A veces un autor se sienta frente a la página en blanco dispuesto a escribir la siguiente «gran novela americana» y no solo se nota, sino que el resto del mundo sufrimos las consecuencias. Pareciera que los elementos para construirla no han cambiado desde que Steinbeck fuera premiado con el Nobel de Literatura en los años 60: personajes de la periferia con marcados dialectos, la acongojante naturaleza de los Estados Unidos como escenario (si es del sur, mejor), los prejuicios propios de una cultura segregacionista y la pregunta literaria por excelencia: ¿es el comportamiento humano fruto de la biología o de la crianza?

Delia Owens se propone responder esta última pregunta (y plasmar los puntos anteriormente mencionados) en su novela debut La chica salvaje (Where the crawdads sing, 2018) que, tras convertirse en un éxito de ventas, se ha adaptado al cine protagonizada por Daisy Edgar-Jones. Siempre es emocionante escuchar la noticia de que un libro será llevado a la gran pantalla (o a la pequeña pantalla, dada la popularidad de las series de televisión por encima del cine actualmente), y como buena bibliófila, me hice con el libro para poder leerlo antes de que se estrenara la película. Desafortunadamente, la decepción fue grande; sin embargo, me ha permitido empezar a reflexionar sobre un tema que lleva germinando en mi cerebro desde hace tiempo. ¿Es posible, actualmente, seguir hablando de la gran novela americana como algo que se busca escribir y no como algo que ya se ha escrito? ¿No es hora, tal vez, de asumir que Steinbeck, Twain, Nabokov o incluso Foster Wallace ya lo han conseguido y, por ende, todo aquello que podamos escribir a partir de ahora no será más que una respuesta a sus textos, con suerte, o, en el peor de los casos, una mera copia sin valor?

La mera idea de una gran novela americana en pleno 2022 resulta obsoleta para muchos, pero otros siguen empeñados en intentar capturar ese gran cachalote blanco. Si echamos la vista atrás, sin embargo, veremos que la idea de una gran novela americana nace tras la Guerra de Secesión (1861-1865) en un intento de plasmar la esencia de una identidad estadounidense única y unitaria. Es una novela fundacional, uno de los pilares de la nación, como Shakespeare lo ha sido para los ingleses y Cervantes para los españoles. Édouard Glissant lo resume estupendamente cuando señala que la literatura nacional emerge cuando una comunidad cuya existencia es cuestionada, decide justificar su legitimidad (Glissant, 1989). ¿Pero qué convierte una novela en una gran novela americana? Su principal característica es que nadie sabe realmente definir sus características de forma concreta; sabemos lo que no es: no es corta ni se centra en una figura individual a no ser que ese personaje represente a toda una sociedad (por ende, no puede pertenecer a una minoría, lo que nos deja con un hombre blanco heterosexual, a poder ser protestante); tampoco debe centrarse en vidas particulares, sino reflejar la historia y la cultura de los Estados Unidos; y, por encima de todo, y ahora sí en positivo, debe retratar los valores (democracia, individualismo, capitalismo, etc.) de la nación (Buell, 2014).

Las probabilidades de que una única novela consiga encapsular la esencia de un país con una superficie de 9,147,593 km2 y un censo a 2020 de 331,449.281 habitantes son irrisorias, por lo que ya casi nadie habla de la gran novela americana de forma seria como una meta asequible. Desde que estallara la Primera Guerra Mundial, la gran novela americana contempla la posibilidad de multiplicarse, de absorber en su cuerpo la pluralidad de varias grandes novelas americanas, convirtiéndose en una federación; o, en otras palabras, lo que vendría a ser el canon de toda la vida, pero expresado de forma si no pretenciosa, al menos egocéntrica.

Pero volvamos a la idea de que la gran novela americana es, en el fondo, un texto fundacional. Si es así, ¿qué se funda en el siglo XXI, si la idea de nación (americana) supuestamente ya ha sido consolidada? Y, sobre todo, ¿qué pretende fundar Owens en su revisión de los años 50 y 60 con una protagonista blanca, desplazada a la periferia y víctima de los prejuicios de una comunidad retrógrada y clasista? Como texto fundacional, precisamente, deja mucho que desear: el argumento trillado, los personajes estereotipados y construidos con prisas y la prosa ornamentada rebajan el texto hasta convertirlo en una novela sin sustancia, aunque con preciosas metáforas sin sentido. Owens, desafortunadamente, no ha entendido el ejercicio: recrea, en vez de crear, los patrones y convenciones con los que se construye la gran novela americana y, sin nada original que aportar, automáticamente queda excluida del canon.

Tal vez sea demasiado dura; a fin de cuentas, Owens parece entender la esencia contradictoria de la gran novela americana que quiere recrear: la discrepancia entre lo que la nación pretende ser y lo que realmente es. Ninguna de las novelas que han sido aclamadas como la posible gran novela americana presentan la nación como el estado idílico de democracia e igualdad que aseguran ser los Estados Unidos de América, sino que destapan sus carencias y destripan el sueño americano hasta desenmascararlo por completo como un objetivo vacío de significado y completamente fabricado por una élite inalcanzable. Pero, aunque Owens se siente a destapar los prejuicios de la América de los años 50 y 60, la ejecución es pobre y dado el actual clima sociopolítico, incluso sordo y ciego a las nuevas inquietudes y ansiedades contemporáneas.

Es increíble la facilidad con la que un libro mediocre escala posiciones en la lista de los más vendidos. A veces me pregunto si el problema soy yo, que soy incapaz de disfrutar de las cosas, o si realmente el resto del mundo está ciego a las carencias de una novela escrita en los mismos términos que una película de domingo por la tarde. Tal vez, por tratarse de una novela, por ser tinta sobre papel, la juzgamos con mayor magnanimidad; como sociedad hemos decidido que hay algo en la palabra escrita que la eleva por encima del filme. Es la única explicación que encuentro al éxito de libros como este.

Notas

Buell, L. (2014). The Dream of the Great American Novel. Massachusetts: The Belknap Press of Harvard University Press.
Glissant, E. (1989). Caribbean Discourse: Selected Essays. Charlottesville: University Press of Virginia.