Las redes sociales han acentuado una característica de la comunicación, el sensacionalismo, la necesidad de captar en una frase, en un titular, la atención de los potenciales destinatarios. Siempre existió la prensa amarilla, pero ahora muchos, demasiados, se han pintado de amarillo para salir a combatir la diaria batalla de hacerse notar. Importa más la mecha que el explosivo, la máscara que la realidad, o mejor dicho la realidad hay que hacerla parecer a toda costa con la máscara colorida, incandescente.

Por eso la frase «La marea parda» puede pecar de esa tentación, pero los hechos son evidentes, se suman, muestran una tendencia. Existe y se consolida y crece en todo el mundo una marea neo fascista, de ultra derecha nacionalista y xenófoba. Y no solo en Europa, que como siempre o al menos desde hace dos mil quinientos años es el centro de las tendencias dominantes en el planeta.

Hace 100 años, en 1922 con la marcha sobre Roma de Benito Mussolini y sus camisas negras comenzó el ascenso del fascismo al poder, con una aclaración, ya en 1918 el vicealmirante Nicolás Horthy, regente de Hungría dio inicio al ciclo nazi-fascista, que continuó con Mussolini, Adolf Hitler en 1933, Antonio de Oliveira Salazar dictador de Portugal y su Estado Novo, consolidado a partir de 1933, Francisco Franco con el golpe de Estado contra la República en 1936 y en Japón.

Japón con una superficie de sus islas de 377.975 Km2, en 1942 ocupaba con sus invasiones 7.4 millones de Km2 y la ideología dominante refrendada con el pacto del «Eje» era fascista, así como sus métodos en los territorios ocupados. El fascismo no fue un fenómeno, ideológico, político y militar solo europeo, también, en los Estados Unidos aparecieron organizaciones nazi fascista que no amenazaron el poder, pero tuvieron su presencia, hasta el inicio de la guerra, luego del bombardeo de Pearl Harbor.

En América Latina, fuera de algunas simpatías complejas y contradictorias en Argentina por parte de Juan Domingo Perón, el fascismo no logró grandes avances, hasta que en los años 60 y 70, mucho después del fin dela guerra mundial, una serie de golpes de Estado promovidos por los Estados Unidos (como lo confirman los documentos desclasificados del propio Departamento de Estado de EE.UU.) fueron ideológicamente y metodológicamente fascistas, en Brasil, en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y varios regímenes en Centroamérica y el Caribe (Nicaragua, El Salvador, Cuba, República Dominicana).

Estos son los antecedentes, la situación actual no es naturalmente la copia de estos procesos, pero las ideas dominantes, el intento de conformar organizaciones internacionales de ultra derecha y ciertos gobiernos, como el de Hungría, Italia, (casualmente…) y fuerzas poderosas en Francia, en Polonia y organizaciones en casi todos los países europeos, como Vox en España, son una tendencia innegable.

En los Estados Unidos, el gobierno de Donald Trump y sus aspiraciones a la reelección, son la expresión del crecimiento en la sociedad norteamericana de posiciones nacionalistas, xenófobas y de ultra derecha. Y las próximas elecciones de medio término y más aún las elecciones nacionales, serán una parte definitoria de este proceso, que incluyó un asalto al Congreso Nacional por parte de las hordas trumpistas.

En América Latina, se podría decir que la tendencia es en el sentido contrario, comenzando por México, Panamá, Colombia, Chile, Perú (con todas sus contradicciones) tuvieron avances electorales de las fuerzas progresistas, pero mucho dependerá de las elecciones el 30 de octubre próximo en el balotaje en Brasil entre Lula da Silva y Jair Bolsonaro. Lo que no podemos ocultar es que más de 50 millones de brasileros votaron el 2 de octubre por un personaje con múltiples manifestaciones explosivas de neo fascismo. También en la India, Birmania y en Filipinas aparecen manifestaciones de neo fascismo.

¿Es el mismo fascismo del siglo pasado que nos llevó a la guerra mundial? Obviamente que no podría serlo, pero su cuerpo ideológico, con variantes nacionales, sobre la economía, la sociedad, el nacionalismo, el catolicismo ultra montano, el apoyo de una parte importante de las iglesias evangelistas y sobre todo su xenofobia, su anticomunismo visceral a pesar de la caída de la URSS y el «socialismo real» son rasgos siempre presentes. El antifeminismo es otro componente que siempre está presente en sus definiciones ideológicas.

Otra tendencia es la formación de organizaciones internacionales pardas, como la «Carta de Madrid» las fundaciones destinadas al apoyo ideológico, a la preparación de cuadros, al apoyo con recursos económicos a las diversas formaciones nacionales neo fascistas o ultra derechistas.

Su prédica se basa en el desprestigio sistemático de los partidos políticos tradicionales y más en general de los políticos, aunque muchos de ellos provengan precisamente de esos mismos partidos.

Una de las claves del crecimiento de los partidos neo fascistas es la batalla cultural desde hace varios años, sobre la base del desprestigio del sistema de partidos tradicionales, pero en especial tratando y muchas veces logrando arrebatarle las banderas sociales y obreristas a la izquierda.

En Italia los neofascistas italianos fueron pioneros de «Casa Pound», ocupando edificios abandonados para familias italianas pobres. Este modelo, que fue la inspiración de Hogar Social Madrid, logró en pocos años tener presencia en prácticamente toda Italia, ofreciendo un espacio de confluencia de todos los militantes y simpatizantes neofascistas a quienes se les ofrecían gran cantidad de actividades lúdicas y formación política y con una fuerte presencia juvenil. No se debe despreciar la actividad en sectores violentos de las hinchadas de fútbol, donde las prédicas de exclusión y de lucha frontal contra sus adversarios deportivos, tiene un contenido ideológico ultra derechista y de destrucción del «otro».

En el caso de Brasil, pero no solo, el papel de las iglesias evangelistas, su enorme potencia económica y comunicacional, y de sectores conservadores de la Iglesia Católica, están directamente involucrados en esta batalla política y cultural.

El triunfo definitivo del liberalismo, con el fin de la Guerra Fría se está agotando y favoreciendo el surgimiento del neo fascismo, pero no como una simple repetición del pasado. El historiador Geoff Eley, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, afirma que las crisis contemporáneas están produciendo nuevas formas de política reaccionaria que no se parecen a las de hace cien años. Historiadores de las ideas, como George Mosse, describieron el fascismo como una desviación «antimodernista» de las normas de «Occidente».

Es un grave error identificar a todas las derechas, por comodidad intelectual y política como fascistas. El fascismo es extremo en todo sentido y es en realidad una ruptura cualitativa incluso con la derecha, con el marco constitucional e institucional, abriendo una brecha con la civilidad, utilizando la violencia política, en sus posiciones y sus prácticas, llegando a los niveles de ataque y muerte de sus oponentes.

Los fascistas son promotores de las dictaduras para substituir a las democracias, que las consideran como parte de la decadencia y agregan el concepto de la exclusión, del nacionalismo y de la xenofobia, incorporando en este tiempo el anti feminismo y contra la diversidad sexual. Hay constantes, un patrioterismo excluyente y violento.

La inseguridad en ciertas sociedades, da un fuerte impulso al uso de la violencia por parte del Estado para combatir a la delincuencia, por encima de las leyes y de toda juridicidad.

Las crisis de las democracias, del consentimiento, de la negociación, del equilibrio de los poderes y en cierta forma la paralización, favorecen el descontento de las personas hacia la política en general y crea el terreno propicio para el surgimiento y crecimiento del neo fascismo.

Las sociedades que no son capaces, desde la izquierda a la derecha liberal, pasando naturalmente por el centro, de tener una mirada crítica y alerta sobre estos procesos de empobrecimiento de la democracia, corren el serio riesgo de perder, primero la batalla cultural y luego pagar el tremendo precio de los regímenes fascistas.

No se trata solo de las descripción de esos procesos sino de comprender las responsabilidades para combatirlos, basados también en los errores cometidos en el pasado, resultan de mucha utilidad los escritos de Ernesto Laclau, los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, las respuestas a Fascismo y dictadura de Nicos Poulantzas.

Asumiendo las diferencias entre los procesos de los años 20 y 30 del siglo pasado y los actuales, nunca debemos olvidar que el nazismo se impuso en Alemania, destruyendo la República de Weimar y donde existía uno de los movimientos de izquierda más poderosos de Europa (socialdemócratas y comunistas).

Frente a las mareas pardas los errores se pagan muy caros.