El dolor también presente por esos amigos que se fueron, en estos magníficos poemas de introspección con un realismo tal, que las imágenes que aparecen son bellamente evocadoras de esa amistad, que el poeta trata de hacer presente con el conjuro de la poesía.

Dedicado a José Antonio Charques

Los poetas no mueren
porque viven en los versos y poemas
se evaporan como las hojas de los árboles
como los cristales en la niebla de los montes.

Dedicado a Francisco Brines

Adiós poeta hasta pronto
con ese dolor en el costado
que aprieta con el corazón la mano
que escribe versos azules
como creación inigualable.

A Miguel Hernández en el 80 aniversario de su muerte

Una corta aventura fue tu vida de poeta,
periodista y dramaturgo, ambicionando
la libertad de los pobres jornaleros
en el triste crepúsculo de los sueños inconclusos.

También en sus versos aparece esa nostalgia infinita que es un hambre insaciable de eternidad. Que le lleva a preguntarse:

¿Quién tiene la llave del infinito?

Somos esencia de estrella
que podemos pensar sobre las estrellas
y sobre millones de años luz.

Nostalgia del infinito.
Antes estuve allí, en la Nada, en lo Eterno…
Ahora soy perseguido
por un recuerdo de un pasado lejanísimo.

Hay que destacar los versos en que el poeta hace una reflexión magistral del sufrimiento como el gran maestro de la vida y nos lo muestra como un aprendizaje para hacernos más fuertes ante las dificultades. Nos descubre el dolor como ese halo vital que nos hace más poderosos y resistentes, porque inunda nuestro pecho de ese perfume embriagador que cura todas las heridas.

Dolor y besos en la desesperada vida
Los besos enseñan a amar y el dolor a vivir
Rescoldo de recuerdos entre rejas
Vivir en dolor de besos y besos doloridos.

Cuarta cerradura

Mi cuerpo y otros poemas finales

En esta última parte, en su memoria la vida se hace presente como una selva celeste, habitada de luciérnagas destellantes y hojas coronadas de verdes reflejos que toman la forma de un río caudaloso, con un hermoso verso dedicado a su mujer.

A mi mujer Julia Hidalgo

Y en ese silencio están tus labios,
con tu boca de peces de colores
y un beso de madre, de amante
o de novia eterna
con celos, con abrazos perpetuos
mujer de manos mágicas
que lo curan todo,
a la que quiero con creciente amor.

Diría que todo él, está inmerso en un perfume penetrante de los recuerdos imposibles y tal vez por esa imposibilidad de hacerlos realidad. Se desata, la sombra de la nostalgia de esos tiempos de juventud y vitalidad exuberante. Así nos dice:

La memoria es como una llave
Para regresar al pasado
Para retomar y escudriñar el olvido
Y la considero como un sexto sentido.

Hay que destacar el hermoso diario poético, inspirado en Francisca Aguirre:

Llegué tarde a la vida

Hube de «trocear mi corazón en mil pedazos»
y darlo como moneda de cobre entre
el amor de mi vida, mi trabajo y mi familia
para pagar mi puesto laboral.
Llegué a la vida demasiado tarde.

En las últimas páginas del libro Ramón Fernández Palmeral, para dar por finalizado este magnífico poemario, al que considera su testamento y credo poético. Ha querido dejarnos su epitafio.

En el fondo soy un cachondo
irredento que se ríe de la vida.

No lloréis por mí, amigos y compañeros.

En fin, que os quiero…
Por ello no pienso daros más
la lata, y hasta pronto en lo eterno.
El tiempo es como una estrella fugaz
que se va deshaciendo poco a poco.

Desde aquí, deseamos largos años de vida a este gran poeta de voz auténtica, alma pura y corazón ardiente, que aún tiene muchos poemas que escribir…